23.

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John.


Es pasada la media noche y no puedo dormir.

No dejo de girar sobre la cama, mientras su nombre viaja por mi mente.

Las pasadas tres semanas, me contuve demasiado con respecto a ella y todo lo que me provoca. Sin embargo, sé exactamente por qué esta noche es distinto.

Luego de la parrillada, Mia y yo llevamos la relación a lo profesional y solo la he visto en tres ocasiones, una por semana. Sé que es porque ha estado saliendo con Thomas y porque ahora que está tan ocupada, ya no hay tiempo para fiestas en granjas o cenas casuales en su departamento. Sin embargo, se va mañana por la mañana y realmente quiero verla, despedirme de ella y hacerle saber que aquí estaré a su regreso, ya sea como consultor o incluso como amigo. No sé por qué, pero los últimos días he pensado en algo que no había considerado antes y es que si Mia se va por dos meses, a pesar de que nuestro trato dice que estará pagándome por al menos cinco meses, existe la posibilidad de que ella quiera prescindir de mí y el solo pensarlo me pone mal, porque no quiero que salga de mi vida, especialmente por todo el bien que me ha hecho desde que llegó.

Le mando un mensaje, preguntándole si sigue despierta y me contesta al instante que sí, así que le pregunto si puedo ir a verla. Demora más tiempo en responder, lo que me pone nervioso mientras pienso que quizá, preguntarle a una chica que es tu empleadora si puedes ir a verla pasada la media noche, es algo poco usual y cero profesional, pero yo mismo me consuelo, diciéndome que Mia y yo somos más que un consultor y una clienta.

También somos amigos, ¿cierto?

A los diez minutos me responde que puedo ir y brinco de la cama con tanta energía que ponerme short y playera me toma casi nada de tiempo, me calzo unas zapatillas deportivas y voy hasta la salida, con las llaves de mi auto en mano.

Conduzco hasta su casa y cuando llego, todas las luces están apagadas, menos la que supongo es de su habitación. Le digo que estoy afuera y un momento después, la veo en la entrada de su casa con un pijama de short y playera.

Lo primero que veo es su sonrisa resplandeciente y luego mis ojos viajan a detalles de ella, su chongo mal hecho, sus pantuflas infantiles y sus piernas desnudas por lo corto que es su short.

Me siento jodido.

Sé que me he estado prometiendo no sentir nada, pero cuando Mia se para frente a mí, con su forma tan genuina, espontánea y única de ser, todo en mí se desequilibra. Jamás he conocido a alguien como ella, con esa manera tan peculiar de ser, tan inteligente y despreocupada, tan guapa sin intentarlo.

—¿Vas a venir o literalmente solo viniste a verme? — pregunta con un ligero rastro de burla.

Sacudo mis pensamientos fuera de mi mente y me obligo a caminar, luego de cerrar el auto.

Entramos a su casa y nos sentamos en la sala.

—¿Cómo estás? ¿Lista para mañana?

—Estoy lista — asiente con entusiasmo —. Estoy nerviosa y solo de pensar en todo el trabajo que viene, ya me siento cansada y con sueño por adelantado, pero definitivamente mi emoción le gana a todo — explica.

—Vas a estar lejos un buen rato — digo más para mí que para ella.

—Solo van a ser dos meses. Aunque no voy a negar que me aterre pensar en todo lo que puede pasar en dos meses, ¿sabes?

—¿Ah sí? ¿Cómo qué?

Mia toma aire y con un ligero gesto de tristeza, me dice:

—En dos meses Frank puede encontrar una novia o encontrar casa y mudarse. En dos meses mis padres podrían discutir o enfermar o por fin decidirse a vender sus acciones de la compañía e irse a viajar por el mundo. En dos meses Charlie podría cambiar de trabajo o iniciar sus prácticas. En dos meses tú podrías recuperar tu relación con tus padres o... — se queda callada y la veo evitar mi mirada.

—O... — la animo a seguir.

—A lo mejor en dos meses ya no quieres darme consejos — dice bastante acongojada.

Me quedo en silencio y ella se echa para atrás en el sillón, da un ligero bufido y se pone las manos en el rostro. Por un segundo me temo que llorará.

—Oye, Mia — la llamo, ella no me mira pero sé que está escuchándome —, ¿sabes por qué he venido a verte?

—¿Por qué? — pregunta pero se oye ahogado, porque sigue sin quitarse las manos de la cara.

—Porque, aunque no lo pienso como tú, sí que he pensado en que tal vez dos meses basten para que te arrepientas de este experimento tuyo — le hago saber con honestidad — y solo quería decirte que si eso sucede, si este trabajo se termina, me gustaría que sigamos siendo amigos.

De un segundo a otro se quita las manos de la cara y noto sus ojos ligeramente rojos, aunque no ha llorado, sí que lo quería hacer.

—¿Lo dices de verdad? — inquiere casi como si fuera una pequeña niña desconfiada.

—Por supuesto. Me encantaría seguir estando en contacto contigo, pase lo que pase en estos dos meses.

Ella asiente.

—Bien. A mí también me gustaría eso. Pero aclaro que no estoy diciendo que nuestro experimento — hace comillas con los dedos en la última palabra — se dará por terminado, al menos no por mi parte.

—Ni por la mía — digo rápidamente, aunque no estoy cien por ciento seguro.

Y luego de eso ella se acerca a mí y me abraza. Nos quedamos abrazados en el sofá, yo con el aroma de su shampoo en mi nariz y ella con sus brazos envueltos en mi torso.

—Eres todo un personaje, John Maxwell — dice cuando nos separamos. 


No sé cuánto más estaré sin internet, pero quería avisarles que dentro de poco planeo poner esta novela en edición. ¿Qué quiero decir? Que reescribiré los capítulos, serán más largos y con más información. Eso no quiere decir que la historia cambiará y tampoco quiere decir que dejaré de actualizar, solo quiere decir que quiero mejorarla y voy a hacerlo. 

¡Gracias por leerme! ¡Y perdón por desaparecer! 

¡Besos! 

DOCTOR CORAZÓN | Angie JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora