7.

334 33 0
                                    

John.


—Esta es mi canción favorita — confiesa Mia y siento que una partícula de mí conecta con ella.

Una de las cosas más importantes que un psicólogo debe saber sobre otros individuos es que encontrar puntos de conexión ayuda a la empatía, por ejemplo, que a Mía y a mí nos guste una misma canción, hace que de pronto yo me sienta menos tenso, aunque de su parte, creo que generar empatía no le cuesta tanto trabajo pues parece relajada.

Voy conduciendo su auto, ya que me lo ha confiado sin más y me dirijo hacia el lugar donde comeremos, un bar de sushi (otra cosa que tenemos en común).

Llegamos a un semáforo y está en rojo, así que aprovecho para darle una mirada muy rápida, solo porque me causa mucha curiosidad lo que está haciendo. Va de copiloto con las piernas sobre el tablero, su cabeza apoyada en su brazo derecho que a su vez se coloca en la puerta de su lado, mira fijamente al frente pero no se concentra en el viaje, sino en la canción.

—¿Te gusta cantar? — pregunto repentinamente, ella se gira a mirarme mientras yo paso el pie del freno al acelerador.

—Me encanta, no lo hago perfectamente, pero tampoco del asco — se alza de hombros y sonríe.

Es una chica tan espontanea que me sorprende lo que está sucediendo entre nosotros, es decir, ella pagándome para que la aconseje. ¿Qué tendría un chico como yo para decir a una chica como ella?

—Eres escritora, ¿cierto? — pregunto, recordando a uno de mis profesores hablando sobre ella en una clase. "La universitaria de la que nos sentimos orgullosos" dijo él.

Asiente.

—Novelista, medianamente reconocida pero bien pagada — admite sin vergüenza.

—¿Desde cuando escribes?

—Alrededor de los nueve años, cabe aclarar que por aquel tiempo lo hacía del asco.

—Pero mejoraste — reconozco.

—Definitivamente.

—¿Y qué escribes?

—Tengo una trilogía de Romance y una novela Erótica — explica y siento que el ambiente se tensa un poco, pero ella sigue incólume, así que supongo que soy solo yo.

—Interesante — es todo lo que logro expresar.

—Y estoy por publicar un quinto libro, mi editorial dice que este podría ser mi primer best seller.

—¿Y de qué trata?

—Es Ciencia Ficción, ya sabes, un mundo distópico con tintes de rebeldía y revolución.

—¿Algo como Los Juegos del Hambre?

—Eh, algo así — responde no muy convencida.

Llegamos al estacionamiento del sushi-bar y cuando apago la marcha del auto, me apresuro a abrir la puerta de Mia en un gesto caballeroso, tal como sé hacerlo. Ella pone cara de sorprendida pero luego me agradece y juntos nos dirigimos al lugar, ella por delante y yo a unos pasos atrás.

Abro la puerta de entrada también y la dejo adentrarse primero, pido la mesa y dejo mi nombre, a pesar de que ella ha dicho que invitaba. Una mesera nos lleva hasta una pequeña mesa redonda con el justo espacio para ambos, tiene una luz muy tenue (el bar es oscuro) y el servicio para el sushi en el centro. Ayudo a Mia a sentarse y luego me pongo al frente.

—Ahora comprendo por qué todas hablan tanto de ti — dice con una de sus cejas alzada.

—¿A qué te refieres?

—Eres todo un personaje.

—¿Escribirías un libro sobre mí? — bromeo y automáticamente siento como he entrado en confianza, algo muy sencillo con ella, ya que es ligera de trato.

—Ya lo veremos — se ríe —. Pero hablando seriamente, no esperaba que fueras así — confiesa.

—¿Así? — inquiero como si se tratase de algo malo.

—He escuchado a varias chicas hablar sobre ti, incluso una compañera, Carolina Hassan, escribió un ensayo sobre ti. Y todas dicen lo experto que eres en saberlo todo. Creí que se referían a algo intelectual, como enciclopedia humana, ahora veo que no — hace una pausa —. Supongo que te has subestimado, John. Resulta que en solo un viaje he entendido absolutamente todas las razones por las cuales ellas jamás se refieren a ti de forma negativa. Eres guapo, jovial, educado, caballeroso, gracioso y gentil, sin contar que eres un Maxwell. Pero ese ni siquiera es el punto. El punto, John, es que eres experto en mujeres. Me has escuchado, has preguntado con interés, me has atendido y has cumplido más que cualquiera, todo en menos de una hora. Creo que serás mejor consultor de lo que yo esperaba — termina.

La observo con atención en silencio, ella sigue sonriendo y no teme a mi mirada, ya que la sostiene con seguridad, una cualidad que pocas mujeres poseen. Y la observación. Mia es sumamente observadora, como si cuidara cada detalle aun sin que te des cuenta. ¿Por qué una chica como ella necesitaría algo de mí? ¿Cómo es posible que siendo tan inteligente necesite un consultor?

—¿Qué necesitas de mí? — pronuncio con suavidad.

—Consejos — responde como si fuese obvio.

—No, creo que me equivoqué de pregunta. ¿Por qué? — corrijo.

Ella arruga la nariz, mira hacia arriba, suelta un suspiro frustrado y comienza a hablar. 

DOCTOR CORAZÓN | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora