Capítulo 36

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A pesar de estar todo el resto de la tarde y toda la noche junto a Taras, no quedamos en nada concreto, y es que no lo necesitamos. Sabemos lo que sentimos, lo que queremos y las palabras sobran. Han pasado tres días y aunque me hubiera gustado que él se quedara a mi lado, en mi cama específicamente, hay límites que no debemos sobrepasar.

Sé que Dierk tiene un ojo sobre mí y no me gustaría que le haga daño a Taras, porque entonces tendría que matarlo y mis planes se arruinarían, así que es mejor mantener las distancias por el momento, aunque en la soledad de mi oficina nos encerremos en nuestra burbuja de lujuria.

—¿Por qué te tienes que ir de nuevo? No hemos jugado ni una sola vez desde que volvimos y ahora te vas. ¡No es justo! —Yelena se cruza de brazos y hace un mohín enojado que la hace ver demasiado adorable.

Me río mientras termino de ponerme mis pendientes.

—Tengo trabajo que hacer, cariño. Prometo jugar contigo cuando vuelva.

—Los grandes siempre están ocupados, Lena. Y ya Lana creció, no tiene tiempo para jugar con niños —dice Mila con expresión resignada y eso hace fruncir mi ceño. No creo que papá y Sherlyn la hayan dejado tanto tiempo sola como para que tenga ese tipo de pensamientos.

—No tengo tiempo ahora, pero luego lo tendré. Lo juro. —Me acerco a mis hermanas y acaricio sus mejillas regordetas—. Ahora me tengo que ir. Las amo.

Dejo un beso a cada una en su frente y cuando voy a hacer lo mismo con Yarik, él se aparta con brusquedad y sale dando un portazo. Levanto las cejas, asombrada. Ha estado enojado desde que se ha enterado de mi nuevo viaje, mas este temperamento es desconocido para mí. No era tan malcriado hace unos meses, ahora grita y tira cosas. Eso no me está gustando para nada. No quiero que se convierta en un niño grosero y tenga mal comportamiento.

Vuelvo a despedirme de las niñas y salgo de mi habitación en dirección a la de Yaroslav, quiero tener una conversación con ese niño antes de irme a Alemania. Toco la puerta antes de entrar y lo encuentro tirado boca abajo en su cama. Me cruzo de brazos y me acerco un poco a él.

—No me gusta cómo te estás comportando, Yaroslav. Estás siendo muy maleducado y estoy segura de que mamá no te ha enseñado esas cosas. ¿Me puedes decir qué sucede? —Espero unos segundos a que responda. Solo hace un movimiento negativo con su cabeza, suspiro—. Bien. Me temo entonces que tendré que castigarte hasta que tengas diez años, tú decide. —Vuelve a quedarse en silencio, pero esta vez se encoge de hombros. Está siendo indiferente—. Estás castigado, Yaroslav Záitsev, y no me hables hasta que cambies tu forma de ser.

Salgo de allí en dirección a la sala de estar, donde debe estar esperando Sergéy junto a mis cosas. Al llegar me encuentro a mi familia, todos sentados en los sofás.

—Pensabas irte sin despedirte —resuella mi madre.

Bizqueo.

—Por supuesto que no. —Me acerco a ella y le doy un abrazo—. Yarik está castigado hasta que no cambie ese temperamento tan explosivo que ha adquirido. Sin televisión, sin videojuegos, sin juguetes —le digo en su oído y ella frunce el ceño, pero asiente—. Confío en que no seas tan blanda con él, necesita cambiar.

—Está bien. Lo haré.

—Yo hablaré con ese chico, no te preocupes —promete mi padre.

Asiento antes de abrazarlo a él también.

—Deberías. También necesita una figura paterna. —Por último, me despido de Sherlyn y le hago una seña a Sergéy para que saque el equipaje—. Espero volver en una semana. Tú quedas a cargo, papá. Taras y su padre ya están al tanto.

La Rusa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora