Capítulo 2

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Esperé hasta cerciorarme de que todas las luces estuvieran apagadas, me levanté ya vestido intentando hacer el menor ruido posible.

Quizás mañana tendría problemas, pero si los iba a tener, al menos debía disfrutar.

Me adentré al antro. ¿Quién salía solo? La verdad no lo sé, pero no tenía a nadie que me acompañe, en tiempos de vacaciones la mayoría prefiere dejar la ciudad y disfrutar de otros aires.

Caminé entre la multitud, sentí el roce de una mano que debido a la poca luz no pude ver de quién se trataba.

- Una cerveza por favor - pedí.

El ambiente estaba bueno, y para mí gusto habían muchas chicas atractivas.

- Aquí está.

- Creo que te confundiste, yo no pedí esto - dije al ver el trago.

- Cortesía.

- ¿De quién?

Miré hacia todos los lados intentando buscar a quién me había mandado aquello, pero eran tantas las personas que era imposible descifrarlo.

No lo bebí, si algo me habían enseñado eran que no debía aceptar nada que no sea preparado frente a mis propios ojos.

- Disculpa. ¿Está ocupado?

- Creo que no - respondí.

Volví mi vista al celular, las fotos de algunos de mis ex compañeros de clases me provocaba una cierta envidia, que no daría por estar en otro lugar del mundo o al menos en otra ciudad.

- Un whisky por favor.

- ¿Alguno en especial?

- De hecho no. Mejor tráeme lo mismo que él - pidió alzando la voz debido a la música.

- Un momento.

Ví en la pantalla una llamada entrante de mi madre, señal de que ya estaba metido en un grave problema.

- ¿Sabes que estás siendo poco cortéz?

- ¿Disculpa? - pregunté perdido.

- No suelo comprar tragos para que personas como tú lo rechacen.

Elevé una de mis cejas al ver con la autoridad que hablaba hacía mi, con un derecho que se había otorgado por si solo.

- Con que tú fuiste.

- Un gracias al menos, no estaría mal.

- La verdad no me gusta el vodka, ahí lo tienes, todo tuyo.

- ¿A dónde vas? - preguntó posando su mano en mi muñeca.

Bajé la vista al sentir una presión incómoda, sus finas joyas parecieron encandilar mis ojos color esmeralda.

Una sonrisa de medio lado me hizo fruncir el ceño, odiaba que me tomen así.

- Quita tu mano.

- ¿Estás apurado? Siéntate.

- ¿Debería?

- Yo diría que sí. Pide lo que quieras, te invito esta noche - propuso.

- Eres un desconocido.

- Vaya, no pensé que hasta este tiempo existieran personas con ideas de mi abuelita. Qué desconfiado.

Volví la vista a su agarre, sus marcadas venas entre su piel blanca me tenían con la mirada perdida, realmente no entendía lo que quería.

- ¿Me conoces de algún lugar? - pregunté en lo que me sentaba.

- No, pero podríamos llevarnos increíble.

Levantó su mano llamando al chico de la barra, si la ocasión se estaba dando, no iba a desaprovechar.

Pedí lo que quise, si insistía en invitar no iba a ser un tonto.

- Yo que tú no saldría con esas joyas tan caras, menos en un lugar así.

- ¿Por qué?

- Sería peligroso.

- Ummm.

Desvié la mirada al no saber que decir, suelo tener mucha personalidad pero él era muy presencial.

- Gracias - dije para el barman.

- Te siento tímido.

- ¿Yo tímido? No, nada de eso - sonreí de lado.

- Digo, si te sientes incómodo aquí...podríamos ir a otro lugar. Tú solo dime - dijo posando su mano en mi pierna.

Tragué en seco mientras mi cuerpo se mantenía quieto, no quería imaginar sus intenciones, de solo pensarlo me provocaba rechazo.

Mi Gran Solución - ChriserickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora