9.

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John.


Tres mil dólares es mucho más de lo que yo esperaba.

Con el cheque en mano es que me doy cuenta de la posición en que la chica frente a mí se encuentra realmente. No parece estar desesperada, sino curiosa. Aun así, me parece que tres mil dólares es mucho dinero por un acto incitado por mera curiosidad. Sin embargo, luego de confirmar con ella que no se arrepiente de semejante idea, me guardo el papel con cuidado y sin nada de culpa.

¿Quién diría que tratar bien a las damas me salvaría de la pobreza?

De cualquier forma no descarto la posibilidad de trabajar medio tiempo en algo real, como lavar trastes o hacer entregas.

Mía come de su rollo de sushi de manera muy propia mientras yo lo devoro todo, pero ambos permanecemos en silencio.

Cuando hemos terminado, ambos nos damos una mirada y ella apresura a preguntarme:

—¿Por qué estás en bancarrota?

La veo con minuciosidad, buscando algún deje de burla o morbo, pero parece muy interesada en el tema de una forma honesta, tiene la cabeza ladeada y sus ojos lucen confundidos.

—Mi papá me ha corrido de la casa, me ha cancelado las tarjetas y me ha quitado del testamento familiar.

—¿Acaso asesinaste a alguien?

—Creo que él hubiera preferido eso.

—Entonces, ¿qué hiciste?

Me detengo un segundo a pensar si debería contárselo. Es decir, es una completa desconocida. Aunque luego de esta reunión dejará de serlo, no dejo de pensar en que es extraño contarle mi metida de pata. Pero, otra parte de mí me dice que no ha sido la gran cosa y que ella ya me ha contado algo mucho más personal e íntimo.

—Solía acostarme con la prometida de mi hermano hace dos veranos, antes de que fuese si quiera su novia. Estábamos en París cuando ocurrió nuestro pequeño romance y en ese tiempo íbamos a muchas fiestas, reuniones y cosas así. Un día, la llevé a una fiesta muy extrema, aunque ella insistió en ir más que yo en llevarla. Y en esas fiestas la gente hace cosas locas, como tríos, juegos de prendas y cosas así. La fotografiaron completamente desnuda en una cama y hace una semana le llegaron esas fotos a su padre, quien estaba por hacer negocios multimillonarios con el mío — hago una pausa, queriéndome reír de lo irónico —. Lo más absurdo es que cuando volvimos de París nos enteramos que la habían prometido a mi hermano y jamás le contamos a nadie de lo nuestro, pero cuando su padre recibió esas fotos, a ella se le hizo fácil decir que fui yo quien se las hizo. Su papá vino todo molesto con el mío y cuando me enfrentaron, les conté la verdad. Ahora ella me tacha de mentiroso, su padre me llama aprovechado y ha cancelado sus vínculos con nuestra familia, mi hermano me odia en parte por tener a su chica primero y en parte porque ya no es su chica. Pero mi padre, él solo me odia porque nos puse en vergüenza y él perdió su negocio.

—Wow — dice Mia, casi inexpresiva, realmente se ve sorprendida.

—Sí, lo sé. Pero desde la lógica de mi padre, creerme y apostar por mí no es una opción, porque prefiere quedar bien con sus asociados. En mi familia es más fácil perder un hijo que un contrato, porque duele menos — me río amargamente, pero Mía no me imita, en cambio toma mi mano, acción que me sobresalta un poco.

—Todos terminan por darse cuenta que el dinero no vale tanto como pensaban, créeme. Cuando eso le suceda a tu padre, se arrepentirá de haberte dejado ir.

—Eso sería glorioso — le digo, aunque con poca convicción, ya que honestamente no creo que mi padre sea un hombre de arrepentimientos y emociones.

Mia parece enserio consternada por lo que acabo de contarle y para ser una chica tan alegre, relajada y ligera, de pronto parece triste y muy pensativa.

No me dice nada, pero siento que tiene palabras atrapadas que le gustaría sacar, porque abre la boca pero la cierra repentinamente sin pronunciar palabra, a lo que yo tomo el control.

—Entonces, volviendo a lo nuestro, ¿agendamos de una vez las consultas o tú me dirás cuándo?

—Yo te avisaré cuando será la primera, hay algunas cosas que debo hacer antes — me explica.

Yo asiento, ella bebe el resto de su té y pide la cuenta.

Cuando la chica que nos atendió la trae, ella ni siquiera me deja verla y paga todo por ambos, propina incluida, me anoto mentalmente que alguna vez debo invitarla por algo, en compensación por todo lo que ha hecho hoy por mí. 

DOCTOR CORAZÓN | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora