Capítulo Dieciocho: La familia real de Oren.

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—El rey proclama su presencia en el reino. —habla el sujeto—. Desea conocer a la reina de Aren y charlar sobre los términos de su pronta coronación. Por otro lado, su abuela está entusiasmada por conocer a su novia, también mencionó otras cosas, pero no le entendí. Tiene para el anochecer para estar en su reino, el tiempo corre desde ahora príncipe. —saca un reloj de su bolsillo, lo mira y desaparece.

Caled recarga ambos brazos en el porche, me acerco e imitó su acción. Suelto un fuerte suspiro mirando la oscuridad de la noche cubrir la zona.

—Tal parece que tus deberes como rey no te dejarán escapar fácilmente.

—No tienes ni la menor idea de lo que nos espera al entrar a Oren.

—Estoy ansiosa por saber mucho más de este mundo, es fascinante. —golpeo mi hombro contra el suyo—. Al mediodía en la plaza central para partir —acerco mis labios a su oído—, además, estoy ansiosa por saber si eres capaz de seguir con nuestra apuesta, por este beso, no provocó nada, pero en tu amiguito, uy chico, debe de doler. —le guiño un ojo cuando gira su rostro con una mirada divertida—. Nos vemos guapo. —me alejo con una sonrisa triunfante.

Esa noche me sentí orgullosa de mi misma, de lo que era y lo que podía ser. No temí por lo que repararía el día de mañana al conocer la familia real de Oren ni mucho menos lo que sucedería conmigo al ser la última de mi familia. Sin reino ni ser capaz de utilizar mis posibles habilidades, un posible estorbo o algo más... hasta mañana lo sabría.

Ingreso a la cabaña y le doy un rápido vistazo a la habitación de Jordan para pasar a desearle las buenas noches, pero no se encuentra ni aquí, ni otro lugar de la casa. Una vaga idea de donde podría estar pasa por mi cabeza, pero ya sería motivo para molestarla.

(...)

Cuelgo la pequeña mochila de cuero en mi espalda con las pocas prendas que Jordan trajo de mi mundo, miro mi reflejo en el espejo de la cómoda y una pequeña sonrisa me recibe. Una blusa blanca, unos pantalones de cuero y unas hermosas botas. Definitivamente me dedicaría a llevarme un par de esas a mi mundo. Salgo y le entregó la llave a una anciana mujer que me espera fuera, le doy las gracias y camino a la plaza central.

Como era de esperar Jordan se encuentra charlando al lado de Zack con sus mochilas listas, Eva aparece con un vestido azul de seda y su gran corona de piedras del mar y Caled habla con Rudy.

—¡Amiga! —se acerca Jordan a darme un beso en la mejilla y por primera vez en todos nuestros años de amistad veo su marca de enredadera en su hombro izquierdo.

—Me encanta tu marca. —la halago sin apartar la mirada.

—Claramente, todo gracias a este genial chico. —se acerca a Zack con egocentrismo.

Lleva una gran espada colgando de su cintura y una armadura cubriendo un musculoso cuerpo. ¡Dios! A eso se refería Caled con su fiel soldado.

—Todo este tiempo Caled se refería a ti como soldado y no era literal. ¡Qué tonta! —los abrazo a ambos desde sus hombros y los estrujo contra mis costados—. ¡Estoy realmente feliz de que seas el novio de Jordan! Y también de saber a dónde se fue ayer por la noche, espero ver pronto a mis sobrinos queridos. —ambos se sonrojan con fuerza—. ¡Son tal para cual! 

Me alejo dejándolos ser las personas más rojas que vi en toda la vida y me acerco para darle un fuerte abrazo al lobito más particular que vi en toda la vida.

—Realmente te voy a extrañar Rudy. —salto sobre sus brazos y él me estruja contra su cuerpo.

—No seas tonta Saven, también iremos. —habla y puedo imaginarlo con una sonrisa divertida.

Susurros de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora