DOCTOR CORAZÓN | Angie Jack

20.

Mía. 

Frank va tan silencioso en el auto que he tenido que encender la radio, pero no encuentro suerte, pues solo hay comentaristas o comerciales. Así que la apago y me maldigo por haber dejado el cable que conecta mi teléfono al estéreo.

—¿Ya sabes en qué vas a trabajar este verano? — le pregunto de repente, solo por hacer conversación.

Cada verano, Frank se consigue un trabajo que le permita vivir bien por el resto del año y generalmente se va por trabajos que den comisiones o propinas. Además, siempre me habla con mucho entusiasmo de ese trabajo y como este año no lo ha hecho, me parece que es buen tema para hablar. Sin embargo, él no cede.

—No, aun no — dice sin más.

—¿Ni una idea? — insisto.

—No — responde él, en el monosílabo claro para que yo sepa que no está de humor.

Pero, ¿qué carajos le sucede?

Me quedo callada por un momento, pero tan pronto como veo en el camino un espacio para detenerme, lo hago.

Él me da una mirada estupefacta y me pregunta que si qué estoy haciendo, yo me giro para enfrentarlo.

—Has estado actuando raro y quiero saber qué pasa.

—No pasa nada.

—Mentiras — le reprocho de inmediato, él suelta un bufido de frustración.

—Mía, conduce. Vamos a llegar tarde.

—No hay hora de llegada a esto. Así que habla o no llegaremos hasta mañana — me alzo de hombros pero eso no hace más que exasperarlo.

Aun con su frustración, no dice nada y se queda ahí, con un silencio que pretende obligarme a renunciar. Pero no lo haré.

Frank ha sido un amigo para mí desde que rompimos y es la única persona que no se pone filtros para decirme lo que siente, lo que opina o lo que cree. Así que esto no es habitual y me extraña. Me extraña porque sé que es por John y me extraña porque un chico jamás ha sido problema entre nosotros. Ambos renunciamos a ese derecho sobre el otro desde hace mucho tiempo. Entonces, ¿qué tiene John?

—Está bien — dice de repente —. Te lo diré, pero tienes que prometer no ponerte histérica.

Hago un gesto con la mano en mi corazón, prometiéndolo. No sé qué me va a decir, pero yo me lo he buscado, así que ni siquiera tengo derecho a ponerme histérica.

—No me gusta lo unida que te has vuelto a John — comienza a decir —. No lo malentiendas, no son celos. Es solo que creo que las cosas entre ustedes están evolucionando de manera rápida y extraña — hace una pausa —. Yo solo no quiero que vayas a salir lastimada, Mía. El chico es claramente un mujeriego, tú misma lo has dicho, y tú tiendes a entusiasmarte con facilidad. Siempre ves solo lo bueno de las personas.

Comienzo a negar, lentamente y sin comprender.

—No sé a qué te refieres — le hago saber.

—Oh, vamos — exclama Frank —. El chico está claramente colgado de ti, lo que no es ninguna novedad. Mía, eres guapa, inteligente, rica, simpática. Y tú, aunque no te has dado cuenta, vas por el mismo camino que él.

—Claro que no — me defiendo rápidamente —. Tú bien sabes que no es así.

Sigo negando, porque me gusta Thomas y porque para nada me gusta John. Sí, es lindo, simpático e inteligente, pero esto es un trabajo y yo soy una mujer profesional. Además, tampoco creo que él gusta de mí.

—¿Segura? — inquiere —. Porque si tú estás segura, yo te creo, pero de lo contrario, de verdad no me gustaría que te ilusiones con él. Tú sabes que no te conviene.

Su mirada es retadora, pero aun así me mantengo firme.

—Estoy segura — le respondo.

Él me da una sonrisa forzada y asiente.

—Ok. Entonces, me disculpo. Hagamos de cuenta como que no pasó nada. Olvídalo y sigamos con nuestras vidas. ¿Vale?

No luce molesto, pero sé que no está convencido de mi respuesta. Aun así, enciendo el auto y me dirijo a nuestro destino, porque yo sí estoy convencida de mi respuesta.

Entre John y yo no hay nada, tampoco lo habrá. Yo sé que él es un mujeriego y es precisamente por eso que lo contraté, pero mis gustos amorosos van más allá de un chico que solo busca relaciones basadas en lo físico. 

¡Feliz navidad a todos los que leen esto!