Al mando

421 59 65
                                    

San Carlos de Bariloche, Argentina

16 de enero 2042.

5.805 días Después del Evento.

Año 15 D.E.

Después de que la pareja de avanzada hiciera las señas pertinentes para indicar que todo estaba tranquilo, el pelotón entró en la ciudad sin que nada se interpusiera en su avance.

San Carlos de Bariloche, la que fuera el destino patagónico más visitado del mundo, superando al millón de turistas al año, ahora era un cúmulo de casas y edificios vacíos.

El grupo caminó por las calles sin perder la formación ni disminuir la atención al entorno.

Clara se acercó a Emma y le dijo al oído.

—¿Estás tranquila, ma?

—Sí. No te preocupes. Si algo me pasa... cuida de tu padre.

—¡Dejate de decir boludeces, ma!—dijo de mala manera, mientras volvía a su posición.

Clara era puro nervio, intranquila, decidida, obediente. Cazaba y pescaba cuando era necesario o podía estar de guardia sin hacer nada más que prestar atención por horas.

Era muy querida en La Comunidad y no solo porque fuera su hija, ella se había granjeado el cariño de todos por su forma de ser. Sabían que se podía contar con Clara.

Emma hubiese estado más tranquila si se hubiera quedado en La Comunidad, como segunda al mando, con su tío Marcos. La Comunidad tenía un futuro brillante con Marcos a la cabeza, pero Emma le auguraba aún más brillo si Clara estaba allí para ayudarlo.

Al llegar a las inmediaciones de la plaza de la Torre del Reloj del centro cívico, la marcha se hizo más lenta.

Con señas, los dos adelantados fueron indicando a los demás que tomaran sus posiciones mientras cubrían sus sigilosos movimientos. El silencio era pesado y Emma fue consciente de que ni siquiera se escuchaba a las aves.

El dardo, convertido en atril, estaba a la vista. En el centro de la plaza, frente a una torre con un reloj inútil.

Durante los primeros meses posteriores al Evento, los supervivientes destruían los dardos que estaban enterrados, pero estos eran reemplazados rápidamente y sin consecuencias.

Antes de cumplirse el primer año de la nueva era, los atriles aparecieron recubiertos por un campo de fuerza, se lo podía cruzar caminando, pero no había forma material de impactar con piedras ni palos a gran velocidad.

Para Emma fue la primera señal de que los visitantes estaban allí, adaptándose a las circunstancias y esperando.

Con un intervalo de unos diez minutos se encendió el mensaje holográfico y se escuchó a la voz repetir:

"—Que la inteligencia artificial al mando pulse el botón y espere."

"—Necesitamos comunicarnos con la inteligencia artificial al mando".

"—Pulse el botón y espere".

Esperaron la emisión del mensaje un par de veces..

Se conocían historias, sin posible comprobación, que narraban el caso de seres humanos que habían presionado el botón y habían sido destruidos por el dardo.

Emma siempre las consideró una patraña, sabía por experiencia que la respuesta normal era mucho más trivial: la comunicación se cortaría en el acto.

Inteligencia diseñadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora