Capítulo 20

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—¿Qué? ¿No te gusta cómo luzco? —pregunto con un toque de ironía en mi voz.

Ella frunce los labios.

Su ojo izquierdo comienza a parpadear sin control y creo que está a punto de explotar, pero ella respira hondo y me brinda una sonrisa tensa. Vaya autocontrol.

—Se suponía que era un vestido blanco. No puedes aparecerte así a la iglesia, es inapropiado. Nunca debí dejarte a cargo del vestido. —Levanto una ceja incrédula por sus palabras. ¿Ella de verdad piensa que yo la dejaría hacer lo que quiera conmigo? Es cierto que no me conoce.

—Yo soy la novia aquí, y quien decide qué ponerse, soy yo. ¿Está claro? Puedes conseguir mil vestidos y no me los pondré, con este me caso y no hay que discutirlo. —Le doy una mirada amenazante, dejo caer la máscara que utilizaba con ella. Zelinda palidece y asiente—. Bien. Ahora vámonos, estamos tarde.

Paso por su lado y le quito el ramo de sus manos. Ella me sigue a una distancia prudente por todo el corredor hacia las escaleras, allí por fin decide acercarse para ayudarme con la cola del vestido y el velo. Nos tomamos unos buenos minutos intentando no caernos, y cuando estamos en el recibidor, me percato de la presencia de Jens. Este abre los ojos con asombro al verme, pero no comenta nada. Es un hombre inteligente y precavido. Él también me ayuda con el pomposo vestido y nos conduce hacia el Rolls Royce. Justo en estos instantes agradezco el tamaño del vehículo en la parte de atrás, porque me tomo todo el asiento para mí.

Zelinda se sienta de copiloto y segundos después nos incorporamos a la calle. Falta muy poco para la seis, algunos diez minutos tal vez y el trayecto hacia la iglesia que eligió mi futura suegra es de media hora, más o menos. Eso significa que llegaré con veinte minutos de retraso. Y eso es estupendo, pues mi entrada será más épica. Además, la novia siempre llega tarde.

Jens hace récord conduciendo, arriba a la iglesia en la mitad del tiempo. El lugar es una estructura de estilo neogótico, algo más o menos parecido a un castillo. Pertenece a la religión católica y es uno de los lugares más costosos y prestigiosos para contraer nupcias. Una estupidez, si me preguntan. Nunca he creído en religiones y sobre Dios; mi fe es muy pobre, por no decir nula. Se deja de seguir a un ser superior cuando matas a tu primera persona. Al parecer, el Linaje no, ellos son muy devotos. Una maldita ironía, pero creyentes, al fin y al cabo, es por eso que cada boda de la familia se celebra en esta catedral.

En las enormes puertas se aglomera un buen grupo de personas, entre ellas puedo ver a Dierk con el ceño profundamente fruncido. Una sonrisa se desliza en mis labios. ¿Acaso cree que me he escapado? Svetlana nunca huye.

Un grito alertando que ha llegado la novia hace que todo el mundo comience a entrar a la iglesia y que mi futuro esposo mire en dirección al vehículo; trata de ver entre los vidrios tintados, pero es empujado por su hermano y padrino de bodas al interior junto con las demás personas. Varios cuerpos familiares esperan a que salga. James es uno de ellos, otro es Enriko Liebeskind, quien se suponía iba a entregarme en el altar. Las otras dos son Mallory y Jessika, mis damas de honor, las que por supuesto deben estar hirviendo de rabia por sus nada deseados puestos.

El chofer me ayuda a salir y con gran dificultad lo hago.

Oigo el jadeo de dos voces femeninas y sé que es una reacción más por mi vestido. No puedo evitar sonreír y lo hago abiertamente.

Levanto la mirada y encuentro dos pares de ojos azules que me ven como si hubiera cometido sacrilegio. Ambas están vestidas igual, con un traje de lentejuelas doradas, largo y ajustado al cuerpo, escote strapless y una abertura en la pierna derecha. Peinadas con un semirrecogido con ondas y un pequeño ramo de rosas blancas. Me pregunto qué sienten hacia mí, además de odio y rabia. Mira que actuar a ser la dama de honor de alguien a quien aborreces no debe ser lindo.

La Rusa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora