Capítulo Tres: [Des]Conocido [Parte 1].

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—¡Abre los ojos que hoy es un nuevo día! —anuncia feliz Chloe y abre las cortinas de golpe.

 Tapo instantáneamente mis ojos con las sábanas y me quejo con un gruñido debido a la fuerte luz mañanera. 

 —Recuerda pasar a la terapia con la psicóloga privada. Hoy tienes cita. —continúa hablando.

 —¡No quiero! —chillo como una niña pequeña.

 —Puedes decirle a Jordan que te acompañe, ya que esta es en la ciudad. —me ignora olímpicamente—. El desayuno está en el microondas, la cita es a las 9 de la mañana. Se te hace tarde y debemos de pasar al...

 Me sumerjo en un buen sueño, me encojo aún más en las sábanas de la deliciosa cama y suelto un bostezo. 

 —¿Me estás escuchando? Por supuesto que no. —niego bajo las cómodas sábanas y llego a suponer que mi madre se fue de la habitación.

 Un fuerte tirón me saca de la cama, caigo sobre mi trasero en el alfombrado suelo, saco las sábanas de mi cabeza con un manotazo, luego mi desordenado cabello y miro con enojo a la anciana que frunce el ceño en advertencia.

 —Se te hace tarde Saven. Llegamos al anochecer. —dicho esto, da media vuelta y sale de la casa.

 Escucho el motor de la camioneta encenderse y luego desaparecer a la lejanía. Miro el reloj sobre mi mesa de noche y abro los ojos al ver la hora que marca.

 7:13 a.m.

 Tomo una blusa de tirantes gris, unos jeans rotos, ropa interior, unas zapatillas blancas, medias del mismo color y un abrigo gris. Corro a la ducha, tomando en el camino mi celular y marco al número de mi mejor amiga.

 —¿Hola? —cuestiona con voz entrecortada. La escucho aclarar su garganta y luego gritar ofendida—. ¡Saven! Es sábado, por el amor a Dios. Vete a dormir.

 Programo el altavoz y comienzo a desvestirme.

 —¿Podrías acompañarme al psicólogo de la ciudad? —pregunto con esperanza.

 —¡Estás loca! Ni de chisme me levanto de esta cama. 

 —¡Vamos Jordan! Te puedo invitar a un helado y podemos pasar a ese parque donde llegan chicos lindos. ¿Qué dices?

 —Nos vemos en la parada del autobús. Todo sea por el helado.

 Suelto una pequeña risa, cuelgo la llamada e ingreso a ducharme a la velocidad de Flash.

 (...)

 —Te amo. —le digo a Jordan apenas llega a la parada.

 —Sé que lo haces. —responde orgullosa y me da un guiño.

 Miro su lindo vestido negro, a la altura de tres dedos sobre sus rodillas, de manga corta, unas tennis blancas pulcras y unos lentes oscuros ocultando sus enigmáticos ojos. Me regala una sonrisa mostrando sus lindos dientes, sube al autobús, caminando con seguridad y se sienta en el único asiento libre para ambas. Me dejo caer a su lado, le coloco los audífonos a mi celular y me dejo llevar por la música en el viaje de treinta minutos por una carretera rodeada de bosques.

 Paso todo el viaje mirando la ventana, disfrutando del fresco viento que golpea mi rostro y la grandiosa voz de Aj Mitchell. Un maravilloso descubrimiento para mi vida y ojos. Muy agradecida con Dios. 

 La ciudad se alza con impotencia ante nuestros ojos, el conductor del autobús se detiene en la estación principal y nosotras bajamos rápidamente. Caminamos una al lado de la otra y hasta en ocasiones tomadas de las manos por la gran aglomeración de personas en las aceras. Cruzamos una calle directo a un local con el letrero anunciando del buen servicio de psicología que se ofrece.

Susurros de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora