10.

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Mía.


Ha pasado una semana desde que comí sushi con John y lo cierto es que no he vuelto a cruzar palabra con él, porque no coincidimos mucho. Además, yo quedé formalmente en buscarlo cuando estuviera lista para la primera sesión y no estaré lista hasta que haya hablado con Thomas.

Thomas es el hijo de Claire y Joanna, una pareja del grupo LGBT al que pertenecen mis padres, el grupo "Criando en igualdad" al que asisten padres homosexuales por asesoría y apoyo. Podrá parecer extraño o absurdo, pero aun siendo adultos, se las ven difícil para educar a sus hijos, por todos los temas de odio y exclusión que hay. A mí eso nunca me ha afectado de primera instancia, pero sé que a Thomas sí, ya que lo conozco desde que éramos muy pequeños y sé que ha sufrido mucho bullying por tener dos madres.

Thomas y yo tenemos un vínculo estrecho, ya que hemos compartido demasiado en nuestras vidas, incluido nuestro primer beso.

Ocurrió un día en mi habitación, cuando veíamos El Rey León.

—¿No crees que es raro que veamos películas sobre leones que son reyes y tienen problemas como las personas? — me preguntó.

Yo solo negué.

A diferencia de mí, Thomas quería verle la lógica a todo cuando éramos pequeños, después cuando crecimos, los papeles se invirtieron.

—Pues yo sí creo que sea raro, porque no hacen cosas de personas pero se preocupan como personas — me dijo insistente.

—Comen como las personas, se bañan como hacemos nosotros, también duermen y se dan besos y viven en manadas que no es distinto a vivir en familias — le expliqué.

—No se dan besos como las personas — aclaró, como si su mente se hubiera quedado suspendida en eso.

—¿Entonces cómo se los dan?

Thomas se acercó a mí y comenzó a darme de lengüetazos por la cara, no como algo vulgar pero sí admito que fue algo asqueroso. Yo le insistí en que parara y cuando lo hizo, solo fue para decirme:

—Y las personas se besan así.

Y me besó, como si no fuese la gran cosa.

Y la verdad es que no lo fue, de hecho, no me enamoré de él hasta que teníamos quince años (yo) y dieciséis (él).

A su madre Claire se le ocurrió que sería buena idea mandarlo en su último año de escuela antes de la preparatoria a un intercambio por Europa, ya que la pasaba muy mal por el acoso escolar y el odio, así que lo enviaron allá y cuando era el día de su regreso, decidieron hacerle una fiesta de bienvenida.

Y ahí empezó todo.

Thomas volvió con músculos, un cabello genial, más altura y otro tipo de actitud, como si fuese más refinado y culto. Yo no esperaba un gran cambio, pero lo cierto es que eso me impactó y pasé varios días pensando en lo mucho que me había gustado lo que su viaje hizo con él. Sin embargo, jamás le confesé nada.

Al principio no lo hice porque se trataba de Thomas, el niño de los lengüetazos, alguien que me conocía con la cara llena de chocolate y la ropa sucia. Después porque ambos comenzamos a salir con otros. Y por último porque cuando me di cuenta de lo que me ocurría con los chicos, no quería que eso me pasara con él.

Pero ahora las cosas han cambiado y tengo a John.

No pongo todas mis esperanzas en él, pero confío en que algo podrá hacer.

Y con esa chispa de confianza, llamo a Thomas y lo invito a salir. 

DOCTOR CORAZÓN | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora