55. Pedido de divorcio

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Elena

Camino por el pasillo de mi casa, me detengo en una puerta al escuchar ruido.

¿Y si alguien entró a robar? ¿Y si los empleados están vagueando? ¡Tal vez hay ratas, que horror!

Abro de repente y me sonrojo al descubrir la promiscua escena.

—¡Ian! —grito y se aparta rápido de su novia a la cual manoseaba contra la pared.

—Lo siento, madre —exclama avergonzado mi hijo.

Camino hasta ellos y miro a la chica.

—Pensé que eras una señorita decente, que horror.

—Perdón, señora —Baja la cabeza completamente sonrojada.

—¡Mamá! —Ian se pone delante de ellas ya que lo ignoré —Lo lamento, no volverá a pasar —se disculpa de nuevo.

—En esta casa no perdonaré esta clase de indecencia —dictamino entonces me giro para irme.

—Mamá por favor, escúchame.

Lo ignoro como muchas veces y cierro la puerta de un portazo.

Adrián

Llego a casa de trabajar, ya es tardísimo, debe estar todo el mundo durmiendo. Voy directo a la escalera, pero me detengo cuando veo a mi hijo agachado al fondo del pasillo. Dejo el maletín a un costado, entonces me acerco hasta allí, donde él se encuentra. Se sorprende al verme así que se levanta del piso rápido, se refriega los ojos y luego me mira, fuerza una sonrisa.

—Hola papá, pensé que ya estabas en el cuarto —me aclara y entrecierro los ojos.

—¿Por qué llorabas? —pregunto directo —¿Te peleaste con tu novia?

Se ríe.

—No, para nada, Ana es estupenda —Suspira y traga saliva —. Es mamá, otra vez.

—¿De nuevo discutiste con tu madre? —Alzo una ceja.

—¡No! —Se alarma y vuelve a suspirar —La verdad es que... ojalá fuera discutir, porque ni se digna a hacerlo.

—¿Qué pasó?

—Bueno yo... —Se sonroja —mi novia y yo estábamos algo mimosos, cuando mamá entró al cuarto de lavado.

Hago una carcajada.

—Ay que verguenza, me hubiera gustado ver su cara.

—¡Papá! —se queja.

—Perdón, vale, me pongo serio ¿Te disculpaste con ella?

—¡Sí! Pero ni me miró a los ojos y me trató de indecente —Rueda los ojos —. Si supiera sobre Crista, no me diría esas cosas.

—No quiero saber, y tú no eres ningún santo —lo reprendo —. De todas formas hablaré con tu madre, no es como si una vez cada mil años no hubiera un encuentro fogoso entre nosotros, así que no tiene por qué quejarse.

—¡Yo tampoco quiero saber! —grita y me río.

Le doy dos palmadas en el hombro.

—No te preocupes, papá lo arregla.

—Te vas a pelear con ella por mi culpa —Bufa.

—Las peleas avivan el fuego —Muevo las cejas.

—¡Te dije que no quiero saber! —grita avergonzado de nuevo y me río otra vez.

Lo saludo, me dirijo al cuarto, entro y como siempre, está despierta. Tarda bastante en dormirse, así que aprovecho la situación para interrogarla.

—Elena —le digo y apaga la televisión.

—¿Qué? —Frunce el ceño —Buenas noches ¿Dónde estabas?

—Esos celos me matan —Muevo las cejas y me subo sobre la cama a gatas para sentarme a su lado de un salto —. Te diré, hemos tenido esta conversación muchas veces, pero aquí voy de nuevo —Chasqueo los dedos.

—¿Quién de los dos es? —dice molesta —¿Crista o Ian?

—Quiero hablarte de lo que viste en el lavadero.

—Una promiscuidad ¿Sexo en el cuarto de servicio? Por favor Adrián, es un horror —opina.

—Solo se estaban dando besitos.

—Esta casa no es lugar para eso —Se cruza de brazos.

—Baby —Apoyo mi mano en la suya —nosotros también tuvimos momentos por aquí.

—No me importa —Aleja sus dedos de los míos.

—Elena, por favor, no es tan grave —Frunzo el ceño.

—No voy a perdonarlo, no es no —dictamina.

—Elena, no seas así, estás llevando esto demasiado lejos.

—Pues si no te gusta, lárgate —Se da la vuelta y me da la espalda al recostarse. Se hace un silencio incómodo, apoyo la mano en su brazo, vuelve a sentarse y a mirarme, luego suspira. Parece que se pensó lo que dijo, me observa con ojos tristes —. Acéptalo Adrián, te arruiné la vida, eras más feliz sin mí.

—No digas eso.

—Es la verdad, deberías irte.

Suspiro y frunzo el ceño.

—No voy a irme.

—Sí, hay que divorciarnos —insiste e intenta levantarse de la cama pero la detengo agarrándola del brazo y tirándola nuevamente sobre el colchón, rápido me subo sobre ella —. Adrián... —dice sonrojada y acto seguido la beso, entonces me corresponde —Adrián, no podemos —persevera con sus pensamientos de separarnos y se agarra de mi camisa haciendo un leve empujón.

—Tengo una idea —declaro.

—¿Eh?

—Dame una semana.

—¿Una semana? —dice confundida.

—Iré a la playa con Ian y Crista, me iré con mis hijos nada más, si en ese tiempo nos extrañas, entonces continuaremos juntos y si no es así, aceptaré tu pedido de divorcio.

Míster Libido (R#0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora