¿Qué pasaría si la persona más importante en tu vida te olvida? ¿Si los momentos a los que te aferras nunca existieron? Solo quedarías perdido en el tiempo. Jungkook es mucho más que solo alguien a quien Taehyung ama, es por quien lucharía incluso e...
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—Para la próxima semana quiero la guía resuelta y que cada uno trabaje en el proyecto con la persona que le fue asignada.
Me acerqué al profesor mientras cerraba su carpeta.
—Disculpe, profesor, quería saber si podría cambiar de compañero.
—A cada uno le toca lo que le toca, joven… —alzó la cabeza y se sorprendió al verme—. ¿Jeon? ¿Quiere cambiar a su primo?
—Sí, verá…
—No me interesan sus problemas familiares. Pero, pensándolo mejor, hay otra forma. Dígale al estudiante Kim Taehyung que queda vetado de mi clase y que dé por perdido el año.
—¿Qué? Pero le dijo que no venga por una semana nada más.
No, Dios, esto sería terrible para Taehyung; perdería su beca.
—Este proyecto tiene que entregarlo en una semana y él no podrá entrar a mi clase para cambiar de compañero. No lo entregará y adiós año. Así de simple. —contestó el hombre mientras recogía los libros de su escritorio.
—Pensándolo mejor, dejemos todo como está, ¿sí? Que tenga un buen día. —salí del salón de clases, donde Jimin me esperaba afuera.
—¿Cómo te fue? ¿Puedo ser tu compañero de proyecto?
—Lo pensé mejor, Jimin, y creo que está bien que lo haga con Taehyung. No anda muy bien últimamente y debo hablar con él. No quiero que pierda el año, y el profesor no pone de su parte para facilitarme las cosas.
—Como quieras. —Sus pasos comenzaron lentos en dirección contraria a la mía.
—¿A dónde vas?
—A mi casa. Hablamos mañana.
Era un chico alegre y algo tímido en algunos aspectos, pero no había forma de que me hablara de esa manera. Lo que había sucedido en clase le había afectado, quizás tanto como a mí. Las palabras que Taehyung utilizó durante el debate eran alarmantes, casi como si existiera la posibilidad de que lo que decía fuera real y atemporal, como una realidad eterna de la que no podía escapar. No era algo que se deseaba amar; más bien, era algo que no se pudo dejar de sentir, condenando al sufrimiento. Las palabras que usó para explicarme de qué trataba su llanto en aquel campo volvieron a aparecer en mi mente: recuerdos.
Mis pensamientos me hicieron chocar con la columna de cemento en el pasillo, mostrando mi torpeza al intentar caminar y pensar al mismo tiempo. La vergüenza de sentirme observado por todas esas personas que se reían de mí me hizo esconderme a un lado de la puerta de la cafetería. Mi nariz dolía y mi dignidad se había desvanecido.
