Capítulo 11: Chantaje

1.3K 90 13
                                    

Mientras tanto...

-Storybrooke, Maine-

Para Gold, sí había algo más importante que la magia; su familia. Obtener a Bella y Gideon a cambio de traicionar a Regina y a los suyos, era un precio que al principio sí estuvo dispuesto a pagar. Pero, conforme el hechizo los envolvía, el rostro de su nieto torturaba su mente. ¿Qué le diría su hijo Bael? Henry también era su sangre, único recuerdo de su primer hijo fallecido que conservaba algunos de sus rasgos, y que incluso, mostraba el mismo espíritu. Ahora, que sabía que estaba vivo en algún reino de otro mundo, no sabía que hacer respecto a eso. ¿Les advertía que su madre ya sabía dónde estaban?

—¿Papá?— la voz de Gideon lo sacó de sus pensamientos—. ¿Todo está bien?

—Claro que sí, hijo. Todo está bien.

El Oscuro lo saludó dándole un abrazo, colocando una mano sobre su pecho, sintiendo el recién recuperado corazón de su hijo latir, fuerte y constante. Gideon, acostumbrado a esas muestras de afecto, lo correspondió con normalidad.

—¿Y tu madre?

—En la biblioteca.

Rumplestilskin sonrió al escuchar aquello tan usual en su esposa. Su dulce esposa que ignoraba todo lo que hizo para que su familia estuviera al fin unida, y la cual también estaba hechizada. Borrar de su mente los errores cometidos por él fue lo único que pudo hacer para que se quedara a su lado. La sonrisa se desvaneció de su rostro, poco a poco, transformándose en una mueca de preocupación. La perdería totalmente. Cuando ella supiera la verdad, se iría definitivamente de su lado. Para siempre.

—Papá, no luces muy bien.

—Tonterías. Ve a abrir la tienda, ya es hora— le pidió, a lo que el joven accedió dubitativo.

Salió por la puerta, al final siendo seguido por el hombre que le dio la vida. Rumple decidió elegir lo que haría al día siguiente. Se entretuvo mirando la correspondencia antes de entrar a la tienda.

—¿Pa-padre?— gritó Gideon, el pánico trepando por su garganta.

Gold sintió de inmediato que algo andaba mal. Apareció en medio de la tienda buscando de inmediato a su hijo, llevándose la horrorosa sorpresa de que ahí estaba el Hada Negra, con Gideon a su lado. El rostro del joven estaba teñido de horror. La mujer era tan terrorífica que algo dentro de sus recuerdos se agitó, provocandole una parálisis que le impidió moverse aún cuando ella se colocó a su lado.

—Hola, Rumple.

—¿Qué quieres? ¡Deja a mi hijo ahora! — exigió.

—Yo lo crié. ¿En esto lo has convertido? Siempre fue débil, pero ahora da lástima.

El Hada Negra sonrió. Su sonrisa espeluznante no auguraba nada bueno, el Oscuro lo presentía. Y cuando la mano de ella traspasó el pecho de su hijo, supo de inmediato cuál era su intención. De nuevo lo haría.

—¡No!

El corazón de Gideon fue extraído. Fiona sonrió aún más al ver los intentos desesperados de Gold por hacer algo, sin atreverse a moverse. Lo estrujo entre sus dedos, solo un poco, lo suficiente como para que Gideon gritara de agonía. ¿Por qué aquello era tan familiar? Su padre estaba ahí. No hacía nada. ¿Estaba temblando?

—No lo hagas, por favor. No él.

—¿Creíste que tú te saldrías con la tuya luego de rechazar mi encargo, querido hijo?

—Haré lo que me pidas. Solo... Solo no le hagas daño— odió a su madre aún más en ese instante. Pero lo único que ocupaba su mente era la imagen de su hijo sufriendo—. Lo que quieras.

—Sería tan sencillo estrujar su corazón hasta convertirlo en cenizas... — susurró, mirando a su propio hijo luchar contra las ganas de lanzarse sobre ella—. ¿Gideon o tu lealtad? ¿Qué me darás para satisfacer mi enojo?

—Mi lealtad— respondió sin dudar. Apareció la daga en su mano, ofreciéndosela.

—Oh, no quiero tu daga. Quiero tu lealtad verdadera. ¿Me la darás?

—Sí, es tuya. Haré lo que quieras.

La mujer rió de forma histérica. Gideon jadeo cuando el corazón le fue devuelto, respirando hondamente ante la sensación. Gold también soltó el aire que hasta ese momento no sabía que estaba reteniendo.

—Muy bien. Aunque te conozco. No te lo regresaré hasta que hayas cumplido mi encargo. Hasta entonces, Rumple.

—¡Papá!

—¡Espera!

Gideon desapareció junto con ella, volviendo a gritar por ayuda antes de desaparecer. Gold se arrojó a ellos, pero notó que era demasiado tarde y cayó al piso.

—No otra vez... ¡No otra vez, maldición!

Su magia se salió de control y arrasó con la mayoría de la tienda de antigüedades. Ahora no tenía elección. Tenía que eliminar a Emma Swan y a toda su familia si quería recuperar a la razón de su existencia.

Solo necesitaba encontrarlos. Y el estúpido genio le diría su paradero

(...)

-Isla de los Perdidos-

—Eres un grandísimo estúpido, Jafar.

El hombre miró mal a la mujer.

—¿Yo? ¿Quién fue la que la dejó irse sin nosotros?

Cruella quitó la vista de su perrito de juguete y sonrió de forma espeluznante.

—Ella se fue. Se fue. ¡No dijo nada!— gritó apretando al perrito entre sus dedos. Jafar trató saliva con dificultad al verla tan molesta—. ¡Grandísimo estúpido!

—Deja de llamarme así, loc...
Cruella. No sabemos si se fue de la barrera. Nadie supo nada sobre que pudiera haber entrado la magia suficiente — razonó el ex visir.

—¿Y a dónde más se fue? ¿A dar la vuelta por la isla, sin más? Reina no se atrevería a arriesgar su cutis saliendo así. Lo sabes. ¡Lo sabemos!

Ambos guardaron silencio mirando por la enorme ventana del castillo, desde donde se suponía reside la Reina Malvada. Ella no estaba, ni rastro alguno de su paradero. Luego del pequeño caos que ocasionaron algunos villanos que intentaron escapar, Jafar había ido de inmediato a decirle a Grimhilde que la estúpida de Úrsula se lastimó cuando el rayo blanco impactó con la barrera, pero vaya sorpresa se llevó al no encontrarla a la hora del té. Extrañado de inmediato llamó a Cruella, quien comenzó a gritarle que era un inepto por dejar que escapara. Repetía lo mismo una y otra vez.

—Si se fue, ¿es bueno?

—¡Claro que no!— obvió la mujer—La atraparán. Si está sola no durará mucho tiempo fuera.

—Tal vez intente romper la barrera desde afuera... ¡Es el plan desde el inicio!

—¡Tonto! Reina odia aquí. Probablemente escape muy lejos antes de intentar salvarnos.

—Pero...

Ella tenía un punto. Grimhilde no se arriesgaría por nadie ahí dentro. Su hija estaba afuera, nadie ni nada ahí adentro valía la pena para ella. El hombre solo esperaba que la maldad en su corazón fuera lo suficientemente grande como para decidir desatar el mal en Auradon de nuevo.

Ahora solo les quedaba esperar.

****

¡Hola de nuevo!

Esta historia tiene tantos puntos de vista que ni siquiera estoy segura de poder cubrirlos todos, aunque eso estoy intentado😂
En consecuencia... Habrá muchos más capítulos a este ritmo.

¡Gracias por votar y comentar!

Perdidos en Auradon [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora