Washington, Estados Unidos de América.
16 de enero de 2026.
39 días Antes del Evento.
Año del Evento.
El mayor Andrew Anderson, perteneciente a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, encabeza la gran mesa oval que se emplazaba en el medio de la sala.
Cuatro personas a su derecha y cuatro a su izquierda. Tres mujeres y cinco hombres.
Paseó su vista por cada uno de ellos. Uno parecía asiático. "¿Tendrá comunicación directa con los chinos? ¡La necesitaremos!", pensó sin sonreír.
Todas las alertas se habían encendido. La sonda china Zheng He XXI había sido destruida. Y no había sido por un fallo humano o por un desperfecto técnico.
Por fin estaba confirmado: no estábamos solos en el universo y no nos habíamos enterado de la mejor manera.
"Será el karma de la humanidad", se dijo irónico.
Quería pensar en la cara de su suegro. Todavía la recordaba, roja de furia, cuando se enteró que tenía una amante y le arruinó la carrera militar, recluyendolo en el último sótano del Pentágono y poniéndolo a cargo de la Comisión de Asuntos Extraterrestre. "¿Y qué cara pondría ahora? ¿Se habrá enterado de que fui convocado por el mismísimo presidente de los Estados Unidos para aconsejar en los pasos a seguir en esta crisis?".
Durante años se había especulado sobre qué se estaría cocinando bajo la superficie del Pentágono respecto a la confirmación de vida alienígena e incluso frente a un eventual contacto con vida extraterrestre.
Pues era la hora de la verdad y más de uno estaría desilusionado. Solo habían acumulado más y más información en forma de testimonios y opiniones.
Y aquí estaba él. Reunido frente a los opinólogos jefe. Todos venían a decir algo al respecto, para que el presidente pueda alardear de una comisión trabajando en el tema.
Un joven uniformado terminó de repartir unas carpetas a cada asistente y se cuadró detrás del mayor, junto a la pared. Allí permanecerá toda la reunión.
El rótulo en grandes letras negras decía "PDP", y el subtítulo de "Post-Detección Protocol", y cruzado, en la esquina superior derecha, el sello rojo de "TOP SECRET".
Abrirlo también era una desilusión. Solo contenía 2 hojas con el detalle de los primitivos Protocolos Tarter de hacía más de 30 años, que lo único que especifican es que, de haber contacto extraterrestre debe ser confirmado y documentado fehacientemente, ampliamente difundido entre todas las naciones y no hacer nada de forma unilateral sin el consenso de un consorcio de representación mundial. Todos coincidían que estos protocolos y nada, era casi lo mismo.
La charla se animó. Si el punto de partida eran los Protocolos Tarter, cualquier sugerencia podía ser válida.
El asiático "¿o sería sudamericano?", propuso comenzar los protocolos dividiéndolos por niveles esperados de supremacía alienígena.
—¿Podría explicarlo, por favor? —dijo la mujer a su derecha.
El asiático o sudamericano o lo que fuera "¿como se llamaba?", explicó que, dando por sentado que los alienígenas serían más avanzados que nosotros porque apenas llegamos a la luna, cosa a la que todos asintieron con sus cabezas. Es importante asignarles un nivel supuesto a su civilización, por ejemplo, dijo:
—Debemos suponer que sería algo así como la llegada de Colón al continente americano o que sería como un encuentro de neandertales con nuestras fuerzas aéreas.
Y agregó envalentonado por los murmullos de aprobación.
—¿Qué protocolo podrían haber ensayado los nativos americanos en ese caso o qué podrían haber preparado los neandertales?
"Pues tendremos que hacer algo distinto a lo que hayan hecho los nativos americanos porque ya sabemos cómo les fue a ellos", pensó el mayor.
La mujer que estaba frente a la persona de rasgos orientales levantó la mano.
"Persona de rasgos orientales, ¿será políticamente correcto decirlo así?", se preguntó el mayor.
—Entonces, estamos hablando de diseñar un protocolo que permita guiar el contacto de nuestra especie, que a duras penas llega a su satélite, con una especie que cruza distancias intergalácticas —sentenció la mujer que ya había bajado la mano.
La charla se animó aún más.
—También tenemos que definir la base de intercambios para conceptos y pensamientos.
"Apenas podemos comunicarnos entre humanos de distintas culturas", se quejó el mayor.
—Tenemos que ser capaces de construir un mensaje colectivo que sea aprobado por todos los gobiernos del planeta —dijo otro de los presentes.
"¡Suerte con eso!", pensó el mayor.
—Ok. Están aquí y son superiores ¿porqué se pondrían en igualdad de condiciones para hablar con nosotros? ¿Y si vienen a conquistar? —argumentó la tercera mujer.
"Yo opino lo mismo", aceptó el mayor.
—Conquistador y enemigo es lo mismo —dijeron.
—¿Y qué pasa con las diferencias culturales?
—¿Como cuáles?
—¿Y si hacemos algo que ellos ven mal?
—¿Por ejemplo?
—Como que nos comemos a las vacas o a los peces o que dormimos por la noche.
El intercambio de opiniones era fluido, a veces inconexo, el mayor no quería entrar en ese terreno. Sabía que lo mejor era esperar a que pusieran por escrito sus conclusiones. Ese sería el documento que debería defender frente al Presidente.
—¿Y si hay dos facciones? —preguntó uno.
"Eso me interesa", pensó el mayor.
—Exacto, no tienen que pensar todos iguales, pueden ser como nosotros. Puede que no todos tengan la misma opinión.
—Pero tendrán un líder.
—Y una forma de gobierno.
—Y un régimen político.
—Tal vez no tengan una fuerza de invasión y solo sean exploradores.
"Eso también es posible", acepto el mayor.
El documento final que reemplazó a los Protocolos Tarter era mucho más voluminoso que aquellos, pero el mayor Andrew Anderson dudaba de que fueran de verdadera utilidad. No le importaba. Era su boleto a la Casa Blanca.
Asumía que se presentarían momentos importantes en la humanidad y que sería bueno estar en la casa blanca, en primera fila.
No lo sabía, pero no podía estar más equivocado.
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Inteligencia diseñada
Science Fiction¡Ganadora Wattys2020! ¡TERMINADA!: Novela corta: 33 capítulos, 52.000 palabras. Naves alienígenas comandadas por inteligencias artificiales han sitiado a La Tierra. Solo aceptarán irse después de conseguir lo que pretenden: conocer a la inteligenci...