13.

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John.


Cuando he mencionado que Mía es excesivamente segura y madura, he visto que eso la ha descolocado un poco y me siento arrepentido, porque no creo que deba interferir tanto en sus sentimientos, ya que son muy personales. Sin embargo, ella ha continuado y yo me he consolado, diciéndome que me ha pedido honestidad y que si no digo lo que en verdad pienso, aquello no la ayudará.

Mía sigue con sus explicaciones y ninguna otra cosa vuelve a llamarme la atención.

Al final de nuestra reunión descubro dos cosas sobre Mía:

1. Realmente es una chica increíble que sabe cómo tener buenas citas.

2. Es excelente en todo lo que hace.

Me cuenta mucho sobre su vida y me sorprende descubrir que es mucho más humilde de lo que muchos piensan.

Lo cierto es que ella no es muy conversadora y sé que tiene muy pocos amigos en el instituto. Siempre pensé que se debía a algún asunto de vanidad, superioridad o poca empatía, pero resulta que es solo porque le gusta ser reservada y es una mujer muy ocupada.

—Mi gira será en dos meses, tendré que tomar otro tiempo fuera de la Universidad. A este paso, quizá nunca me gradúe — me dice casi triste.

—¿Y realmente quieres el título? — inquiero, la verdad es que si yo tuviera las cosas que ella tiene por su propia cuenta, no me importaría la universidad.

—Es algo que quiero lograr, es como un reto personal. Si no lo consigo o se contrapone con otros aspectos de mi vida, claro que no será el fin del mundo desistir de él. Pero mientras pueda, seguiré adelante — explica.

Su celular le llama la atención y al mismo tiempo la puerta de entrada se abre. Un chico de nuestra edad entra, lleva gafas, una barba de varios días y viste ropa deportiva. Sonríe al ver a Mía y luego posa su vista en mí, aunque conmigo parece algo desconfiado.

—¡Hola, tú! — lo saluda ella muy emocionada de verlo, se pone de pie y lo besa en la mejilla porque él le advierte que está sudado.

—Hola, tú — responde él con una sonrisa, me da un breve saludo que consta de un movimiento de cabeza y desaparece por la cocina.

—Ese es Frank — me dice Mía, solo en caso de que yo no pudiera deducirlo.

Asiento mientras analizo en mi cabeza la experiencia que acabo de vivir. Me siento defraudado del chico, ya que lo imaginaba distinto.

Lo cierto es que los hombres no somos tan honestos cuando decimos que no sabemos si otro hombre es guapo o no. Al menos yo sé que Frank es menos apuesto de lo que esperaba. Aunque no es feo, sé que es mucho menos agraciado que cualquier chico con el que pude imaginar a Mía.

—¿Alguna vez has ido a una fiesta de los Miller? — me pregunta, inmersa en su celular, apenas y me ve.

—Claro — asiento.

Las fiestas en la granja de los Miller son icónicas.

—¿Crees que sea buena idea que vaya a una?

—¿La de mañana?

—Sí. Mi amigo Charlie irá, me dice que debería ir, pero sé que suelen ser muy locas y que terminan muy tarde, también me parece que está muy lejos esa granja.

—Si tú quieres, yo puedo llevarte y ser tu guía.

Ella se ríe, se le colorean las mejillas de rosa y me ve por primera vez desde que tomó el celular.

—¿Harías eso por mí?

—Claro, no veo por qué no.

Al final ella dice que irá y yo le digo que pasaré por ella a las nueve en punto.

Sé que tal vez aquello exceda nuestra relación de negocios, pero jamás pusimos clausulas y no creo que ser amigos interfiera con nuestro experimento. Además, ella es muy divertida y conversar con ella es revitalizante, casi puedo imaginar que la pasaremos muy bien en la fiesta. 

DOCTOR CORAZÓN | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora