Cuando comienzan a servir las copas de vino espumante, me inclino hacia Dierk y con descaro pongo una mano en su entrepierna. Él se tensa y me lanza una mirada ceñuda, a lo cual yo respondo apretando mi mano. Pego mis labios a su oído y susurro con voz necesitada:
—Estoy muy caliente, amor. Te quiero dentro de mí. —Dejo un pequeño beso debajo de su oreja y lo siento gruñir por lo bajo.
—¿Es en serio, Svetlana? ¿Ahora? Es el brindis por el cumpleaños de mi madre —dice entre dientes y casi imperceptible.
Una de las copas llega a manos de Dierk y aprieto los labios. No puedo permitir que beba.
—Te deseo ahora —jadeo insistente, y siento entre mis dedos cómo comienza a crecer—. Si no quieres satisfacerme, entonces me iré al baño sola y me tocaré.
Él oculta un gemido con un carraspeo y me observa con ojos oscuros y lascivos. Muerdo mi labio inferior. Cuando estoy a punto de lograr que Dierk ceda a mis provocaciones, siento cómo la bilis sube por mi garganta con un desagradable sabor a cordero. Llevo mi mano a mi boca, me levanto bruscamente de la silla, tomo mi bolso y echo a correr hacia el primer baño que encuentre.
Siento todas las miradas de los presentes en mí y escucho la voz de mi esposo diciendo que continúen, que él se hará cargo de mí.
Llego al váter del baño para visitas y expulso toda la cena.
Me estremezco por las arcadas y el asco. Aprietos los ojos para controlar las lágrimas. ¡Joder, qué mal es esto!
—Lana. —Dierk entra al baño y sin verlo, levanto una mano para que me deje tranquila, a la vez que otro torrente de vómito me quiere ahogar—. Maldición, preciosa, te estás vaciando.
Cuando por fin termino, me tiembla todo el cuerpo por el esfuerzo.
Me dejo caer en el piso y Dierk se pone en cuclillas frente a mí luego de descargar el inodoro. Me estudia y frunce el ceño, casi parece preocupado.
—¿Estás bien?
Suspiro y asiento. Limpio un poco de sudor de mi frente; me duele la garganta por el esfuerzo. Al menos este mal rato ha servido para alejar a Dierk del cianuro. Supongo que debo verle el lado bueno a las cosas.
—Estoy bien, amor. —Llevo mi mano a su mejilla y lo acaricio—. A nuestro bebé no le gustó el cordero.
—Sí, eso veo. Creí que era una táctica para manipularme. —Sonríe y me toma de las axilas para ayudarme a levantar—. Lávate, preciosa.
Yo me acerco al lavabo y él busca en una de las gavetas un cepillo de dientes y pasta. Me lo tiende y yo me quito el desagradable gusto de mi boca. Mi marido espera pacientemente a que me ponga decente. Cuando por fin obtengo un buen resultado con algo de maquillaje, me giro hacia él.
—Vaya rato. —Hago una mueca.
Dierk se acerca a mí hasta encerrarme entre su enorme cuerpo y el lavabo.
—¿Todavía estás caliente? De todas formas, me he perdido el brindis, ya no importa si nos ausentamos un rato más. —Me toma de las caderas y me sube a la mesa de granito. Enredo su cuello con mis brazos y sonrío con coquetería.
—Siempre estoy caliente si se trata de ti —miento. Le doy un beso lento en sus labios y él se mete entre mis piernas para profundizarlo.
Sus manos se mueven por todo mi cuerpo y me atrae a su entrepierna para frotar nuestros sexos. Dejo salir un pequeño gemido y permito que viaje a mi cuello para degustarlo a su antojo. Con lentitud busco con mi mano mi bolso y me aseguro de que Dierk no esté viendo al besarlo de nuevo.
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La Rusa©
General Fiction***DISPONIBLE LIBRO EN FÍSICO*** Muchos piensan que estoy abatida, que han acabado conmigo. Se regocijan porque creen que exterminaron a Lana Záitseva. Sus mentes tan pequeñas no se detuvieron a pensar que podría estar viva. ¡Pobre crédulos! Estoy...