Somos lo que somos

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La Comunidad, Planeta Tierra.

Año 15 D.E.

Después de quince años, Emma volvía a dar una conferencia para exponer sus teorías.

Todo había cambiado. No había hermosos salones para dar el marco adecuado a la charla. Ni una multitudinaria asistencia, ni pantallas gigantes donde proyectar los conceptos. Apenas un par de decenas de personas se sentaban sobre el suelo, frente a una pizarra de un blanco sospechoso y una serie de irregulares carbones a sus pies, que servían como herramienta de escritura. Y, como toda tecnología, unas lámparas de aceite dispuestas alternativamente por toda la sala previendo la circunstancia de que la noche todavía los encontraba en la habitación.

Ataviada como siempre, sin vestidos especialmente elegidos para la ocasión, Emma miró a los presentes. Esta vez, los conocía muy bien a todos y cada uno. Sabía de sus fortalezas y debilidades. Sabía que podía confiar su vida a cualquiera de ellos.

Eran su gente. En el concepto más amplio posible que pudiera darse a esa frase.

—Hola —saludó cogiendo un pequeño carbón del suelo.

El escaso auditorio la saludó con un "hola" generalizado. Habían sido convocados los que normalmente concurrían a sus asambleas. La Comunidad estaba representada a pleno por esos asistentes.

Franco y Clara se sentaron en primera fila, juntos. Un pequeño gesto que para Emma significó un buen augurio.

—Les pedimos que vinieran porque quiero contaros que voy a hacer el intento de responder a los visitantes.

El murmullo invadió la habitación, se podía palpar el miedo contenido.

Emma levantó las manos.

—Y, por si algo llega a pasarme, quiero que conozcáis la respuesta que voy a dar.

Esperó a que el silencio se adueñara de la sala otra vez y continuó.

—Hace 15 años la humanidad fue reiniciada. El mensaje más brutal y directo que pudieron dejarnos los visitantes, fue el de obligarnos a vivir con nosotros mismos y enfrentarnos a nuestra verdadera naturaleza otra vez.

»Estamos totalmente aislados y no tenemos comunicación de ningún tipo... y, aunque damos por descontado que pequeños grupos como el nuestro se habrán organizando aquí y allá, podemos asegurar que millones y millones de miembros de nuestra especie han fallecido.

»Los visitantes saben lo que está pasando. No se han ido. Hemos comprobado que cada vez que unimos dos cables, tarde o temprano, un nuevo pulso electromagnético inutiliza la instalación. La conclusión obvia es que los visitantes quieren que vivamos así. Y eso trae aparejada también una pregunta obvia: ¿Por qué?

»Voy a contaros mi versión de lo que creo que está pasando. Y para eso necesito empezar por contar el problema del significado.

—¿Y eso qué es? —dijo una voz.

Emma sonrió, se sintió dando clases en la universidad y esa sensación la arropó de tranquilidad.

—Aunque he perdido la práctica, espero poder explicarlo con pocas palabras.

Escribió en la pizarra cuatro palabras: gato, gota, toga, tago

—Como ven, he mezclado las letras de la palabra gato, cuatro veces. Siempre, consonante, vocal, consonante, vocal. ¿De acuerdo? ¿Lo ven? Bien, la pregunta es: ¿Qué tienen gato, gota y toga que no tiene tago?

Frente al silencio de los presentes Emma aclaró:

—¡Significado!

Los presentes rieron de forma nerviosa, más allá de la obviedad, no llegaban a entender completamente lo que Emma quería decir. Y ella lo sabía.

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