Capítulo 13: Secuestro

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Dos días habían pasado en Auradon desde la llegada de los extraños del Bosque Encantado. Las cosas habían estado relativamente en calma entre la gente de los dos lugares. Henry, en especial, había disfrutado mucho pasar su tiempo en el enorme museo del lugar.

La relación entre Evie y Regina también iba bien, ambas lograron congeniar a la perfección. Si alguien le hubiera dicho a la Reina Malvada que aquella muchacha de cabellos azules podría darle nuevas ganas de ser mejor persona probablemente no lo hubiera creído. Bastante tenía con Henry, pero no podía estar más feliz de agregar a Evie en su vida. Lo mismo sucedía con la chica, quien había disfrutado enormemente la atención y el cariño de Regina, sintiéndose amada por una madre por primera vez en su vida.

Pero toda aquella paz no podía durar demasiado. Sin que ningún héroe de ningún mundo lo supiera, el mal de ambos lugares se proponía a atacar.

Rumpelstiltskin ya había comenzado a actuar. Infiltrado en ese mundo en busca de información, no había tardado en encontrar a alguien que hiciera el trabajo sucio por él. Y una aliada interesante surgió. Una mujer que, sin duda alguna, era capaz de destruir a la familia de Blancanieves y a Regina Mills también. Y a la cual, cabe destacar, no necesitó lavarle el cerebro.

—Espejito, espejito en la pared... Muéstrame a mi hija.

Los ojos amarillentos de él la observaron. De pie frente a un enorme espejo daba la imagen perfecta de lo que un día fue. Una reina. No había ningún detalle en ella que se viera mal, la vanidad en ella jamás había desaparecido. Para Rumple había sido fácil persuadir a la mujer con ayuda del Genio tras el espejo. Y ahora, cuando se disponía de nuevo a buscar a su descendiente, su rostro permanecía serio y notó satisfecho como su furia crecía al ver a Evie compartiendo tiempo con Regina.

—¿Quién se cree que es esa mujer?— gruñó cuando Regina acarició su cabello con cariño—. La trata como... Como su...

—Hija— completó el oscuro.

El odio hacia la mujer de cabellos oscuros aumentó. Según el extraño hombre, aquella mujer también se hacía llamar Reina Malvada en su mundo, pero no conforme con su vida llegó a Auradon para robarle a su preciada princesita.

—¡No es su hija! ¡Es mía!

—Así es, Grimhilde. Es tu hija. ¿Y crees que a Regina le importa?— dijo el hombre, encantado con la situación.

—¡La mataré!— advirtió.

Gold sonrió victorioso.

—¿Y qué esperas?

Reina miró al hombre sentado sobre un sillón, y aunque al principio su piel escamosa y sus cabellos sucios y descuidados le provocaban asco, ahora solo podía verlo como un hombre poderoso lleno de magia oscura. No preguntó mucho los motivos que lo llevaron a Auradon. No quería saberlo. Sólo le importaba lo útil que era. Cuando la barrera dejó entrar un poco, sólo un poco de magia... Para ella fue como si una ventisca de aire fresco le diera de lleno en su rostro. Acumuló la magia necesaria para escapar. Contrario a otro villanos, que intentaron derribarla por completo fracasando estrepitosamente en el intento. La bruja de Grimhilde usó el ingenio. Se desvaneció en una nube sin dejar rastro, justo antes de que la barrera fuera sellada de nuevo. Tuvo la precaución de salir por el lado contrario que no se veía desde Auradon, con la esperanza de que no se notará su escape. Y funcionó.

Y tenía un único propósito... Encontrar a su hija. Evie. Y no se detendría hasta lograrlo. Esa niña la había decepcionado tanto que deseaba tenerla frente a ella para recordarle su lado malvado.

—Necesito tu ayuda.

Ahí estaba. Justo lo que necesitaba escuchar.

—Hagamos un trato, entonces.

Perdidos en Auradon [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora