Capítulo 53 "Mi otra mitad"

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Dice una antigua leyenda griega que Zeus, el Dios del Olimpo, estaba sumamente orgulloso de la perfecta creación que era el ser humano, pero sin embargo al pasar el tiempo se dio cuenta de que este era demasiado perfecto. Por lo cual, los condenó a nacer incompletos. Sí, incompletos. Que esa parte que los hacía ser felices y perfectos no naciera con ellos. Por esa razón cada persona se pasa toda la vida buscando esa mitad faltante. Esa mitad que los completa, que los hace felices. Algunos nunca la encuentran…
Jazmín y Flor eran testigos de que esa leyenda era cierta. Se pasaron toda su vida sintiéndose incompletas, hasta el día en el que el destino las hizo encontrarse
Llegaron a la cabaña entre risas y besos, Jaz se había negado a la fiesta que quería armar Gero, debido a que se le ocurrían miles de formas mejores de celebrar su casamiento. Al fin y al cabo, esa era su luna de miel ¿No?
-Estás loca- dijo Flor sintiendo la textura de la madera de la pared de la cabaña en su espalda
-Sí, pero eso ya lo sabías antes de casarte conmigo, señora Estrella Del Río- dijo Jaz entre besos
-¿Estrella Del Río?- dijo risueña
-Sí, ¿qué tiene? ¿No te gusta?-
-Me encanta- dijo Flor antes de besar aquellos apetitosos labios una vez más
-Mi señora- dijo Jaz mirándola llena de deseo
-Mi señora-
A duras penas lograron abrir la puerta, era tarea difícil debido a que no quería  separarse ni un segundo.  Las manos de Flor exploraban sin parar el cuerpo de Jazmín, la cual parecía querer devorar los labios de la chica.
Entraron dentro de la cabaña y Jaz cerró la puerta a ciegas con su pierna derecha, a la vez que cargaba a Flor y hacía que enredara sus piernas en su cintura.
-Te ves hermosa- dijo Jaz entre besos
-Tú más- le respondió Flor con dificultad debido a que su respiración se hacía cada vez más pesada
-Me muero por sacarte ese vestido-
-¿Qué te impide hacerlo?-
La mirada de Jaz se hizo más oscura, abandonó su verde original para alcanzar un verde oscuro casi llegando a negro debido a la excitación. Sin duda Flor con solo una frase, con solo un gesto la llevaba a sus límites
Sus bocas chocaron en un beso para nada delicado, las finezas eran echadas a un lado, no había lugar para la vergüenza, ni el pudor… no entre ellas. La intimidad que disfrutaban era única, del tipo de intimidad que se tiene cuando compartes tu alma con alguien. Esa que solo se goza cuando encuentras a tu verdadera media naranja.
Jaz caminó a ciegas hasta llegar a la esquina de la cama, donde la dejó caer con total suavidad. Flor quedó semi acostada sobre las sábanas blancas de la cama, mientras Jazmín la observaba desde arriba, hipnotizada por la belleza de su mujer. Porque sí, era su mujer, el amor de su vida
No lo vio venir, ni siquiera se lo esperaba, pero cuando vino a darse cuenta era ella la que estaba acostada en la cama, Flor sobre su cuerpo. Apresándola con sus fuertes muslos.
-Te amo y te ameré siempre, Jazmín- dijo metiendo tras la oreja de la chica un rebelde cabello que se empeñaba en caer sobre su cara
-Yo también, Florencia- respondió Jaz antes de recibir aquellos finos labios que la hacían alcanzar la gloria
Flor se apartó un poco para mirarla una vez más. La amaba, la amaba con locura…
Llevó sus manos hacia lo botones del chaleco de Jazmín, los cuales comenzó a desabotonar uno a uno, sin apartar la mirada por un segundo de aquellos ojos que la volvían loca. Jaz tenía en su rostro esa pequeña sonrisa, que tenia de inocente la misma cantidad que traviesa. La miraba perdida en sus actos, con su respiración pesada y sus ojos oscuros de lujuria, de amor.
Uno, dos, tres… y ya estaba fuera el chaleco de color blanco que cubría a una fina blusa del mismo color.  Flor llevó su mano derecha hacia el pecho de Jazmín, y con total delicadeza comenzó a explorar cada uno de sus lunares. Esos lunares que ya conocía de memoria y que podía encontrarlos con los ojos cerrados.
Mientras la respiración de la colorada era cada vez más pesada, sus ojos se cerraban en contra de su voluntad al sentir los toques de su mujer explorando su hombro, su cuello, sus pechos. Parecía estar esculpiéndola con sus manos, aunque sabía perfectamente por qué lo hacía. Sabía qué era lo que estaba haciendo inconscientemente… quería grabarla, Flor quería grabarla en su mente, en su alma.
Su piel se erizó por completo al sentir las manos de Flor llegar a su espalda baja y comenzar a dejar sus caricias ahí. Escaló de a poco para llegar al broche de su sujetador. Y sin pedir permiso… ¿Permiso para qué? Zafó el maldito cierre, liberando esas dos obras de arte de su prisión.
Los pechos de Jazmín siempre le parecieron perfectos a Flor, tal delicados, pálidos y con esa areola rozada que reinaba en ellos… eran tan apetitosos, que sentía todo su cuerpo estremecerse de solo pensar en ponerlos en su boca.
Puede que ya hubieran hecho el amor mil veces, pero  nunca, a pesar de la confianza que ya se tenía, desaparecía esa emoción, ese nerviosismo al ir descubriendo el cuerpo de la otra.
-Sos lo más lindo que me pasó en este año, Jaz- dijo Flor recostando el cuerpo de Jaz sobre el colchón y colocándose sobre ella. Colocando una pierna a cada lado del cuerpo de la chica, quien la miraba embobada
Las manos de la colorada subieron el vestido blanco con delicadeza, hasta dejarlo fuera del cuerpo de Flor de una vez, y dejar a la chica solamente en una hermosa lencería blanca
Acarició el firme abdomen de su mujer, disfrutando la sensación de la piel de esta erizándose por el camino de sus caricias. Subió y bajó un par de veces por los costados de su chica, la cual no dejaba de mirarla en ningún segundo. Sus miradas solo decía una cosa… amor… el más puro amor que puede haber… ese que no tiene prisa, ese que no entiende de miedos… ese que puede con todo.
-Vos sos lo más lindo que me pasó en la vida- susurró Jaz en respuesta a la frase anterior de su esposa
Al oír esto los ojos de Flor se iluminaron como dos luceros en la noche, y sin pensárselo mucho… ¿qué había qué pensar? Se lanzó sobre los labios de su mujer, quien la recibió a gusto.
Se sumergieron en un beso eterno, de esos que te marcan de por vida. Un beso lleno de promesas, de verdades…
Esa noche hicieron el amor, hicieron el amor como tantas veces había ya hecho, pero como nunca se cansarían de hacerlo.
Sus cuerpos llenos de calor mezclándose, entrelazándose, sintiéndose bajo aquellas finas sábanas blancas. Sus manos entrelazadas en todo momento, sus miradas conectadas. Sus besos que intercalaban entre el cariño y la pasión.
Aquella noche cordobesa fue testigo de los gritos del amor…
De aquellos que no tuvieron fin…
De las uñas de Flor colonizando la espalda de Jazmín, mientras esta se adueñaba con sus  ágiles dedos y su despiadada lengua del ecuador de su cuerpo…
Del grito ahogado de Jazmín al llegar el clímax bajo el cuerpo de su chica…
Aquella noche fue testigo de dos personas que realmente se aman.

                                                                                                                                                                  

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