Capítulo Veintidós: Reunión familiar.

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Abrazos, risas y algunos golpes se repartieron entre los tres hermanos tan distintos. Los mire detalladamente aprovechando que se encuentran en su propia burbuja como para percatarse de su alrededor.

Zack, el mayor. Rubio cabello como el oro, peinado de un modo tan perfecto, piel bronceada, ojos verdes y ropa a medida que le dan un aspecto formal. Todo en él se encuentra en orden.

Caled, el chico del medio. Desordenado cabello negro, oscuros y profundos ojos negros, siempre con una sonrisa maliciosa tirando de sus labios, piel blanca y ropa a medida que le da aspecto de chico malo.

Noah, el menor. Cabello castaño, ojos celestes que miran a todos con detenimiento, piel pálida y su vestimenta es formal, pero con un toque de chico malo y la perfecta combinación de sus hermanos mayores.

A simple vista parecían esos primos que no tenían nada en común en modo físico como actitud, tan solo la sangre o un hoyuelo cuando sonreían, pero estos tres chicos enamaban esa aura que te obligaba a acercarte y conocerlos, de mirarlos hasta descubrir que sus ojos se entornaban del mismo modo y sus sonrisas ladeadas crecían del lado derecho.

En este gran salón, descubrí que eran tan paŕecidos en sus facciones o posiciones como su padre Douglas. Se reían con fuerza, demostrando ser una gran familia.

—¿Qué tanto miras Saven? —cuestiona Rudy a mi lado.

Miro su hermoso cabello rubio y mis menos pican con acariciarlo. Él se deja caer a mi lado, con una sonrisa ladeada y me mira atentamente.

—¿En que tanto piensas princesa? —indaga curioso.

—Quiero acariciar tu cabello. —admito.

—Pudiste decirlo antes.

Reacomoda su cuerpo en la gran y cómoda silla, con su cabeza descansado en el reposa brazos cerca de mi brazo derecho y sus piernas cuelgan del lado izquierdo. Aprovecho para acomodar a mi antojo su suave cabello, tomándome mi tiempo y eso provoca que cierre sus ojos en total paz.

Pienso en que no conozco a su amada desde que le conozco, tal vez no sea mucho tiempo, pero este chico se ganó cada parte de corazón y lo adoro con totalidad. ¡Conocía todas las almas gemelas de mis amigos! Menos la de Rudy. 

—Oye... —musito y él mueve su cabeza en señal de que me escucha—, estaba pensando en que conozco a todas las almas gemelas de los demás, menos la tuya. ¿Quién es?

—Es complicado de explicar. —responde sin abrir sus ojos, pero puedo intuir que le incómoda hablar al respecto cuando se remueve en su silla. 

—Si quieres, podemos hablar de otro tema. —me apresuro a decir.

—No, está bien decírselo a alguien más. —susurra, como si estuviera convenciendose a sí mismo—. Fue hace mucho, la conocí cuando tan sólo era un pequeño de once años.

—¡Eso es tan tierno! —él niega y frunzo el ceño.

—No, no nos conocimos en las mejores condiciones. Esperaba algo espontáneo, algo mágico como este mundo, pero fue maravilloso cuando lo comprendí y luego doloroso. 

》La recuerdo como si vivirá de nuevo ese día. Hacía una tormenta horrible y ella era una niña asustadiza que le temía a los truenos. Temblaba y tan solo buscada en quién refugiarse. —observe una pequeña sonrisa formarse en sus labios—. Un solo beso bastó para crear nuestras marcas y alegrar nuestras pesadas vidas. Regreso a su hogar cuando sus padres quedaron satisfechos de saber que su hija mayor era mate de un futuro alfa.

》Cinco años después, volví a verla. Había cambiado y ya no era una niña, me robó el aliento con un vistazo. Era un día importante para ambos, nos habíamos reencontrado y era mi primera transformación ante el pueblo entero de Iren. Un día muy esperado por todos. Papá y mamá miraban todo desde su alto puesto, sentía sus dulces miradas sobre mí cuando llegó mi momento. Debía de ser un majestuoso lobo negro, pero algo sucedió, acabe de color gris. Sus padres sabían al respecto, se decepcionaron de que el gran alfa era un raro. Así fue como ella me llamó. Me grito con tanto odio: ¡Eres una maldita rareza! ¿Quién quisiera ser tu mate? ¡Maldito el día en el que la Diosa luna me otorgó un lobo tan raro! —escupio con tanto dolor que sentí mi corazón partirse a la mitad.

—Rudy... yo, lamento mucho obligarte a recordar ese día... —musite, mirando como los cuatro chicos mantenían su animada charla.

—Es necesario abrir algunas heridas para recordar como lograste convertirte en lo que eres. —distingo una pequeña lágrima rodar por su mejilla. La limpia con rapidez—. Ese mismo día, mi marca se oscurecio...

Miro como su rostro se gira un poco al lado izquierdo, toca un área detrás de su oreja y es cuando me percató a que se refiere. Una gran mancha de color negro comienza a extenderse hacia su cuello, no pienso mucho y acaricio esa gran mancha que parece tener vida propia y me da la impresión de que crece unos cuantos centímetros más. 

—¿Duele? —me animo a preguntar.

—Es algo más emocional. Todos los días sientes el dolor más profundo y puro, lloras por las noches donde nadie se da cuenta —reacomoda su cabeza y me encargo de acariciar su cabello— y en cuanto a la mancha, entre más grande sea, más rápido moriré o bueno, ambos lo haremos.

Detengo mis caricias al escuchar esas palabras salir de un modo tan frío de sus labios. Trato de mirarlo con una mueca de ¿Me estás hablando en serio? Pero sus ojos continúan cerrados con fuerza.

—Es horrible vivir de ese modo Rudy. —recargo mi frente sobre la suya—. No puedo ni imaginar el infierno por el que estas pasando. ¿Cómo se atreve ella a dañarte de ese modo?

—No es su culpa, tan solo lo hace para vivir en tranquilidad en su propio infierno. —abro los ojos y me encuentro con su mirada.

Tristeza, melancolía y nostalgia inundan esos enigmáticos ojos azules que siempre parecen estar alegres, pero es cierto, muchas personas muestran una sonrisa cuando estan totalmente rotos por dentro.

—Ven acá, necesitas un abrazo fuerte. —lo obligó a levantarse, sentarse sobre mis piernas e ignorando su gran peso, lo envuelvo en fuerte abrazo—. Sabes que cuentas conmigo en todo. 

Él asiente y me abraza con fuerza, hago una mueca de dolor cuando su peso se vuelve insoportable.

—Eh, Rudy... —llamo su atención.

—Sí, sí, lo siento. —dice avergonzado levantándose de un salto.

—Y está es mi novia. —ambos giramos de golpe cuando las puertas se abren de un modo dramático y una helada corriente de aire ingresa por ellas.

Una chica ingresa con sus brazos extendidos tal Elsa al final de su famosa canción. Noah suelta una estruendosa carcajada, su padre mira extrañado a la chica y sus dos hermanos fruncen sus ceños con los brazos cruzados.

—Sayen, ellos son Douglas, Caled, Zack, Rudy el gran alfa y Saven el alma gemela de Caled. —nos presenta de un modo torpe Noah.

—Hola. —saluda tímida Sayen.

Es de la misma altura que Noah, su cabello llega un poco mas abajo de sus hombros, es negro y con unas ondas hermosas, sus ojos son celestes y parecen resaltar con fuerza al ser su piel tan blanca como la nieve. Viste unos pantalones de cuero que le quedan hermosos, una blusa de manga larga blanca y unas botas altas de cuero.

—Ella es la chica que trae loco a mi hermano —escucho como Noah le "susurra" a su novia—, es su novia. 

Lo miro con espanto. La verdad, no me desagrada esa idea, pero ¡no era nada oficial! No habíamos tenido nuestra primera cita oficial.

Caled me guiña un ojo cuando siento mi rostro palidecer y mi cuerpo se deja caer de golpe en la silla.

—El amor, el amor. —canturrea a mi lado Rudy.

—Alta traición. —le gruño.

Susurros de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora