3.

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John.


—Gracias de nuevo, amigo — digo por enésima vez a Mike que me ha dejado dormir en su habitación de huéspedes, él asiente como agregando (de nuevo) "no tienes nada que agradecer, para eso son los amigos" y luego se marcha, dejándome con mi computadora y el silencio abrazador.

Apago el foco y enciendo la lámpara de noche, abro mi portátil y voy directamente a Google, donde busco la bolsa de trabajo. Inmediatamente se despliegan ante mis ojos todas las páginas existentes, pero hago filtros y agrego palabras clave.

Luego de que me instalara en la casa de Mike, hicimos una lista de los trabajos que posiblemente yo podría desempeñar sin salir malherido o sin ser puesto en una lista negra, así que me adapto a esas opciones.

Chofer. Mesero. Lavatrastos. Ayudante. Mensajero. Repartidor. Botarga. Cajero. Operador telefónico. Conserje.

Busco todas las opciones y las analizo una por una, anoto los números de aquellas que me parecen decentes y descarto las que son sospechosas. Para ayudar un poco a mi situación entro a Facebook y actualizo mi estado: "En bancarrota, se solicita empleo". Lo hago público y ruego porque el padre de alguno de mis amigos me dé trabajo aun siendo un niño de papi.

Continuo navegando en las páginas que Google ha arrojado como resultados, así me quedo leyendo hasta que el reloj marca las once y treinta de la noche, entonces lo dejo.

Mientras estoy recostado me muevo incómodo pensando en todos mis posibles futuros problemas. La verdad es que me asusta un poco tener que ser uno de esos chicos con ropa desgastada o que huelen mal por no tener dinero para pagar los recibos, además, me incomoda y me frustra mucho darme cuenta de lo dependiente que soy. Yo solía creer que podía comerme el mundo de un bocado, pero la verdad solo era mi cómodo yo. El John real no sobrevivirá a la dificultad de una vida sin lujos, sin empleo y sin conocimientos en el campo de los negocios.

Hago una lista mental de todas las cosas que sé hacer bien, de esas cosas en las que uno es tan experto que merece la pena que lo reconozcan. La lista no es muy grande, porque solo hay cosas absurdas como: catar helados o rollos de sushi, conocer lo que una mujer quiere/necesita y el boxeo (que no es absurdo pero requiere de una licencia para enseñar, la cual cuesta).

Termino por rendirme, reprochándome el hecho de ser tan estúpido y no haber previsto esta situación.

Cuando tenía ocho años, tuvimos una reunión muy grande en casa. Había personas de todo tipo, familiares, amigos, empresarios y negociadores, había gente de la prensa y algunas celebridades locales. Recuerdo perfectamente que Joshua vestía su elegante traje beige y se paraba al lado de mis padres, como si fuese un suvenir traído de Francia que merecía la pena presumirse. Yo, en cambio, me había puesto un short playero, sandalias y una camiseta tipo polo, me paseaba por la mesa de comida y me escabullía lejos de la gente para no tener que oírlos hablar, especialmente porque no me gustaba que me preguntaran cosas sobre mi familia, ya que jamás sabía qué debía responder. Aquella ocasión, se me ocurrió que era una idea increíble si soltaba a mi perro, Coronel, y corría con él por todo el jardín para no aburrirme, pero no fue tan gran idea cuando éste se coló a la fiesta, arruinando la comida, la ropa de algunas personas y la calma del lugar. A la mañana siguiente aparecí en los periódicos locales y a mi padre se le tachaba de blando, ambas cosas me costaron a Coronel, quien fue regalado.

Papá creyó que con eso yo aprendería y que nunca más desafiaría sus reglas, pero creo que uno jamás cambia su naturaleza, porque (como es obvio) lo desafié muchas veces más.

Me quedo dormido con esa memoria en mente y cuando despierto, caigo en cuenta de que dejé todo desordenado, son las cuatro de la mañana, pero aun así me pongo de pie y recojo las hojas, las alineo y las meto en un cajón, también acomodo la portátil sobre la mesa de noche para no dormirme sobre ella y echarla a perder. Ya que la cama se ve menos desaliñada, me vuelvo a dormir y no despierto hasta que suena una alarma, misma que me avisa que el día ha comenzado.

Me baño a prisa, a pesar de que desearía disfrutar del baño, ya que debo ir a la Universidad. Para mi fortuna mi padre no llego a los extremos y accedió únicamente a seguir pagando la matrícula, lo cual agradezco aunque aún sigo molesto y confundido.

Me visto a prisa con lo primero que saco de la maleta y me acomodo el cabello para que se vea decente cuando esté seco, acomodo todo lo que necesitaré para la escuela y antes de guardar la computadora en su estuche curioseo en mi último estado de Facebook, esperando porque alguien haya comentado algo que me salve de la perdición.

Generalmente no soy tan dramático, soy más analítico y concentrado, pero la verdad es que me siento nervioso cada vez que pienso en mi futuro y en que el reloj está corriendo para mi economía.

Desafortunadamente los únicos comentarios en mi publicación son de amigos burlándose de mí y mi imperiosa necesidad por trabajar. Pero hay algo más...

Dos mensajes.

El primero que visualizo es de mi hermana, accediendo a pasarme parte de su mesada si la ayudo a practicar boxeo en secreto, ya que mi padre lo cree inapropiado para ella. De inmediato le respondo que sí, que lo haré, y quedamos en ponernos de acuerdo por mensaje más tarde. Aunque es muy probable que me meta en más problemas por hacer esto, no hay forma de que mi padre pueda estar más molesto conmigo, además es dinero y mi hermana estará feliz. A como yo lo veo, los dos ganamos.

El mensaje que noreconocí de inmediato pertenece a una tal MiaParker. Al observar su foto de perfil la reconozco de alguna clase en launiversidad, pero no sabría decir de cuál con exactitud. Lo primero que piensode ella es que es muy guapa y cuando leo el inicio de su mensaje también meparece educada, propia y con buena ortografía. Sin embargo, mientras continúoleyendo lo que ha enviado, agrego otro adjetivo calificativo para su persona:loca.

DOCTOR CORAZÓN | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora