IV

680 71 2
                                    

El brazo de Yoongi pedía piedad, aunque Jimin se veía algo débil, en realidad escondía una fuerza increíble, y la fuerza que ejercía contra la extremidad del mayor era dolorosa. No era por emoción, ni siquiera por venganza, sino por miedo. El pequeño había decidido subir nuevamente a la montaña rusa aún sabiendo que la sensación era algo fuerte para él.

Cuando bajaron, el brazo de Yoongi estaba adolorido. Jimin se disculpó varias veces, obteniendo varios no te preocupes de parte del mayor. Entraron a un puesto de comida rápida porque sus estómagos ya estaban gruñendo. Jimin pidió unas gringas y Yoongi una torta de carne. Ambos amaban la comida mexicana.

—Prueba esto —Jimin no dejó pensar tanto al mayor, pues rápidamente metió en su boca un trozo de su comida. Yoongi casi se atragantó, pero masticó, obteniendo enseguida el agradable sabor.

—Muy bueno —asintió —. Ahora tú prueba esto —sonrió, tomando un trozo de su comida y llevándola a los labios del menor, que los mantenía ligeramente abiertos, algo que hiso a Yoongi morder sus labios; quería besarlo, así que sin pensarlo se acercó y unió sus labios. El menor abrió los ojos en sorpresa y después siguió el beso.

Después de terminar su comida siguieron su paseo por la feria, el mayor complaciendo al chico a su lado que, aunque tuviese veintitrés años seguía parecido menor. A Yoongi le encantaba ver como con cada cosa que hacía para ganar un premio para el rubio, el rostro de su novio se iluminaba como si él fuese el mejor en todo.

El peliblanco pagó por un juego de puntería, Jimin había visto un gran oso de peluche blanco con ojos grises y lo quería ganar para él.

—Debe juntar cuatrocientos cincuenta puntos —el hombre tras el puesto le entregó el arma a Yoongi y este asintió. Tenía que disparar al centro de un gran círculo con varios círculos más pequeños en donde, desde el centro que tenía el número doscientos, hiba descendiendo conforme más lejos del centro caía la bala-dardo. Apuntó y antes de disparar sintió a Jimin tomar su mano.

—Tú puedes, hyung —dejó un beso en su mejilla, y la sonrisa del menor le hiso querer aún más ganar ese premio. Notó al hombre mirarle como si fuese algo extraño, y le hiso endurecer. Le regaló una sonrisa a Jimin y se concentró. Una vez disparó, los otros dos tiros salieron también, llegando al centro en el tiempo mínimo —. ¡Seiscientos puntos! —festejó el rubio —. ¡Ganaste! —emocionado. Así estaba Jimin. ¿Y cómo no estarlo? Su novio le había consentido en demasía ese día.

—Deme el oso... Y aquella alcancía de cerdito negra —pidió el mayor. Tomó ambos premios y se alejó de ahí tomando la mano de su novio. Ya había oscurecido y tenían que regresar a casa.

—¿Yoongi Hyung está molesto? —preguntó el rubio mirando a su novio, quien miraba atento el camino, pues estaba tirando fuerte de su muñeca y empezaba a dolerle. Éste negó.

—El idiota del juego... Odio que me miren así.

—¿Cómo? —el menor ladeó la cabeza confundido —. A mí no me pareció que te mirase de alguna manera...

—Sus ojos, Jimminie, nos miró mal por ser pareja.

—¡Oh, eso! —asintió y después frunció su ceño —¿Y...? —encogió sus hombros —, digo, no es la primera vez que nos vean raro —Yoongi suspiró. Jimin a veces no le importaba lo que los demás pensaran de ellos, pero al mayor sí, odiaba que le vieran como un fenómeno.

Entraron a casa en silencio, y Yoongi se dirigió a su habitación. Jimin se quedó en el marco de la puerta, viendo a su novio despojarse de su playera y pantalones para ponerse el pantalón de pijama color negro. Mordió su labio y se acercó al ver que el peliblanco se había acostado.

—¿Hyung?

—Dime.

—¿Puedo quedarme con el oso?

—No.

—¿Pero, hyung? A ti no te gustan los osos polares —atacó.

—Yo lo gané.

—Pero... Pero... Ah —suspiró —. De acuerdo —el menor se colocó de espaldas a Yoongi y colocó sus palmas unidas bajo su mejilla.

Yoongi se levantó sonriendo y tomó el gran oso. Se colocó del lado de la cama de Jimin y se puso de cuclillas, notando los ojos de su novio cerrados.

—Enojón —le llamó pero éste no abrió los ojos —. Te amo —dicho eso besó los labios del menor y se levantó, colocándole encima el enorme oso. Le escuchó quejarse y, después de dejar a un lado el peluche, subió al mismo. Una vez que Jimin abrazó el peluche, que incluso medía más que él, gritó de emoción.

—¡Gracias, Yoongi Hyung! —y se lanzó contra su novio, besándolo dulcemente. Yoongi sabía que si Jimin era feliz, él también lo sería. Llevó sus manos al rostro del chico sobre él, pasándolas por el sedoso cabello rubio hasta la piel suave cuello, y después se separaron.

—También te amo, Yoongi —ambos sonrieron. El menor abrazó a su novio y se quedó dormido. Yoongi no concilió el sueño rápidamente, así que se quedó despertó por más tiempo, acariciando el rostro de Jimin. Aquel chico al que tanto amaba. Aquel chico que había logrado ablandar el duro corazón de Min Yoongi. Aquel chico torpe pero tierno y cariñoso que tanto amaba.

Pero no le importaba proteger de más a su pequeño, después de todo él era el seme, y Jimin siempre sería su pequeño, tierno y aniñado uke.



















---

DannyBL.

Besos de Chocolate [YOONMIN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora