Capítulo 9

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Aún después de varias semanas siento el sabor amargo de la mirada y las palabras llenas de odio de Leonide, el capitán rebelde que tuvo la osadía de enfrentarme sin conocer las consecuencias de ello. La gran mayoría de los hombres de Maxim son completamente leales a él y, por ende, a mí. Presiento que serán un problema más adelante.

Ajusto mi chaqueta cubriéndome de una mañana fría. Octubre ha llegado con temperaturas no congelantes, pero sí frescas y agradables.

Llego al edificio y hago la rutina de cada día para recibir al demasiado serio Dierk.

He estudiado su comportamiento, es un hombre de costumbre, ya que hace lo mismo cada día y eso suele ser algo peligroso para el mundo en que se maneja. Es mejor siempre ser impredecible. También es cerrado y habla poco. Son cosas que ya sabía, sin embargo, que he confirmado de primera mano. Mis coqueteos, mis movimientos sensuales y calculados parece no notarlos o no importarles. Y eso es un problema para mis fines.

Con un suspiro y dispuesta a ser más obvia, salgo de la cocina con el café recién hecho. Me topo con dos personas que no había visto por aquí, pero que sé quiénes son a la perfección: Ancel y Mallory Liebeskind, los hermanos de Dierk, que, según los trabajadores de esta planta, son los seres más insufribles que alguien haya conocido. Ella es la primera en verme, sus ojos me recorren con superioridad de arriba abajo y luego hace una mueca cuando se detiene en la bandeja en mis manos. Levanto una ceja en reacción. ¿Acaso cree que me va a ofender con su ridícula mirada de niña mimada y altanera?

—¿Eres la nueva asistente de Dierk? Esperaba más... presencia —expresa con desinterés y su hermano Ancel se vuelve a verme.

—Se supone que hice una solicitud para una empresa multinacional, no para una agencia de modelos. Lamento decepcionarla, señorita Liebeskind. —La mordacidad en mis palabras no le gusta y su rostro se crispa. Ancel sonríe de lado y Wanda se pone rígida detrás de su escritorio—. Si me disculpa.

Trato de pasar por su lado, pero me lo impide con un golpe de su mano en la bandeja. El café ardiendo vuela directo a mi pecho y dejo salir un siseo entre dientes. Tomo una respiración profunda para no girarme y sacarle los ojos con mis dedos. Por supuesto que ella lo iba a hacer, esa mujer es tan ridículamente obvia.

El jadeo de mis compañeros de trabajo me devuelve a la realidad. Me vuelvo sobre mi eje y le doy una sonrisa amable que hace flaquear la suya, la cual es burlona.

—Eso te enseñará a respetar a tus superiores.

—Si los superiores se comportan como tú, no pueden ir por ahí exigiendo respeto —le responde Ancel quitándome las palabras de la boca. Él me guiña un ojo y ella se sonroja de ira—. Vamos a mi oficina, hermanita.

Él no me agrada para nada. Su expresión amistosa oculta algo más oscuro. Le sonrío de vuelta, incluso parezco encantada por su "caballerosidad". Se lleva a rastras a la mujer que podría tener mi edad, pero de lejos mi grado de madurez, esto me añade unos años más. El lobby de la presidencia queda en un tenso silencio.

—Deberías ir a arreglar eso. Yo recojo el desastre —sugiere Wanda luego de unos segundos.

Le agradezco.

Me encamino hacia la oficina y quito mi chaqueta, que ha quedado libre del café a duras penas, y comienzo a sacar mi camisa arruinada.

Me quedo en sostén unos minutos. Limpio mi piel con las servilletas desechables que tengo en el escritorio y maldigo la existencia de Mallory.

—Creo haberte contratado para algo completamente distinto al exhibicionismo. —La voz dura y ronca de Dierk provoca que todo el vello de mi espalda se erice. Ha llegado más temprano que de costumbre. Lo enfrento sin importarme la semidesnudez de mi pecho.

La Rusa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora