Capítulo 29

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Luego de asegurarme que llevaran a Alisa y Tamara Lavrova al centro de salud, le otorgué a los gemelos la oportunidad de darse una ducha y prepararse para la declaración de lealtad. Son unos niños, apenas trece años, pero a diferencia con Denis, no les daré la dicha de vivir su niñez. Es parte de mi castigo, al fin y al cabo, ellos ya han visto demasiado, su inocencia está corrompida.

Me dirijo a mi habitación para prepararme para el espectáculo, porque es justamente lo que voy a montar. Todo un show para que sepan a la humillación que serán sometidos si recurren a la traición.

Ningún hombre de nuestro mundo está entrenado para soportar con valentía el ser humillado y ultrajado, es como un sacrilegio para ellos que alguien los ponga en ridículo delante de una multitud, y es mucho peor si esto es causado por una mujer.

Me coloco una liga con dos fundas para cuchillos en el muslo y meto mis navajas allí. Me calzo los tacones plateados y con cuidado deslizo el vestido blanco por todo mi cuerpo. Es una prenda de gala de un hermoso blanco impoluto que se ciñe a mi cuerpo por completo, de mangas largas y sin escote frontal, pero dejando toda mi espalda descubierta. También tiene una abertura en mi pierna que deja entrever a la perfección mis cuchillos.

Completo mi atuendo con un abrigo de piel sintética, igual de blanco, que rueda en el piso. Esto me cubrirá del frío abrazador del exterior.

Dejo que las onduladas extensiones caigan sobre mis hombros y espalda. Me considero lista para la función. Agarro mi teléfono y le dejo un mensaje a Sergéy para que tenga a mis lobos listos para mi llegada, es entonces que salgo de la habitación con una sola meta en mente: acabar con Lavrov.

Bajo las escaleras con lentitud cuidando de no tropezar con mi vestido. En el lobby se encuentra mi guardaespaldas, quien acaricia a Mac por detrás de su oreja. Este se restriega gustoso contra la mano de Sergéy y gime satisfecho. Él es una de las pocas personas que ellos dejan que los toquen, y eso me hace saber que mi hombre es confiable del todo. Sé que su lealtad está conmigo.

—¿Estamos listos? —inquiero al llegar al piso y me encamino hacia ellos. Mis lobos con rapidez llegan a mi encuentro y Sergéy se pone de pie para quedarse rígido al verme de arriba hacia abajo—. ¿Sucede algo?

—Sonrío.

Niega con un gesto y traga grueso.

—Pareces salida de una corte celestial. ¡Joder, te queda el blanco!

—Parece embobado y dejo salir una suave risa.

—Deja de adularme y mejor dime si todos allá afuera ya están esperándome. —Vuelve a su postura profesional en un segundo.

—Claro. Están todos los hombres justo como lo pediste, incluso los de Liebeskind.

—Estos últimos no me importan ahora, ya tendré mi oportunidad con ellos. —Le envío una mirada significativa y Sergéy frunce el ceño—. Vamos.

Ejerciendo su papel como escolta, abre las puertas de la casona para mí; a mi lado Mac y Cleo esperan a que comience a caminar para ellos seguirme.

Cuando lo hago y salgo al exterior, el frío y el murmullo de voces masculinas es de lo primero que me percato. En el centro del jardín está acomodada la caja transparente y las centenas de hombres que trabajan para la Bratva, están a su alrededor. En el escenario, cerca de la caja, están Taras y su padre, los únicos que forman parte de la dirección hasta ahora. El primero es mi mano derecha y el mayor mi consejero. No hay nadie más con poder, todos los restantes son soldados, tipos que están a punto de jurar por sus vidas.

La Rusa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora