—Te estaba buscando. Tenemos mucho que planear para la boda. —Desvío mi vista del escape de Mallory para fijar una mirada confundida en su madre—. No me mires así, querida. Una boda se toma tiempo de preparación y mi hijo no me lo ha puesto fácil.
—No estoy entendiendo. —No sé si soy estúpida o a Dierk se le olvidó decirme algo.
—¡Se casarán en dos meses, Bárbara! Justo antes de Navidad. —Mis cejas se disparan hacia arriba. ¿Por qué no sabía eso? Odio cuando toman decisiones sin antes consultarme. El rostro de Zelinda se desfigura con incomodidad—. No lo sabías. Pensé que sí... Como Dierk lo ha estado comentando con todos.
Aprieto mis labios para no decir cosas de las que me puedo arrepentir. Ese imbécil cree que hará siempre lo que le plazca. Ya veremos cuando yo decida no casarme dentro de dos meses.
—Si apenas hace unas horas nos comprometimos, es lógico que no haya fecha.
La mujer sonríe, avergonzada.
—Tienes razón, pero por lo general los hombres Liebeskind son impacientes y ellos son los que toman las decisiones.
Mi sangre hierve ante tal afirmación tan sumisa y ridícula. Su mirada apenada y su tono de voz conciliador empeoran la situación. ¿De verdad cree que voy a ser una esposa como ella?
—No en este caso, Zelinda. Yo tengo voz y participación en mi boda, ¿no estás de acuerdo? —Ella pestañea, sorprendida ante mi tono borde y cortante—. Puedes encargarte de la preparación, del vestido me encargo solo yo. Y la fecha está en discusión.
Paso por su lado sin esperar alguna respuesta.
Bajo las escaleras con pasos determinantes, Dierk me va a escuchar. Si piensa que seré su maldita marioneta, está equivocado. Este es un negocio de los dos, ambos discutiremos cuándo se realizará algo, en este caso el maldito matrimonio que ya está comenzando a darme dolores de cabeza.
La recepción no parece tener fin. Hombres beben y ríen mientras sus clichés de esposas murmuran entre ellas y se dan miradas despectivas unas a las otras. Busco a Dierk con la vista y no lo encuentro. Decido caminar más al centro del restaurante, entonces una mano se cierra en mi brazo y unos labios rozan mi oído. Estoy a punto de tirar un golpe hacia atrás, cuando la voz de Liebeskind me hace bajar solo un poco la guardia: —¿Qué ha pasado allá arriba?
—¿Qué mierda has estado diciendo? —le respondo con otra pregunta. Mis palabras teñidas de enojo.
Dierk me da la vuelta. Sus manos se aferran a mi cintura y me pega a su cuerpo. Mis ojos taladran los suyos y le demuestran toda la rabia en mi sistema.
—Te hice una pregunta —advierte serio. Sonrío con desdén.
—Y yo te hice otra. ¿Por qué mierda no me consultas las cosas? Mira que me da lo mismo abandonar todo —le espeto entre dientes. Sus luceros se encienden con soberbia.
—Me necesitas.
—No eres imprescindible.
Nos retamos con la mirada unos segundos hasta que él rompe el duelo bajando su cabeza y besando mis labios con una ternura que envía escalofríos por todo mi cuerpo. No de los buenos, de los malos.
—Mi gente pregunta. Debo responder con seguridad, no es apropiado que diga que tengo que consultarte primero.
Dejo salir un resoplido cual toro.
—Esto es una jodida mierda.
Trato de salirme de su agarre, pero él lo aprieta más casi al punto del dolor. Viro los ojos y trato de relajarme en sus brazos. No puedo luchar, pues el machismo en el Linaje no es mi guerra por ahora. Solo espero poder soportarlo el poco tiempo que pretendo durar aliada a Dierk.
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La Rusa©
General Fiction***DISPONIBLE LIBRO EN FÍSICO*** Muchos piensan que estoy abatida, que han acabado conmigo. Se regocijan porque creen que exterminaron a Lana Záitseva. Sus mentes tan pequeñas no se detuvieron a pensar que podría estar viva. ¡Pobre crédulos! Estoy...