Capítulo 38

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Las guerras se ganan aprovechando las debilidades de tu oponente y haciéndote sentir entre sus seguidores, además de imponerte sobre ellos. Es lo que he hecho con el Linaje. En las mafias, por lo general, alguien siempre espera el momento adecuado para derrocar al más influyente y tomar su lugar; los subordinados se someten a ellos luego de rendirse. Es por ello que nunca, pero nunca, se debe bajar la guardia. Ya me pasó una vez, no habrá una segunda.

Dierk confió demasiado en su mandato y en mí, por lo visto. El golpe ha sido certero y doloroso. Me encargaré de recordárselo, porque sí, pues lo mantendré vivo hasta que su cuerpo resista para que vea su más grave error tomando forma cada día.

El amanecer es turbio y silencioso. La casa de los Liebeskind está llena de policías, según las cámaras de seguridad, pero no van a encontrar nada que incrimine a alguien en específico. No hay cadáveres. Hay demasiadas huellas, demasiado ADN; era una fiesta, es casi imposible hallar un culpable entre tantas personas con distintos testimonios. La policía conoce quién vivía ahí y tampoco le importa mucho el paradero de dichas personas. Hombres y mujeres muertos que serán quemados en un terreno baldío y que no serán reclamados por nadie. Al menos algunos.

—La casa será abandonada, nadie volverá allí —le digo a los hombres presentes y ellos asienten—. ¿Alguna noticia de Mallory y Jessika?

—Ninguna hasta ahora, señora —murmura otro.

Suspiro. ¿Cómo mierda pude permitir que se cometiera ese error? Mallory y Jessika debieron morir junto con los demás; ahora tengo un problema extra que tratar.

Quiero que limpien la zona. Cualquier rebelde será callado y aquellos que traten de escapar también. Necesito a los hombres reunidos a las dos de la tarde para asignar un nuevo capitán y mi avión listo para las seis. No quiero retrasos, ni excusas, ya estoy harta de tanta incompetencia —ordeno con severidad.

Los soldados presentes recitan un escueto «sí, señora» y dan media vuelta para comenzar sus labores.

Todavía me sorprende que solo varias horas después ya todos actúen bajo mis órdenes. Supongo que piensan que es mejor unirse que revelarse, al fin y al cabo, no tienen a nadie que los gobierne ahora y elegirse a sí mismos para la labor no es una opción.

Cambio de posición en mi sillón y Cleo levanta la cabeza para verme, luego se recuesta de nuevo sobre sus patas cuando percibe que no voy a ponerme de pie. La he notado más cansada y más tranquila de lo normal, lo que me ha hecho pensar que está enferma o está preñada, y creo que me inclinaría más por la segunda teniendo en cuenta el comportamiento posesivo que tiene Mac con ella.

Los observo a ambos a mis pies: evitan que alguien se me acerque más de lo que ellos consideren apropiado y aunque suene ridículo, pienso que me cuidan de aquellos en quienes desconfían. Hace dos horas que estoy descansando en esta pequeña sala de la casa de Maxim y mis lobos se han mantenido alerta a cualquier movimiento de todos los que se acercan a hablarme. Es raro y reconfortante a la vez.

Siento otra vez la pequeña molestia en el vientre bajo que me ha llevado a sentarme en contra de mi voluntad.

Hago una mueca.

Son pequeños cólicos, como cuando duele en la regla, y pese a que no lo quiera admitir, estoy preocupada. No quiero que a mi bebé le suceda algo.

Unos pasos hacen que levante la mirada hacia la entrada y a mis lobos gruñir. Cuando Sergéy aparece me relajo un poco y dejo que llegue hasta mí.

—¿Estás bien? —pregunta preocupado.

—Lo estoy. —Me encojo de hombros y él me mira con desconfianza—. Sí estoy bien, Sergéy. ¿Qué quieres que te diga?

La Rusa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora