La casa desordenada, el piso también, en ocasiones con restos de comida que su hermano menor tiraba en sus berinches habituales, la botella de wisky sobre la encimera, la canción top del momento sonando por los ya saturados parlantes de la radio cubierta de polvo sobre la nevera. Y como no olvidarse del viejo y rancio olor de Flaco, el perro perdido que una vez su padrastro trajo a casa, a veces se iba una semana, dos, hasta un mes y luego volvía, en parte Sebastián lo envidiaba por tener la libertad de poder marcharse cuando deseara y que nadie lo busque.
Sebastián ahora era un adolescente de 17 años de edad, perfil bajo pero con muchos amigos de copas que lo invitaban a tocar algún que otro tema en sus fiestas de los viernes a la noche, no hablaba mucho, y tocaba la guitarra de vez en cuando con sus amigos en algún bar desconocido.
En su niñez hacer que cierre la boca en las clases era cuestión de un logro, se caracterizaba por ser el típico niño parlanchín que amaba ser el centro de atención, pero cierto día dejo de hablar con sus compañeros de banco, ya no le apetecía jugar a la pelota durante el recreo, comenzó a preferir lentamente el silencio, el de la biblioteca por ejemplo, o el de los pasillos olvidados de la escuela, su maestra se sentía más que satisfecha con sus logros académicos y su silencio majestuoso pero nunca noto que ese niño había perdido una parte de su alma, nunca noto un poco de depresión, y poco a poco perdió parte de su esencia.
¿La razón? él había visto con sus diez años como su padre se marchaba de casa, también vio cómo su madre lo reemplazo de inmediato, sintió como se le abrían el pecho en dos cada vez que recordaba a padre besando la frente de su madre cuando ella llegaba cansada del trabajo, vio como los cuadros familiares se rompían sin querer y como este hombre nuevo pretendía ocupar ese lugar.
En un principio, como en toda relación, todo marchaba bien, los besos eran tiernos y dulces junto con las baladas en las noches de otoño donde las hojas marchitas decoraban las calles para hacer de los paseos algo tan placentero como ver las manos de los amantes cuando se entrelazan al caminar despacio por los mismos caminos una y otra vez, mientras se miran a los ojos con ese brillo especial.Pero como todo cuento de hadas, dura poco y no es real. Vamos a ponerle nombre a este tipo, que desde ya deben odiar, se llamaba Scot y como buen jugador había que admitir que las mentiras se le daban muy bien.
Supo en que preciso instante entrar a la vida de Juliet, su madre, para arruinarla completamente. El primer año fue bastante decente, luego comenzó a hacerse presente su incontrolable furia los viernes a la noche, justo después de tomar unas copas con sus amigos en el bar que estaba a solo unas cuadras de la casa.Unos meses más tarde todo el fin de semana era festejado con botellas del alcohol que deseen, ya con el tiempo los gritos se convirtieron en algo habitual, a Sebastián ya no le daba miedo, ya no iba en busca de su desconsolada madre, ya su corazón no se abatía cuando se escuchaban platos estallar contra las paredes justo después de la cena. ¿Y su hermanito? Su hermanito no comprendía nada en lo absoluto, digamos que al nacer con ello no puede considerarlo algo extraño, para él también era algo cotidiano, podríamos suponer pero aun así lloraba con cada pelea, haciendo que sus padres en ocasiones dejen de discutir... por un rato.
- ¿Qué pasa? ¿no te gusta la comida de tu madre?- dijo Scot mientras posaba su desagradable vigote en la comisura del vaso expectante, como si solo se permitiera beber después de la respuesta.
- Esta deliciosa pero no tengo mucha hambre-
- De todas maneras comételo todo-
- Scot... por favor- suspiro Juliet, con sus ojeras habituales y su rostro cansado.
- ¿Qué? No ves que tu hijo esta delgado-
- Me voy a la escuela, se hace tarde-
Tomó la mochila que estaba en el sofá y se marchó sin saludar, escuchando desde afuera como comenzaba la discusión sobre los hábitos alimenticios que Juliet no transmitía a sus hijos y etc, etc.
ESTÁS LEYENDO
Corazón Joven
FanfictionEncerrada en un mundo de estereotipos, modales bonitos, en una casa enorme de oro y marmól, guardando apariencias de una familia perfecta, llena de engaños bajo la alfombra. Anne aún es joven pero está un poco herida, un poco rota, odiandose si mis...