FINAL

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Un lugar que no está vivo ni muerto. Colores opacos, apagados, tristes. Un llanto, potente, reluciente de vida. Quiero ir donde él, me llama, me pide y no puedo hacer nada por acercarme. Ni siquiera soy capaz de ver de donde proviene.

Me parte el alma escuchar ese llanto, es como si me dijera "yo en verdad te necesito", como si me llamará entre lágrimas para convencerme. Pero no puedo acercarme. Escucho llantos lejanos, quedados, apenas suspiros y mi nombre pronunciado entre ellos. Escucho la voz de mi madre, de mi padre.

Comienzo a caminar buscándolos. El lugar es frio, tanto que quema. ¿Dónde estoy?

Mis pasos me llevan hasta un cuarto, con gente llorando, sufriendo la perdida de alguien, ¿de quién? No puedo ver sus rostros, no puedo saber quiénes son, si les conozco o si los recuerdo, no puedo saberlo.

Me duele.

Mucho.

Todo parecía lucir color gris. Conforme pasaban las horas, tenía la certeza de estar equivocado. Un arcoíris esperaba a la vuelta de la esquina, aunque no lograse divisarle, estaba ahí, esperándome, aunque yo no lo esperase a él.

¿Pero cuánto tardará?

Veo una silueta alta derrumbarse, con manos en el rostro y espasmos en el cuerpo. Pero no soy capaz de acercarme más, él llora y quiero ayudarle, ni siquiera puedo decir una palabra y después el llanto.

Otra vez siento el impulso de seguirlo hasta encontrarlo y calmarlo, deseo hacerlo, pero el sonido no proviene de ningún lado, es como si retumbara en la nada, como si fuera un pequeño mensaje que al segundo desaparece.

Hay una persona, un hombre con un traje negro; esta arrodillado frente a un altar, con las manos en la cara, ocultándola. Suelta suspiros, mi nombre se escapa entre ellos y reconozco su voz.

Todo se vuelve negro, y me asusta.

— Es difícil, lo sé.— Volteo para encontrar sus ojos, cerca de los míos, su mirada trasmite paz como siempre, pareciera que con solo mirarme me acogiera una paz indescriptible... tanto tiempo, y al fin cumplo mi promesa.

Él no tiene un cuerpo de niño, tampoco uno de adolecente, es un hombre, como yo, tan distinto a la última vez.

— ¿Qué es este lugar?— Él me mira, y me acaricia la cabeza, como en los viejos tiempos antes de que sucediera, se dónde estoy, no tengo porque preguntar, las palaras están de más en este momento.

Las palabras solo se atragantan, se la posible realidad que vivo, pero deseo, me mienta, que juegue conmigo a que todo está bien.

— Aun no deberías estar aquí —. Siento un vacío, como si lo que me dijera doliera, pero no lo hace. — Pero estoy feliz de verte —. Vuelve a sonreír y me abraza. Yo puedo sentirlo.

El tiempo es relativo, no existe. Solo estoy yo acompañándolo. Él me sostiene de la mano, como asegurándose de que no me valla, el lugar es hermoso, un lindo prado con matorrales y árboles frondosos.

Justo ahora levanté la vista y busqué nubes, no las encontré.

Mirar hacia arriba es verte a ti mismo, un reflejo, más allá de lo que vemos, solo son sensaciones. Ahora nuestro cielo no es más que un espejo, un espejo grande y majestuoso de la vida, de nuestros sentimientos y nuestras penas. Una ventana a nuestra alma.

Jinki aprieta mi mano, mirándome confundido. Me lo dijo. No puedes mirar ese gran cielo por mucho tiempo, puedes llegar a perderte, podría terminar varado, entre aquí y allá. Ser un alma en pena sin lugar.

Bajo la mirada y la vuelvo a poner en el prado, hay animales, pequeños conejos y algún venado pastando, justo en el centro de aquel prado basto, una niña, piel pálida y ojos grandes que sonríe a todo, una niña que salta y canta mientras ondea un vestido blanco, pronto aparece una chica más alta, más hermosa que la imagen perfecta que no existe. Las mariposas llenan el cuadro, es perfecto.

E F I M E R O || 2min || FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora