Capítulo 1: Tierra Desconocida

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Toda la tranquilidad y paz que ofrecía Auradon, la tierra de los cuentos de Hadas, fue interrumpida.

Desde el canto de las aves y el cielo despejado hasta el curso normal de la rutina diaria del lugar. Todo, absolutamente todo, pareció por un momento distorsionarse.

Siete cuerpos caen aparentemente de la nada con muy poco tacto. Solo se logran escuchar gritos de dolor y sorpresa. Quejidos, maldiciones, y palabras sin sentido se escuchan y luego el portal que los trajo se cierra, regresando todo a la normalidad.

Una mujer vestida con un extravagante vestido morado y negro, que había caído sobre su trasero en pasto verde y bien cuidado, es la primera en ponerse de pie, seguido de buscar a su único hijo entre el pequeño grupo, quien estaba boca arriba mirando el cielo sin ningún daño aparente.

—¿Dónde demonios estamos, Swan? —preguntó, mirando a lo más cercano que puede llamar amiga.

La mujer rubia a la que miró en busca de ayuda solo se frota el brazo derecho y alza los hombros con aire preocupado. El hombre a su lado la abraza al ver que no tiene tantas fuerzas luego de la pelea que habían librado por muy poco. Su garfio brilla ante el encandilante sol.

Muchas historias entrelazadas. Muchas preguntas. Muchas más dudas.

—¡Esa maldita Hada Negra y su hijo traidor! — exclamó de pronto otra mujer más bajita de pelo negro y mirada bondadosa.

En la tierra de la que provienen la llaman Blancanieves, o Mary Margaret.

Ésta sostenía a un bebé en brazos, siendo ayudada a ponerse de pie por su esposo. El bebé está bien, no recibió ninguna clase de daño. La madre se aseguró de que así fuera.

—¿Estás bien, Nieves? —le preguntó él, revisandola de pies a cabeza. Miró a su hijo dormir tranquilamente como si nada perturbara su sueño—Neal está bien. ¿Verdad?

—Lo está, cariño. Ni siquiera sintió la caída.

David suspiró aliviado. El rey del Bosque Encantado observó a su hija, quien al parecer, necesitaba descansar.

No era para menos. La batalla que libró salvadora casi terminó con su vida.

—Este lugar es... tan soleado— murmuró la Reina Malvada, usando su mano para cubrir sus ojos del sol.

—Es lo de menos ahora, Regina— objeta Emma, mirándola con seriedad—. No sabemos qué tan lejos estamos de casa, no sabemos ni siquiera en qué tiempo o mundo estamos varados. Como si eso fuera sorpresa, claro.

—No digas nada, Swan. Si me hubieras hecho caso nada de esto habría pasado—recriminó chasqueando los dedos, una nube morada envolviendo su cuerpo. Su ropa fue reemplazada por otra más ligera, sin perder el toque de elegancia con los colores oscuros. El gesto de su cara se tornó complacido—. Al menos tengo magia. No habrá problema para regresar.

—¿Me estás echando la culpa?— Emma se alejó del apoyo de su actual esposo y se acercó a paso tambaleante a Regina Mills, quien le sonrió apenas y la atrapó cuando perdió el equilibrio— repite lo que dijiste. Ahora—exigió, sin sonar para nada amenazante. Estaba agotada, exhausta, dolorida de todos lados.

—No te hagas la digna. El hechizo que lanzaste fue demasiado simple, casi como si no hubieras querido matarla.

—¡No quería!

—Ah, ustedes los héroes son tan blandos... —suspiró regresando a Emma a los brazos del pirata del garfio—. Capitán, ya que eres un hombre que viajó por cada rincón de todos los reinos, ¿sabes dónde estamos?

Perdidos en Auradon [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora