Elena
He pasado el mes más divertido de mi vida, nunca pensé que olvidarme de mis responsabilidades sería tan gratificante, ojalá que este viaje sea eterno, que dure para siempre.
—Elena —Adrián agarra mis manos mientras estamos frente al mar —estos días han sido inolvidables para mí, tanto que se me ha pasado el tiempo —declara —pero antes de volver quiero pedirte algo.
—¿Sí? —Mis mejillas arden.
—Que cuando pisemos tierra firme, me sigas eligiendo.
Sonrío.
—Claro que sí —expreso sincera y termina por abrazarme, aunque luego se aleja rápido.
—Lo siento, libido activado, me comportaré —Se ríe.
—Mi promiscuo —Me muerdo el labio inferior.
Nos quedamos mirando un largo rato, con nuestras sonrisas pegadas en el rostro, es notable que estamos enamorados.
El momento ha sido precioso, lastimosamente es hora de desembarcar. Me despido de Adrián y regreso a casa sonriente. La sonrisa se me esfuma cuando veo a Edel en la recepción de mi casa.
—¿Otra vez te llevaste las llaves? —Frunzo el ceño cuando las veo entre sus dedos.
Gira su vista con una mirada fría que da miedo, así que me llega un escalofrío cuando habla.
—¿Eso es lo que le dices a tu prometido luego de no verlo hace un mes y escapar con tu amante?
—Yo no... —Trago saliva.
—¡¡Deja de mentir!! —grita furioso, tirando las llaves completamente indignado.
Retrocedo nerviosa recordando la vez que me golpeó.
—Cálmate, Edel.
—Te busqué —expresa angustiado —, ese hombre te había llevado y me preocupé un montón y tú... —Sus ojos se humedecen —tú estabas divirtiéndote con él a mis espaldas —Lanza unas fotos al suelo —¡¿Qué tienes que decir en tu defensa Elena?!
Suspiro.
—Es cierto Edel, lo siento, pero es que... yo no quiero estar contigo, mi familia es quien insistió, yo no te amo, de verdad lo lamento.
—No me digas eso.
—Es... es la verdad.
Presiona la tela de su chaqueta todavía más angustiado.
—Yo sí te amo Elena, te amo demasiado ¿Por qué me haces esto? Yo no puedo vivir sin ti.
—No hables así, claro que sí —le aclaro ya que comienza con sus súplicas habituales —. Solo debes seguir, ambos sabemos que esto no está funcionando.
—¡Habla por ti! —grita molesto —¡Yo sí pienso que marchará bien! Solo no lo estamos intentando.
—¡¡No quiero intentarlo, Edel!! —Me giro hacia la puerta —Ya se acabó, acéptalo, vete.
No voy a desistir esta vez.
Me sobresalto cuando agarra mi muñeca desprevenida, lo que no permite que abra la puerta. Evita que toque la manija, me da la vuelta y tironea haciéndome mirarlo, empujándome hasta su cuerpo, entonces me abraza.
—Elena, yo te amo.
—Edel, ya te dije que no siento lo mismo, lo lamento de verdad, pero vas a tener que soltarme, esto no da para más, no insistas.
—Es culpa de ese tipo, te metió cosas en la cabeza, yo lo sé.
—Adrián no tiene nada que ver con lo mal que estaba nuestra relación —Forcejeo pero no logro soltarme.
Agarra mi rostro y me besa.
—Te demostraré que estás equivocada.
—Suéltame Edel, no hay nada que demostrar, yo no te amo, esa es la verdad —Lo empujo logrando zafarme —. Acéptalo de una vez.
Frunce el ceño, no le agrada nada mi negativa, alza la mano y me cubro al asustarme, porque pienso que va a pegarme, pero toma mi mano, agarrándome desprevenida.
—Ya te dije que no te lastimaría más, deja de desconfiar de mí, cambié por ti, hice sacrificios por ti, ¿y así me pagas? —Me hace caminar —Tú eres la que no quiere entender, pero te haré comprender.
—¡¿Qué crees que haces Edel?! —me quejo e intento detenerlo, así que me alza —¡¡Suéltame, estás loco!! —Pataleo.
De repente me doy cuenta que hemos subido por las escaleras hasta llegar a mi habitación, hago un pequeño chillido cuando me tira sobre la cama.
—¿Edel? —expreso aturdida cuando me inclino en el colchón y veo que le pone traba a la puerta —Edel... —Trago saliva —no tienes que hacer esto —Retrocedo cuando se acerca, intento levantarme pero me detiene agarrando mi muñeca —. Edel, si dices que no me vas a lastimar, te estás equivocando, de esta forma también puedes herirme.
—Elena —Acaricia mi mejilla —no te haré daño, solo quiero darte mi amor —Se sube sobre mí e intento empujarlo pero no hay manera.
—Estás en un error —digo nerviosa —detente, Edel.
—Elena, Elena —repite mientras besa mi cuello.
—Edel, déjame, no me toques —expreso angustiada a punto de llorar —, apártate, por favor, te lo ruego.
Siento sus manos tocar cada parte de mi cuerpo y mis nervios van en aumento, respiro con agitación dándome cuenta que no tengo escapatoria, ni que va a cambiar de opinión, no me queda otra que aceptarlo.
Va a violarme.
~~~
Un líquido rojo se escurre por mis piernas, la cama está manchada con sangre, me encuentro quieta mirando hacia la pared, me he bloqueado. Se me eriza la piel cuando acaricia mi cabello, en un acto reflejo por el terror me aferro a las sábanas, cubriendo mis partes desnudas. No me muevo más de eso, tengo miedo que haga algo otra vez. Mi cabeza está apoyada en su regazo y a pesar de que ya se ha puesto el pantalón, sigo temblando a la posibilidad de que ocurra de nuevo.
—Lo siento tanto Elena, no llores —Sus dedos siguen tocan mi cabello —. No he sido del todo amable, de verdad lo lamento, la próxima vez seré más gentil —Me da un leve beso en la mejilla y me sobresalto —. Tranquila —Sonríe —, todo está bien, ya se acabó.
Vete, vete, vete.
—De... déjame —alcanzo a decir y hago fuerza con mis dedos agarrándome a la manta.
—¿Por qué? —expresa molesto tomándome de la cara con brutalidad, haciendo que lo mire —¿Quieres volver con ese hombre verdad?
No quiero mirarlo, solo me recuerda la tortura que acabo de pasar hace tan solo unos momentos, cierro con intensidad mis ojos.
—No me lastimes —suplico mientras muchas lágrimas empapan mi rostro.
—Mírame Elena y escúchame bien —dictamina severo, entonces por el miedo hago lo que me pide.
—S... sí.
Sus ojos parecen sin alma, es como si fueran de un demonio.
—Todo lo que te ocurrió, es por culpa de un Ricoy, y tiene nombre y apellido, Adrián Ricoy ¿Entendiste?
—S... sí —repito asustada.
Lloro desconsoladamente, pero a pesar de que sé que no es cierto, le doy la razón, me ha lavado el cerebro.
Solo tengo miedo.
ESTÁS LEYENDO
Míster Libido (R#0)
Short StoryAdrián Ricoy tiene un serio problema con su deseo sexual, no puede parar. Tanto es así, qué en su barrio hasta le pusieron un apodo. Míster Libido, es divertido, carismático. Esa emoción que tiene es lo que le falta a Elena ¿Será qué la correcta y s...