Prólogo.

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Amelie creció con un caparazón generándose sobre ella. Una máscara que la ayudaría a enfrentarse al mundo y la mantuviera a salvo de cometer algún error, pues sabía que sus sentimientos, ella misma, no era lo que su familia aceptaría.

Lo tradicional, las buenas costumbres, la moralidad y un comportamiento ejemplar eran parte de las características indispensables en cada persona, según su crianza y cualquier falta a ello era motivo suficiente para un rechazo total. Una vergüenza.

Sabía que su destino estaba escrito desde el momento en que nació como parte de aquella familia. Sabía que su deber sería recorrer ese camino que ya habían trazado para ella, cumplir con los propósitos que se le habían asignado, ser la mejor de la clase, entrar a una buena universidad, ser un modelo a seguir, y encontrar un esposo digno, un hombre acorde con todas las expectativas que habían puesto en ella. Alguien criado bajo los mismos parámetros, con los mismos valores y con la misma visión de la vida. Alguien que, sabía, jamás la haría realmente feliz.

Su vida hasta ese entonces se había basado en el constante intento de dejar de lado sus propias preferencias, su propio sentir, poner a su familia por sobre su corazón y cumplir con lo que, según creía, era lo correcto.

Así fue como el destino, o quizás algún arreglo familiar, la llevaron a conocer a David Thomson, el hijo de algún empresario, quien fue capaz de acercarse un poco a su corazón, no de una manera romántica, pero sí haciéndola sentir que no estaba sola en el mundo. Le inspiraba la confianza suficiente como para considerar que quizás con él podría arriesgarse.

En un principio sólo fue su compañero de tenis, uno más del grupo, pero que poco a poco supo acercarse a ella hasta convertirse en su amigo. Y pese a que no podía mirarlo de otra manera, estaba casi segura de que él sería el único chico capaz tanto de cumplir con las expectativas de su familia, así como de respetarla y darle una vida no tan miserable, viviendo en la falsedad que había ya creado en su cabeza.

Después de años de amistad, convenciéndose de lo que ya había planeado, después de considerar todas sus opciones y decidiéndose a dejar todo de lado para resignarse a vivir a esa realidad, después de todo su esfuerzo por elegir lo que creía correcto. Después de todo eso, las cosas nunca resultan ser como uno lo podría haber planeado. Porque después de todo la vida siempre juega sus cartas a su manera, sobre todo cuando decide poner tu mundo de cabeza al cruzarte de frente con esa persona que con sólo una mirada es capaz de detener y acelerar tu corazón al mismo tiempo.

Para Amelie de un segundo a otro el mundo tomaría otro color, la brisa se sentiría diferente, el aire tendría otro aroma y su corazón tendría un nuevo motivo por el cual latir.

Melanny...

Azul ProfundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora