15.

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John.


—Y me besó y luego yo lo besé — me explica Mia con la sonrisa más grande que he visto en un mujer.

Mia es sumamente entusiasta respecto al amor, por lo que he podido notar en lo que llevo de conocerla y me sorprende, porque aunque ha sido lastimada en múltiples ocasiones, eso no parece derrumbarla.

La escucho mientras vamos en la camioneta de Mike, porque me la ha prestado para ir a la fiesta, pues mi auto ni en sueños andaría por las calles de terracería que marcan el camino a la granja. Sin embargo, aunque le presto atención, no puedo dejar de pensar en otra cosa: esta noche Mia va preciosa, y no solo eso, también luce sexy y...

¿Qué rayos me ocurre?

Todo el camino desde que llegué a recogerla he rondado en tres vertientes: la primera es dejarla que ella hable porque yo no sé qué decirle, la segunda es prestarle atención porque se supone que le dé mi punto de vista y la tercera es que no puedo dejar de reprobarme mientras pienso una y otra vez en que Mia va preciosamente sexy.

Eso está mal.

No se supone que me suceda esto con ella, porque está pagándome por ayudarla a salir con un chico y concretar una relación formal con él. Pero es inevitable, porque mientras más la veo más me reprocho por no haberla visto antes.

Esta noche lleva un vestido corto que se pega a su cuerpo y realza partes de ella que nunca antes había visto. Siendo muy honesto, Mia es pequeña pero curvilínea, del tipo que solo ves en redes sociales, con la cintura pronunciada y las caderas anchas. Lo curioso es que en un día promedio no notarías esos aspectos de ella, porque suele llevar ropa que no alza su figura a la vista, pero esta noche es todo lo contrario y me está volviendo loco.

Mientras me habla de cómo de verdad no quiere que las cosas con Thomas fallen, yo trato de respirar y repetirme que solo me he descontrolado porque mi carne es débil. Por otra parte, ruego porque esto no sea más que una atracción física, porque el propósito de Mia no es quererme, no a mí.

Llegamos a la granja de los Miller luego de cuarenta minutos de viaje y la ayudo a bajar de la camioneta, pero en el acto su escote queda a la altura de mi rostro y siento como eso me sonroja. Agradezco tanto que sea de noche.

Ella pone sus manos sobre mis hombros y da un pequeño brinco para llegar de la camioneta al suelo.

—Hagamos esto — me dice emocionada.

Y yo la sigo mientras nos adentramos en un ambiente de perdición.

La granja de los Miller es en realidad un granero en medio de la nada que compraron Jess y Hank, dos hermanos multimillonarios de la universidad que aman la diversión. En su "granja" se hacen fiestas semanales en las que siempre encuentras a alguien conocido, porque todo mundo está ahí, pero los lunes cuando regresas a la escuela nadie habla al respecto, porque son fiestas tan alocadas que guardan una especie de contrato de discreción. Obviamente dicho contrato no es real, pero nunca nadie dice nada, porque lo que pasa con los Miller, se queda en el granero.

La música suena muy alto y lo primero que noto al entrar es que hay tres ambientes: uno donde juegan a beber botellas de lo que parece tequila sin parar, otro donde juegan a pasarse una tarjeta de boca en boca y el ultimo donde las personas bailan mientras se toquetean.

Mia me mira con un brillo salvaje y me dice que vayamos por algo de beber.

Llegamos hasta un mini-bar donde ella toma una cerveza y yo opto por un vaso de whisky en las rocas. Ella le da un gran trago a su botella, hago lo mismo con mi bebida.

—Vamos a bailar — me dice muy animada.

Le digo que sí porque he decidido dejar de pensar en lo que está provocándome, esta noche se supone que nos divirtamos y la pasemos bien, sin importar lo demás. Y a final de cuentas, lo que pasa con los Miller se queda en el granero, ¿no? 

DOCTOR CORAZÓN | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora