Capítulo Veintitrés: ¿Qué haces?

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Después de conocer la simpática novia de Noah, pase toda la mañana en el gran jardín real del palacio, ordenando mi cabeza y tratando de averiguar como una persona podía ser tan malvada cono para dañar de tal modo a un ángel como lo es Rudy.

Caled se mantuvo ocupado en sus asuntos reales con sus dos hermanos y padre, el resto del día. Me mantuve al margen, no deseaba abrumar mucho más mi mente con problemas de poderes fuera de control, una biblioteca quemada y los viajeros sin ser capaces de detener una plaga del tiempo, pregunté a que se referían con una plaga, pero la respuesta de un chico malhumorado me dejo confusa, fue algo como: ¡Son tan molestos como las pulgas en los perros! Diminutos y desastrosos. ¡Los odio! Claramente esa información me ayudó a entender todo, clarooooo.

La noche comenzó a caer y yo regrese al castillo. Camine con los oscuros y desolados pasillos, ni una alma en la ruta. Perdí mi tiempo recorriendo el sentenar de puertas sin saber que hacer exactamente. Una idea rondeo mi cerebro, podría ir a charlar un poco mas con Rudy y preguntar por su familia.

Con la idea clara, tome mi apresurado rumbo a su habitación. La recordaba por la definición de Caled: Busca la puerta más alejada del castillo, al lado derecho, una puerta con zarpazos en ella y las paredes a su alrededor. De nuevo la duda me inundó, ¿por qué zarpazos? Y el chico tan solo dijo: Algunos lobos han tratado de destronar al gran rey. Por supuesto que tampoco entendí a que se refiera con eso.

Ingresé por el pasillo mas oscuro del lugar dando ese ambiente de ser tenebroso y mucho más frío que los otros, me abrace a mí misma al ver la única puerta en el sitio y efectivamente, profundos arañazos en las paredes y el mismo suelo. La puerta no tenía ningún tipo de numeración como las anteriores, estuve a punto de tocar cuando escuché algo extraño. Agudice mi oído, pegue la oreja a la madera y distinguí que era eso que escuchaba.

Por unos segundos creí escuchar gemidos, pero tan solo eran sollozos. Fuertes y claros con el pasar del tiempo. Imaginé al rubio retorcerse de dolor sobre su cama, llorando y sufriendo alejado de todos. Me dejé caer sobre el suelo, con una solitaria lágrima recorriendo mi mejilla. 

Debía de existir algún modo para acabar con su sufrimiento. Tal vez si la chica recapacitaba y se daba cuenta del gran chico que la estaba esperando. Tal vez, todo era cuestión de una larga charla.

Esa noche me decidí a ayudar a sanar esas profundas heridas de Rudy. 

(...)

Tan pronto desperté salte fuera de la cama, dejando a Caled durmiendo en total soledad, me duche, vestí y salí a cumplir con mi misión de ese día. Corrí por los transcurridos pasillos, salí del castillo en busca de la mate de Rudy.

No tenía la menor idea de como era ella, ni siquiera su nombre. Tan solo debía de encontrar a alguien con su marca en una gran mancha de color negro por cubrir su hombro. Fácil, fácil.

Distinguí miles de chicas caminar solas por los alrededores. Una a la vez Saven. 

Corrí en dirección a una chica alta de cabello castaño, un bonito vestido de seda beige y zapatos de suela plana. Toque su hombro y sus grises ojos me miraron extrañados.

—Princesa. —se apresuro a hacer una reverencia.

—¿Cómo estás? —cuestiono avergonzada por su formalidad.

—¡Genial! ¿En qué puedo ayudarte? —indaga elevando ligeramente su ceño.

—Estaba realizando un estudio estadístico de cuantas chicas han encontrado a su amado. ¡Fuiste la primera en la lista! Así que, ¿tienes la marca? —imagino mis ojos brillar cuando ella asiente.

Susurros de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora