Capítulo 2

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Salgo de mi aposento a la sala de estar y, como es de costumbre, encuentro a mis hombres sentados frente al computador portátil.

Llevamos tres días aquí, y aunque la idea de venir y descansar ha sido mía, me siento enferma en este sitio. No hago nada y estoy encerrada.

No avanzamos lo que necesitamos debido a la jodida herida en mi abdomen, y eso me está volviendo loca.

—Necesito un informe —le pido a James mientras me dejo caer en el sofá frente a ellos. Sergéy y él se miran en silencio—. No les estoy pidiendo un favor, es una orden —les espeto. Sé lo que tratan de hacer: mantenerme al margen, no "preocuparme", y lo odio—. Necesito llevar un control de la situación de mi organización. —Hago énfasis en las dos últimas palabras.

—Las cosas están agitadas; algunos no están de acuerdo con el nuevo mandato, lo que ha tenido consecuencias. Han muerto muchos efectivos y socios importantes —expone Sergéy.

Asiento sin expresión alguna en mi rostro, aunque por dentro hiervo de furia.

—Lavrov tomó la casona para él y luego se deshizo de todas las pertenencias de los Záitsev —agrega James. Aprieto mis labios y aparto la vista. Quiere desaparecer mi recuerdo, mi nombre—. Lana —llama mi atención y clavo mis ojos en él—, hay más —su voz es cautelosa.

—¿Qué?

—Quiere encontrar a tu familia...

Todo mi cuerpo se tensa, ignoro el dolor que esto causa en mi herida y me levanto del sofá con la mandíbula apretada.

Los quiere matar.

Lo sé, es lo que yo haría con su propia descendencia.

¿Cuánto tiempo pasaría antes de que los encuentre? No lo puedo permitir: primero tendrá que pasar por encima de mi cadáver... y he de decir que no pienso morir.

Recuperarme y prepararme me llevará tiempo.

No sé por cuánto pueda mantenerlos a salvo y lejos de Lavrov, pero me encargaré de que así sea.

—Avisa a Boris. Que los chicos no vayan a la escuela, que se mantengan en el anonimato lo más que puedan. Nada de usar tarjetas ni teléfonos móviles. Que desaparezcan del radar. Si tienen que matar al puto piloto que los llevó, entonces lo hacen —resuello, y mis hombres asienten—. No quiero errores que cuesten las vidas de mi familia.

—Me encargaré de ello, no te preocupes. —James se levanta y se acerca a mí de forma prudente. Posa su mano en mi hombro y me da un intento de lo que es su sonrisa amable—. Cuentas con hombres leales, ellos los mantendrán a salvo.

Respiro hondo y asiento.

—Gracias.

Me doy vuelta y me dirijo a la cocina, allí encuentro una botella de vino para cocinar y me sirvo un vaso sin importarme que esté tomando medicamentos, mucho menos el asqueroso sabor de este. Solo necesito alcohol para controlar mi pulso. Cuando se trata de aquellos a quienes amo, pierdo la razón. Me aterra que les pase algo, dado que ya he perdido demasiado para seguir quedándome sola. No soportaría que muera alguien más por mi culpa.

Al final no me bebo todo el vaso de vino y me devuelvo a mi habitación. La caja de tinte para el pelo se burla de mí desde la cómoda. Sé que debo ocultarme por un tiempo, pero cambiar lo que soy es lo que no me gusta. Por muy lamentable que sea, ya no soy Svetlana, no por el momento.

—Hola.

Me giro para ver a Dasha asomándose por mi puerta con una pequeña sonrisa.

—Hola —trato de sonar casual.

La Rusa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora