Empieza otro tiempo

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En la Patagonia.

24 de febrero de 2026.

Día del Evento

Cuando el todoterreno cruzó los portones de la finca de la familia de Franco, Clara seguía dormida junto a Emma, en la clásica posición fetal

Manuela, la casera, corrió a recibirlos. Abrazó muy fuerte a Franco y miraba de reojo a Emma.

—¡Volviste! ¡No cambiaste nada! ¡Qué bien se te ve! —decía sin poder contener su alegría.

—No mientas —le recriminó Franco sonriendo— Estoy hecho una mierda y se nota. Lo siento en cada uno de mis huesos. ¿Están todos bien?

—Sin problemas, Franco. Todo va según lo planeado por Marcos. ¡Es la providencia que lo iluminó! ¡Sin él hubiera sido imposible estar preparados para esto! —y mirando a Emma, preguntó— Y esta linda chica ¿quién es?

—Es una amiga —dijo Franco— Emma, esta es Manuela.

—¡El señor Franco trajo una novia! ¡Es la primera vez que lo hace! —cogió del brazo a Emma y dijo— Te venís conmigo que tenemos mucho de qué hablar.

Pero al primer paso fue interceptada por Franco que cariñosamente las separó.

—Ahora no, Manuela. Ya habrá tiempo para chismorreos. Mirá —dijo mientras abría la puerta del todoterreno para que viera a Clara.

—¡Tienen una hija! —dijo con la cara iluminada.

—¡No! ¡No! ¡Tranquilizate un poco, por favor! —se quejó Franco— Es una niña abandonada que encontramos en el camino.

Un dardo pasó sobre sus cabezas a toda velocidad.

—Hace un rato que están pasando esas cosas —dijo Manuela de mal humor volviendo a la realidad.

—¿Vino alguien más desde que me fui? —preguntó Marcos.

—Solo el señor y la señora Ramírez, con su hija, Silvita. Es más o menos de la edad de la hija de Franco —acotó mirando dentro del todoterreno.

—¡Que no es mi hija! —se volvió a quejar Franco conteniendo el grito.

—Los Ramírez tienen la finca que está a un par de kilómetros de aquí —explicó Marcos— Tienen caballos. No creí que pudiera persuadirlos, pero creo que a medida que se precipitaron los eventos se habrán convencido de que no les mentía en todo lo que les contaba. ¿Y el Doctor Bermúdez? —volvió a preguntar mirando a Manuela.

—No ha llegado aún... si es que va a venir —dijo con gesto de no importarle el resultado.

—Eso no está bien. Era el único médico que creía que había convencido. Dijo Doris que sería importante contar con un médico —se lamentó taciturno.

Franco le apoyó las manos en los hombros, lo obligó a enfrentarlo y dijo:

—Ya está. No te preocupes. Hiciste todo lo que podías en el tiempo que tenías. Estamos juntos y eso importa de verdad. Ya veremos cómo nos las arreglamos —lo acompañó con unas palmadas en el brazo y luego agregó— ¿Hay algún desayuno programado?

—Está servido en la planta principal. Deben estar por llegar los Ramírez, rara vez se levantan antes de esta hora —dijo Manuela en tono irónico.

—¡Dejá de quejarte, por favor! ¡Vos sí que no cambiaste nada! —soltó Franco con una carcajada.

Emma ayudó a bajar del todoterreno a una todavía adormilada Clara. La abrazó cariñosamente y restregó sus brazos como un juego para espantar al frío y ayudarla a despertarse.

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