Veinticinco

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El cuerpo frío de Lalisa, encajaba perfectamente con el cuerpo cálido de Jennie, mientras se mantenían abrazadas la una a la otra.

- P-puedo sentir tu corazón...– Dijo Lalisa.

- También yo. Haces que mi corazón lata muy rápido...– Respondió.

Los minutos ya habían pasado, pero aún no sentía nada de lo que se supone que es el virus. Ahora solo le falta esperar unas horas para ver si será igual que Lalisa...

- No puedo dormir. Creo que las cosas como yo no duermen...Digo, nunca he visto dormir a uno.– Mencionó la pelirroja.

- Tampoco yo...– Rió Jennie.– Deberíamos charlar...– Dijo, mientras sonreía.

- Siempre he querido hacerte ésta pregunta...Osea, desde que jugamos con ese tipo.– Dijo la pelirroja, avergonzada.

- Claro, pregunta...– Le dió la confianza.

- Tú...¿No tienes nada con él?. Cuando te pregunté, tú bebiste el shot...

- No tengo nada con él. Lo hice porque tú habías bebido al preguntarte si eras virgen...Estaba un poco molesta por alguna razón.– Respondió.

- Ya veo...Soy virgen. Me daba vergüenza que pensaras que soy una marginada...– Comenzaban a sentirse idiotas por haber hecho esas cosas.

- Bueno... Entonces también soy una marginada.– Rió Jennie. Lalisa no sabía por qué, pero la sonrisa de Jennie lograba devolverle la vida.

Después de unos minutos  de silencio, un ruido se escuchó de la otra habitación.

- ¿Eso es un crujido?.– Lalisa se levantó alerta.

- No lo sé. Mejor quedémonos aquí, ya que...Las chicas deben estar ocupadas.– No sabía como darle a entender lo que intentaba decir, ya que sería muy incómodo decirle que probablemente su hermana está teniendo sexo alocado con su cuñada. No, definitivamente no diría eso.

- Ya veo...– Lalisa tan solo pensó que Jennie tenía miedo, así que no la dejaría sola.– Pero, ¿No estarán en peligro las chicas?.– Preguntó.

- Créeme que no.– Contestó.

Nuevamente se recostaron en la cama, pero ésta vez se miraban mutuamente. De vez en cuando desviaban sus ojos a los labios de la otra, queriendo morderlos y hacerlos suyos de una vez por todas.

- ¿Crees que haya una cura?.– Preguntó Lalisa, intentando evitar cualquier locura. Por locura me refiero a sus terribles ganas de hacer a Jennie suya.

- Puede ser...Puede haber quedado algún científico loco por ahí, intentando buscarla, y la pudo haber hayado.– Dijo Jennie, intentando abrir su mente, para imaginar el disparate que había dicho. Aunque, en medio de toda esa basura, no sonaba tan loco.

- Oye Jennie...¿Conoces a los Manoban?.– Preguntó. Jennie asintió.

- Aunque solo por su poderoso apellido. Nunca supe qué es lo que hacían.– Admitió.

- Mi padre...Es un científico, y mi madre es su asistente...¿Tú crees que haya la posibilidad de que ellos...Sigan vivos?.– Esa pregunta había sorprendido a Jennie.

Debía medir sus palabras, siendo realista, pero no tan dura. No quería matar sus esperanzas, pero tampoco le quería dar más. Lalisa se veía atenta a la respuesta que le daría Jennie, haciendo que ésta esté tan nerviosa.

- Y-yo...No lo sé. P-puede que sí, como también puede que...No.– Respondió lo mejor que pudo.

Los ojos de Lalisa brillaron un poco, haciendo estremecer a la castaña.

- Jennie...Quiero besarte otra vez.– Dijo, con sinceridad, no pudiendo aguantar más.

- También yo, Lalisa...Y no creo que debamos impedirlo ahora... Después de todo, si es que ya me contagié, no hay nada que perder.– Le puso una mano en la mejilla.

- Te amo, Jennie...

- También te amo, Lalisa...

Sobrevivir.- Jenlisa [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora