El profesor

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Málaga, España.

17 de febrero de 2026.

7 días Antes del Evento.

Año del Evento.

El Profesor Zhao golpeó la puerta suavemente. Una sonrisa iluminó su semblante cuando Franco la abrió.

—Zhǎo lǎoshī ¡hǎojiǔ bùjiàn!

—Hola Franco, ¡oigo que has practicado tu acento! ¡hěn hǎo, hěn hǎo! —lo felicitó el anciano de forma franca.

—Pase, pase, por favor. Esta es mi compañera. Emma. Emma, este es el Profesor Zhao, o Zhao laoshi, que significa "Profesor Zhao" en mandarín.

—Hola, Profesor Zhao —saludó Emma extendiendo la mano—, es un gusto conocerlo. Lo esperábamos ansiosos.

—Puedes decirme Zhao laoshi que, aunque no los pronuncies bien... estoy más acostumbrado. Espero poder ayudaros con esas traducciones que me dijo Franco, pero no me ha informado de nada más—. Y agregó con un tono ambiguo entre sincero y avergonzado— No se si podré.

—Siéntese, por favor —dijo Franco mientras lo acompañaba a una silla frente al escritorio— Le pido disculpas, profesor, pero no podía decirle nada antes de que firme el contrato de confidencialidad. Y hablando de eso: es este.

Franco le acercó las dos hojas que estaban sobre el escritorio.

—Es un documento estándar. Aquí pone que no puede repetir con nadie lo que hablemos dentro de esta sala. Fírmelo, por favor.

—Con tanto secreto no me siento cómodo ¿Es un trabajo para el gobierno o para la universidad? —se extrañó el anciano— No sé si soy el indicado. ¿Es para la universidad? Pensé que era un trabajo para la universidad. ¿Es para la universidad? —volvió a preguntar.

El profesor miraba alternativamente a Franco y a Emma, echando furtivos vistazos a la puerta.

—Sí y no —le aclaró Franco— Nosotros trabajamos para la universidad y este trabajo se lo encargó una fuente gubernamental a la institución y ella a nosotros. Formalmente entiendo que usted lo estaría haciendo para nosotros. De verdad que solo debe escuchar unas grabaciones en mandarín y comentarnos qué le parecen. No es más que eso.... y hasta que no firme no puedo decirle de qué son las grabaciones.

Emma se mantenía en silencio a un lado de la habitación. El profesor era un anciano chino que pasaría desapercibido en cualquier centro urbano. Vestido con pantalón y chaqueta gris y una recién planchada camisa blanca, no se podía indicar ninguna señal particular que lo hiciera destacar. El comportamiento que había adquirido luego de leer el contrato ya era factible de otro análisis.

—¿Se conocerá mi nombre? —inquirió de repente el profesor.

—Sí, claro. En los informes aparecerá su nombre. Además debemos pagarle y sus datos fiscales también estarán consignados.

—¿Y si lo hago gratis? ¿Como un favor hacia ti? —preguntó nuevamente sin darse por vencido en una batalla que Franco no entendía.

A estas alturas de la conversación, ya era evidente para todos que el profesor estaba arrepentido de haber concurrido a la invitación.

"Veamos, Zhao laoshi ¿Cuál es tu problema?", pensó Emma mientras intercambiaba una breve mirada con Franco.

—Profesor, ¿Está en problemas? Discúlpeme, pero voy a aventurar algo que quizás le parezca una grosería ¿Lo busca la policía? —preguntó Franco en el tono más amable que pudo.

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