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Anne

Llego a la casa en cuestión de 15 minutos, vio el auto de su hermano estacionado afuera, sin embargo en ocasiones estaban todos en casa sin percatarse de su presencia por lo que decidió calmar esa vocecilla interior que le decía cuanto la iban a joder.

Su hermano Julián estaba sentado en la isla de la cocina con una taza de café humeante en las manos.

- Quieres café, aun esta calentito- dijo sin voltearse para saludarla.

- No gracias, estoy que reviento- en ese momento se percató de cuanto había comido y bebido junto con Sebastián, él había pedido unas papas para acompañar y ella sin pensarlo comió.

312 calorías había consumido, lo equivalente a 5 manzanas aproximadamente, casi el total de lo que consumía en la semana. Trato de disimular su expresión de horror pero no podía, tenía ganas de llorar.

- ¿Qué has dicho? ¿dónde estabas? -

- Me vas a odiar-

- Debería agradecer que comiste con alguien, ahora lárgalo-

- Salí a tomar algo con Sebastián pero no tenía pensado esto- su respiración se estaba comenzando a agitar, quería correr, correr y correr hasta bajar esas calorías que tanto la estaban empezando a atormentar.

- Eso es... excelente- su hermano estaba apretando los labios, odiaba la idea de que su hermana se acerque a aquel muchacho pero si eso le hacía bien al punto de no contar calorías, estaba bien para él, sin embargo su pequeña hermana estaba al borde del colapso y él lo sabía.

- No, no lo es- llevo sus brazos a su estómago, quería fingir que todo estaba bien y actuar con normalidad pero no podía, y le dolía. Terminar la noche así luego de pasarla tan bien la hacía odiarse un poco más a sí misma. Porque era débil y no podía usar su razón para superar esos vicios solitarios que la estaban consumiendo cada día un poco más.

- Por favor, respira, calma... cuéntame que tal, a donde fueron?- dijo estrechándola contra su pecho en un intento desesperado por retener a su hermana-

- Fuimos a un lugar, un bar o más bien una cervecería the Queen se llama- dijo secándose las lágrimas que se escaparon.

- Y qué tal? Como te sentiste con el raro?- dijo apropósito para que ponga los ojos en blanco- ¿te molesta que lo llame así?-

- Un poco-

El momento horrible paso, sin embargo Anne sabía que los pensamientos volverían por ella más tarde, en el silencio de la noche cuando todos duermen o cuando nadie esté en casa.

Julián se ofreció a ver una película con su hermana, ella accedió sin más pero a los quince minutos se quedó profundamente dormida al punto de entreabrir la boca cual niña, su hermano la arropo al igual que cuando tenía nueve años, si bien él solo tenía un año y medio más que ella siempre sintió la necesidad de protegerla del mundo que le causaba tanto daño pero si había algo inevitable era chocar cuando vas a la velocidad más alta. Tenía un poco de miedo de irse, porque sabía que se llevaría con él un pedacito de ella y eso la obligaría a no depender más de nadie, de superarse sola pero por otro lado sabía bien que era necesario.

En la vida es necesario golpearse contra la pared, caerse, lastimarse para así poder levantarse, sino qué sentido tiene. Si no caes, sino te duele, sino te rompes en mil pedazos, no sabríamos que estamos vivos o no seriamos felices, porque ese es el precio de la verdadera felicidad. O al menos él pensaba eso, sabía que ella podía superar esto, aunque una voz interna le decía que si no era así, él se sentiría culpable el resto de su vida.

Corazón JovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora