Capítulo 6: El Chico De Vil

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Killian pasó los dedos de sus manos repetidas veces por las hebras de su cabello oscuro, trazando de nuevo ese pequeño trayecto de la puerta de habitación de consultorio y la cama donde su esposa se encontraba. Emma aún no despertaba, el médico que la atendió dijo que solo era por agotamiento extremo. No era grave, sin embargo el pirata sentía que la respiración se quedaba atascada en su garganta sin poderle permitir eliminar esa sensación de ahogamiento.

—Vas a terminar haciendo un pozo si sigues así — murmuró Emma. Garfio se apresuró a llegar a su lado—. Estoy bien, pirata.

—¡Casi me matas del susto! — gritó a susurros bajando hasta sus labios para darle un beso firme que trataba de transmitirle su preocupación—. Eres terca, Swan, ¿te lo había dicho?

—Un par de veces —sonrió la mujer.

Él también sonrió y enlazó sus manos para luego recargar su frente en la de ella. Ahora sí podía respirar hondo. Y es que, el simple hecho de perderla le aterraba como nunca nada lo hizo.

—Te amo.

—Y yo a ti. Ya no te preocupes, por favor.

—Es fácil decirlo —murmuró entre dientes. Se separó para mirar esos ojos que tanto adoraba, pero no soltó su mano —. Duerme más. Lo necesitas.

—Que ya estoy bien. ¿Dónde están mis padres? ¿Henry?

—Ellos están bien. David está siendo interrogado por el rey, pero de inmediato iré a avisar que ya estás bien. Espérame aquí— volvió a besarla cuando Emma intentó rechazar la idea—. Hazme caso, amor, que no estás en condiciones.

—No tardes.

Killian besó el dorso de su mano antes de salir, no sin antes dedicarle una mirada tranquilizadora.

Emma cerró los ojos en cuanto se fue. Aún se sentía débil, pero nada que no pudiera manejar. Al abrirlos de nuevo trató de incorporarse para sentarse en la cama, lograndolo apenas. La habitación en la que estaba era pequeña, acogedora en cierta forma. No se parecía en nada a cualquier hospital que conociera. No era un hospital, pensó luego de varios segundos. Y justo cuando pensaba en ponerse de pie la puerta fue tocada tres veces.

—¿Adelante?

Una chica de ojos azules entró, sonriente, con una bandeja de comida. Tras ella estaba un chico de cabello blanco con un perro en brazos, visiblemente alerta.

—Hola. Creí que tal vez tendría hambre, necesita comida para recuperar fuerzas— habló ella, acercándose un poco.

Emma la recibió con una sonrisa tensa, sin saber cómo reaccionar ante la hospitalidad de los jóvenes. El olor a comida la hizo darse cuenta de que sí estaba hambrienta.

—Gracias...

—Soy Jane. Y él es Carlos.

—Muchas gracias Jane y Carlos. No debieron molestarse.

—No fue nada— dijo el chico, acariciando con aire distraído al perro.

Emma observó con curiosidad a Carlos, su ropa en una extraña combinación de colores blanco, negro y rojo. Su rostro llenos de pecas le daba un aire infantil. Una sonrisa apareció en su rostro al reconocer a quién le recordaba.

—Hijo de Cruella De Vil, ¿cierto?

—¿Cómo lo supo?

—Gritas el apellido De Vil por todos lados, muchacho. Y tu madre era muy conocida en... Mi mundo— carraspeó desviando la mirada a la comida. No debía hablar de más.

Perdidos en Auradon [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora