DI E C I S I E T E

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Wos; 

Hace banda de tiempo que me fui de Córdoba, y todavía no sé como sentirme. Siento esa sensación de felicidad que me da cuando pienso en lo bien que me va con el tema de mi carrera, y bueno, mi relación va avanzando muchísimo. Con cata estamos felices, o eso me intento convencer. 

Pero todo se derrumba al pensar en Lola, miles de preguntas se me cruzan por la mente cuando aparece sus recuerdos en cada rincón de mi casa. ¿Dónde estará? ¿Estará sola en la casa del rubio?  O, ¿ya se enteró que su mejor no va a volver? 

Suspiré. Yo sabía desde el primer momento en que la vi en la casa de Paulo que nada volvería a ser lo de antes. Intenté todo; la ignoré aunque me doliera el alma, le hablé como un forro los primeros días, pero al pedo. 

Sigo con su imagen en mi cabeza, ¿cuándo se iba a ir? Nunca, respondí inconscientemente. 

-No- Reí de forma amarga. 

No puede ser, esa mina se tiene que ir, si o si. Me tiré en mi cama y cerré los ojos, lo cual empeoró mi situación. 

Los labios de Lola, moviéndose sobre los míos cuando éramos verdaderamente felices, no me abandonan y ya me rehusé a intentar algo más. 

Esa mina es incontrolable, incluso en mis pensamientos. 

Vi hacia la puerta de mi habitación y un cuerpo femenino está parado en el umbral de la misma y sé quien es. Lo tengo repasado de memoria, sé sus defectos y cada detalle de pie a cabeza. 

-Cata, ¿hace cuánto estás acá?- Pregunté sentándome mejor en la esquina de mi cama. 

Sonrió y se acercó a sentarse en mis piernas, yo no me quejé y la acaricié en su cintura. Miré sus ojos y los de Lola no me dejaron de torturar. 

-¿Por qué decías que no como un loco, bebé?- Cuestionó mientras acariciaba mi pelo con suavidad. 

No es igual al tacto de Lola, pensé. 

Segundos después me retracté de ese pensamiento y no pude evitar sentirme culpable por lo pelotudo que fui al pensar de esa forma. Es mi novia, me repetí. 

-Estaba pensando en mi nueva canción, y no me salía nada- Repliqué mirando a la nada. 

Ella sonrió dándome a entender que entendía a que me refería con eso, yo le sonreí con un poco de frialdad y ella besó mis labios, intentando que el mismo suba de tono. 

Y sé que hace más de una semana que no teníamos relaciones, pero me sentía incapaz de tocarla de otra forma. Cada vez que lo hacía, la manera en que tenía Lola de ponerse nerviosa, de que su piel se erice, y sus cachetes colorados llegan a mi como un flash. 

Puedo asegurar que este sentimiento que tengo ahora mismo, este que me aprieta el pecho con angustia cuando recuerdo que no la tengo más, es por haberla visto por primera vez después de un año y medio, y todo lo sucedido después de eso. 

No puede ser por algo más, aunque me llegue a confundir, no puede ser. 

Me negué varias veces y me separé de los besos que me estaba dando cata, intentando pasar a mi cuello sin lograrlo. 

-¿Qué mierda te está pasando, Valentín?- Interrogó con cansancio. 

Yo no pude responder, no encontré las palabras precisas. ¿Qué iba a decirle? Uy perdón, cata. No paro de pensar en mi ex y gracias a eso, no puedo coger con vos. 

No, no da. 

Me elevé de hombros y me paré de la cama, buscando aire tapándome la cara con las manos. Respiré hondo pero nada funcionaba, me seguía sintiendo cohibido, como si los órganos me apretaran todo el cuerpo y no permitieran el pasaje de aire en mi interior. 

Lola, Lola. 

Lola, te odio. 

-Nada, Cata. Estoy mal, nada más- Respondí. 

Sin pensarlo más de dos veces, agarré una de mis camperas adidas, la primera que encontré y me la puse. 

Salí por la puerta del departamento, respirando el frío aire de Buenos Aires. Aún me seguía sintiendo mal, y peor por ser quien no pueda cumplir con las necesidades de cata, y sumándole que el recuerdo de mi ex no me deja en paz. 

¿A esto la gente le llama Karma?

Más calles avanzaba en mi aventura sin rumbo, y más respuestas encontraba a esa pregunta. 

Sí,

Sí era mi karma; por no haberla respetado, por quererla como si fuera un juguete. Por llevar todo al derrumbe, por traer a mis amigos como problemas en el mismo desastre. 

Era un quilombo, sí. Pero no hice más que cagarla, con cada uno de mis actos y no podía cambiarlo. 

No podía decir que no me merecía esto, porque en realidad si que lo hacía. Sí que me merecía todo este dolor, y sí que me merecía sentirme solo. 

Yo le hice lo mismo. 

Ya no podía cambiar, eso si. Porque ella ya no me quiere, y además, sé que en una pequeña parte, soy feliz con Cata y sus pelotudeces. Soy feliz con ella haciéndome reír a las dos de la mañana. 

Pero también era feliz con Lola. 


Storm ; WosWhere stories live. Discover now