¡Te veo!

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Madrid, España.

15 de febrero de 2026.

9 días Antes del Evento.

Año del Evento.

Carlos vive a unos 130 km del centro geográfico de Madrid. Con apenas 16 años sabe mas de astronomía de lo que sería normal en un muchacho de su edad. Es considerado como un típico nerd, solitario y estudioso, que se enfrasca en sus libros de astronomía con inmenso placer. Por otra parte, él tiene la ventaja de que sus gustos también son el pasatiempo de sus padres.

Con mucho esfuerzo, juntando partes de desguazaderos, su familia logró montar un observatorio privado en los altos de su casa. Con un telescopio bastante importante para haber sido construido con piezas reacondicionadas, podía constituirse como la envidia de más de una escuela y centro universitario.

Carlos había crecido a la sombra de los relatos de su padre sobre cierto argentino, cerrajero de profesión y astrónomo aficionado, que se había ganado la lotería cósmica por haber fotografiado la explosión de una supernova por casualidad.

Carlos pensaba casi todos los días en qué misterios cósmicos habían confluido para que, patrullando el cielo al azar, fuera posible el haber encontrado el punto de estallido de una supernova. Tal vez una posibilidad en 10 millones o en 100 millones. Se entristecía pensando en que ni siquiera sabía cómo calcularlo.

Trataba de reproducir el momento en su mente. El instante en que, de pronto, te encuentras con un punto más brillante de lo normal. Se decía que eso ya era una suerte. Discutía consigo mismo. Se corregía diciendo que hasta ahí era conocimiento. Se justificaba diciendo que no cualquiera puede distinguir "un punto más brillante de lo normal". Pero sospechaba que el hecho de quedarse mirando el punto, hasta decidir que era digno de empezar a fotografiarse, podía estar teñido de azar.

Carlos dudaba en qué porción era conocimiento y estudio y cuál era fruto de la pura suerte.

Pero el hecho real es que, un argentino de unos cincuenta y tantos, mientras miraba por curiosidad la galaxia en espiral NGC 613 un 20 de septiembre de 2016, vio un punto de luz de un brillo en particular y comenzó a fotografiarlo con una cámara de alta resolución que, otra lotería, se había comprado ese mismo día.

Esas imágenes se constituyeron en la primera y única supernova fotografiada desde el momento de su nacimiento: la SN 2016gkg, una supernova del tipo IIb.

Las supernova del tipo IIb dejan un rastro de hidrógeno muy particular y arden en períodos de tiempos muy cortos... pero estas son las cosas que solo sabe un nerd de 16 años, que pretende repetir la hazaña anónima de encontrar un fenómeno celeste, al cual poder ponerle su nombre.

Esa noche en particular, Carlos se encontraba siguiendo a la Estación Espacial Internacional. Tenía instalada en su móvil la aplicación que seguía el rastro de la estación día a día. Y hoy pasaría por encima de Europa.

Después había preparado un mapa del cielo de Madrid, con algunos puntos sobre los que se detendría.

La primera hora pasó sin mayores sobresaltos.

Volvió a emocionarse al captar a la Estación Espacial Internacional. Pensó que algún día podría subir allí. Se convencía de que los viajes de ida y vuelta a la estación serían comunes en algún futuro cercano.

Soñó durante un momento en poder ver el cielo desde la Estación sin la contaminación lumínica que imponían las ciudades.

Tenía permiso para quedarse una hora más. Así que comenzó a calibrar su telescopio para moverse entre los puntos que tenía programado estudiar esa noche.

A simple vista, un brillo le llamó la atención. Parecía no estar tan lejos. Eso es conocimiento, se dijo. Cogió unos prismáticos para observarlo detenidamente.

No estaba en el mapa del cielo que él había trazado, pero eso tampoco sería extraño, ya que no había marcado todos los puntos.

Volvió a pensar en lo que realmente sabía, en sus estudios. Hurgó en su conocimiento. Reconoció que hasta ese momento la suerte no había jugado ningún papel principal. Cualquier astrónomo aficionado sabe que hay objetos más brillantes que otros, que algunos parpadean, las estrellas y que otros están fijos, los planetas. También saben que Venus es más blanco amarillento, Marte es tirando a rojizo y Saturno es más anaranjado, solo por citar algunos ejemplos. ¿Entonces? La suerte fue mirar por la ventana y ver el punto. Podía vivir con ello. Pero reconocerlo como algo particular y digno de observación es conocimiento.

Primero recorrió de memoria el cielo de Madrid que conocía y descartó que ese punto estuviera allí.

Cogió su teléfono y abrió la aplicación de los planisferios estelares. Escribió sus coordenadas y amplió con los dedos la zona que estaba mirando con los prismáticos.

Nada. Ese punto no existe. Su corazón comenzó a palpitar.

Volvió la atención a su móvil y buscó la lista de satélites que estarían orbitando en esa zona.

Comprobó que tampoco era un satélite artificial declarado por ningún país.

Su mente hervía de entusiasmo. Revisó su atlas de basura espacial y nuevamente su búsqueda arrojó resultados negativos.

Ese punto no debería estar ahí. Se precipitó sobre el telescopio y lo recalibró para que apuntara hacia el objeto.

Le pareció que era un objeto físico. Evaluó también que parecía girar sobre sí mismo y que podía ser un poco más grande que la Estación Espacial Internacional.

Pensó que al fin había encontrado algo que podía llevar su nombre.

Buscó a su amigo en el whatsapp y escribió las coordenadas, las envió y luego preguntó:

—¿Lo estás viendo?

La respuesta fue casi instantánea.

—Si, yo y todo el mundo.

—¿Cómo? —se sorprendió por un momento.

—Abre el foro de astronomía —fue la escueta respuesta.

Con el teléfono temblando en sus manos comenzó a deslizarse con el dedo entre todos los comentarios. Eran cientos. Tal vez miles.

—Es un trozo de la luna —comenzó a leer.

—Es una nave.

—Es una nave terrestre.

—Es una nave alienígena.

—Vienen a conquistarnos.

Miles de comentarios. De todo tipo. Carlos ya podía descartar que le fueran a poner su nombre a esa cosa. Era mejor así.

Lo último que leyó le gustó menos aún.

—¡Vienen a destruirnos!

Carlos saltó de la silla y bajó corriendo por las escaleras mientras gritaba.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Están aquí!

Inteligencia diseñadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora