Capítulo 23: El Ataque (Parte 1)

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Carlos esquivó por muy poco el objeto lanzado por Mal. La miró entre sorprendido y asustado, retrocediendo al mismo tiempo que Jay. La futura reina estaba fuera de control, molesta con todo en mundo y en especial molesta consigo misma por no vigilar a Evie y quedarse dormida mientras ella se iba quién sabe a dónde para hacer quién sabe qué. No dejó ni una nota, nada que diera por hecho que estaba bien. Y Mal no sabía si enojarse o seguir preocupada.

—Deberías calmarte. Evie se enojará si destruyes su habitación— sugirió Jay. Carlos asintió de acuerdo.

¿Por qué llamó a Jay y a Carlos? Ellos estaban tan calmados que tenía unas enormes ganas de golpearlos para hacerlos reaccionar.

—¿Están seguros que no la vieron?

—Por décima vez, la respuesta es no.

—¡Es imposible que nadie la haya visto salir!

—¡Por lo que más quieras, cálmate de una vez! Ella volverá.

Mal le arrojó otro centro de mesa a Carlos, nuevamente volviendo a fallar. El peliblanco la miró ofendido. Jay rodó los ojos.

—¿Y si está en peligro? Por si no se han dado cuenta su madre está libre— Mal llevó las manos a su cabeza, respirando con agitación.

—Ya nos hubiéramos enterado si ese fuera el caso.

En eso tenía razón el hijo de Jafar. Si Evie estuviera en peligro la noticia fácilmente llegaría a ellos, sin embargo, no podía dejar de sentir la asfixiante sensación que se cerraba sobre su garganta. Respiró hondamente y se calmó lo suficiente como para darse cuenta de que así no ganaría nada.

—Perdón, Carlos. No quise desquitarme contigo— dijo apenada.

—Mal, he lidiado contigo toda una vida. Y me atrevo a decir que ya me acostumbré a tus rabietas— bromeó el pequeño De Vil, Mal sonrió un poco.

Jay juntó las palmas de sus manos una sola vez de imprevisto, exaltando a sus dos amigos que no habían dejado de mirarse entre sí.

—¿Y bien? ¿Qué hacemos?

—Vamos a buscarla. Creo que debió ir a aclarar sus ideas y conozco su lugar especial para eso.

(...)

En otra parte del reino, los extraños del Bosque Encantado estaban reunidos en total silencio, sentados sobre el pasto, hasta Regina de mala gana estaba ahí. Neal caminaba sobre el césped en pequeños pasos inseguros vigilado por David y Nieves. Emma acariciaba distraída el cabello de Killian prodigando caricias suaves en su cuero cabelludo.

—Henry ya debió de haber vuelto. Me preocupa que se haya ido así con Gold suelto— externó Emma su preocupación.

—Ya quedó claro que él no lo dañará. Gold será un maldito hijo de... — Regina se abstuvo de terminar la frase pues Blancanieves la miró mal. Cierto, el niño—. Será un maldito, pero al menos tiene principios con su propia sangre.

—El abuelo del año— dijo con sarcasmo Garfio incorporándose un poco del regazo de Emma—. Un abuelo que condenó el corazón de su propio nieto a la oscuridad. El cocodrilo no conoce de principios.

Regina abrió y cerró la boca. No tenía caso discutir con el pirata, a su parecer. Nunca le ganaría a una mente tan cerrada. Aún no entendía como Emma había podido enamorarse de él, pero hace mucho que perdió las esperanzas en descubrirlo algún día.

—¿Esos no son los chicos de la Isla de los que Henry tanto nos habló? — interrumpió David, tomando a su hijo entre sus brazos.

—Son Mal, Jay y Carlos— informó la Reina Malvada del Bosque Encantado—. Pero... No está Evie con ellos. Que extraño. Iré a averiguar en donde está mi hija.

Caminó hacia los vk's y Mal la vio venir, una mueca de preocupación en su cara que le dio mala espina. Se acercaba cada vez más con un mal presentimiento. Justo en ese momento un fuerte dolor la atravesó y la hizo gritar. Miró hacia abajo, una mancha de sangre extendiéndose con rapidez sobre su ropa, ya que una figura femenina había aparecido de la nada frente a ella enterrando en su vientre una espada.

Escuchó a Emma gritar su nombre. Regina cayó de rodillas. La espada fue retirada. El cielo azul despejado, el sol brillando. Casi no sentía nada, como la vez que viajó al mundo alterno y le ocurrió lo mismo. Parecía un deja vu. Esa vez tuvo suerte, ahora no se sentía así. Ese sí parecía ser su final definitivo.

—Te dije que te Evie no es tu hija, maldita sea— susurró la Reina Malvada—. Pero tú no entiendes, ¿cierto?

Era curioso como todo a su alrededor parecía ir más lento cuando uno estaba al borde la muerte. Regina pudo ser capaz de distinguir varias caras llenas de pánico, entre ellas la de su hijastra y la alguacil que había odiado por tanto tiempo. También distinguió en el rostro de Mal algo que quiso creer que era horror. Y luego estaban los ojos de Grimhilde. Se vio reflejada así misma en ellos. Había tanto odio a su persona... Era como verse a sí misma años atrás, y contra todo pronóstico, sintió pena por su atacante. Regina sintió que ella había tenido suerte al poder reivindicar su vida de la oscuridad, pero Grimhilde ya no podía hacerlo.

—¿Crees  en verdad que...— se quejó de dolor y aspiró bruscamente por la nariz— Evie te querrá luego de esto? — logró decir, sintiéndose cada vez más débil.

—Ese no es mi plan. Yo ya sé que la perderé para siempre.

—¡No!

Grimhilde miró con tristeza a Evie. Su hija corría hacia Regina, las lágrimas surcando su rostro.  Henry se quedó paralizado mirando la escena, al igual que los vk's que no daban crédito a la crueldad de la madre de Evie.

—Se que la he perdido totalmente, no esperaba otra cosa— confesó para sorpresa de Regina.

Nada tenía sentido para Regina. ¿No era por Evie que hacía todo aquello? La mirada fría de Grimhilde dejó entrever dolor. Había un motivo más. La situación era completamente desfavorable para la Reina Malvada y no se le veían intenciones de huir.

Pero Regina no pudo pensar más en eso. Otra punzada de dolor la hizo estremecer.

¿Ese sería su fin?

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Maratón 2/3

Perdidos en Auradon [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora