Prólogo

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Me dirijo al frente con pisadas fuertes e imponentes. El sonido de mis tacones golpeando en el piso de cerámica del ostentoso edificio principal de las Empresas Liebeskind resuena en todo el salón, de este modo llama la atención de todos los trabajadores del área de recursos humanos.

Una sonrisa arrogante, y a la vez con falsa inocencia, se forma en mis labios al tener tantos ojos encima.

Estoy feliz.

Al fin doy un paso hacia mis planes y espero con firmeza cumplirlos todos.

—Por aquí, señorita Koch —se dirige a mí la encargada de las entrevistas, quien sigo cuando me muestra una puerta hacia una oficina.

—Gracias —digo educada cuando ella sostiene la puerta para mí.

Echo un vistazo por el enorme cristal que hace de pared, entonces me puedo percatar que muchas miradas todavía están en mí; unas recelosas, unas intrigadas y otras indiferentes.

He de admitir que me encantan las primeras. Hacía mucho tiempo que no saboreaba la sensación de desconfianza de otros.

—Y dígame, señorita Koch, ¿por qué debería darle el trabajo a usted? —cuestiona la entrevistadora. Vuelvo mi interés a ella con una sonrisa amable que oculta mis verdaderas intenciones.

—Siendo sincera, señora Schmidt, porque he visto su cara de decepción al despedir a cada chica que ha entrevistado. Le puedo asegurar que soy la mujer que busca, tengo los conocimientos y la paciencia para ser la asistente ejecutiva de la empresa. —Cruzo mis piernas para mostrarme muy segura de mí misma.

Ella me vuelve a repasar de arriba abajo con descaro, luego posa sus dedos en su barbilla.

—Tienes razón. Estoy decepcionada de las postulantes, ninguna parece ser digna. Usted, sin embargo, tiene carácter, y eso me gusta, mas no tiene experiencia laboral. —Chasquea la lengua.

Sonrío, relajada.

—No, no la tengo, pero tengo entendido que el puesto es para una becaria.

La encargada de las contrataciones me observa con media sonrisa. Sus ojos se dirigen a mi escote un poco descubierto y luego hojea la carpeta con mi expediente.

«Ya la tengo», celebro en mi interior.

—Así es. Y como no tengo más opciones, me voy a arriesgar contigo. Pareces ser lo que buscamos para el puesto; tendrás una semana de prueba.

—Le prometo que no se va a arrepentir. —Me levanto y me inclino sobre su escritorio, sin importar que nos estén viendo afuera, y le muestro de forma descarada la cima de mis senos. Su mirada viaja allí de inmediato—. Y siempre cumplo mis promesas —susurro en un tono sugerente.

—Bienvenida a Empresas Liebeskind.

Vuelvo a sonreír, esta vez triunfante.

Me encanta obtener todo lo que quiero. 

La Rusa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora