D O C E

753 48 6
                                    

Lola; 

Hace tres días que venía llorando por la misma pelotudez, Valentín y Catalina, la nueva pareja espectacular del grupo. Se ve que revelarse aquel día los había hecho más unidos, porque cada vez que bajaba, sea cada cinco minutos, igualmente estaban abrazados o a los besos. 

Suspiré de forma pesada intentando evitar seguir pensando en lo mismo, pero la bronca era incapaz de controlarse, había pensado que todos mis sentimientos por el castaño estaban más que superados, pero no, no superé un carajo. 

Me acomodé mejor en mi almohada y miré de forma directa hacia la ventana, mientras que en mi mente no se paraba de repetir la escena de la noche en la que los vi chapando, y después el como me destrozó la mirada y sonrisa triunfadora de Cata. 

Después de horas llegué a la conclusión de que ella lo que siempre quiso fue hacerme daño, las miles de "traiciones" que tuvo contra mi se me vinieron a la mente, como por ejemplo aquél día, cuando ambas teníamos apenas 16 años, y ella me intentaba robar al chico que me gustaba. Y lo terminó logrando. 

Una lágrima se escapó de mis ojos y era en serio que todavía no podía creer que quedara agua en mi cuerpo. No entendía como aún no me había deshidratado, tantas lágrimas y llanto me habían hecho pensar que en cualquier momento estaría deshidratada y más seca que el desierto del Sahara. 

Unos golpecitos en la puerta me hicieron sobresaltar pero esa forma de tocar la puerta sabía de quien era; Paulo.

-Pasa- Dije con la voz un poco ronca. 

El lloriqueo que me había pegado durante estos días me había afectado un toque la voz, y además, no he hablado con casi nadie. Me la pasé aislada y desconsolada por ahí, pero por suerte tenía amigos que me entendían y me daban el espacio que necesitaba. 

-Loli, ¿cómo te encontras?- Preguntó entrando y con su voz suave. 

Me hizo sonreír tranquila y era la primera vez en tres días que sonreía con sinceridad y no por obligación.

-Bien, me parece- Reí despacio, pero en su cara se formó una mueca. -¿Qué pasó? Digo, viniste y tenés una cara de que te queres morir en cualquier momento. Veni, contame- Palmeé el lugar a mi lado en la cama. 

Él se sentó y sabía que esa carita no era propia de Paulo. Algo le estaba pasando y no me equivoqué porque el abrazo que me dio, escondiendo su cabeza en mi cuello, me confirmó lo que creía. 

-Eu eu, mirame- Lo obligué a mirarme, y sus ojos azules se conectaron con los míos. -¿Qué pasó?- Pregunté nuevamente. 

-Te voy a extrañar, Lo- Dijo sorprendiéndome. 

Tardé segundos en entender a que se refería hasta que lo hice. Paulo se iba de gira, otra vez. Hace dos meses había terminado su tour por todo Lationamerica y ahora le tocaba recorrer todo el mundo, tardando más de lo que había tardado antes. 

Había olvidado por completo que estaba por irse de gira. Me sentí mala persona por olvidarlo, pero intenté disimularlo con un abrazo fuerte. 

-Te prometo cuidar tu casa- Le susurré en el oído. -Los simios estos no la van a destrozar, te lo juro- Dije riendo. 

Él también lo hizo, yo me abracé aún más a su anatomía y olí su pelo, tenía su olor y me encantaba. Iba a extrañar esta forma de abrazar y su perfume característico. 

-Ese es el problema, porteña- Dijo separándose y mirándome fijo. -Nos vamos todos- Susurró por último. Abrí los ojos lo más que pude e intenté descifrar si lo que decía era verdad. 

¿Todos se iban? Por lo tanto tenía que estar completamente sola, y hace más de seis meses que no lo estaba. Desde que compartía casa con Paulo estaba él o sus amigos, pero nunca me quedé más de una semana sola en la gigante casa de Londra. 

Mi mejor amigo tenía miedo de dejarme sola después de todos mis problemas con la droga y el alcohol, más la depresión y por más que dijera que estaba bien, él nunca me había dejado sola.

Y quedarme sola ahora, me estaba aterrando. La sola idea me daba escalofríos. 

-Voy a estar bien- Dije intentando creérmelo. 

Paulo entornó los ojos y sé que no me creía, pero de alguna forma intenté que me creyera. 

-Posta boludo, voy a estar bien- Le dije acariciando su cachete. -¿Cuándo te vas?- Le pregunté. 

Él acomodó su cabeza en mis piernas y mis manos automáticamente se fueron a su pelo, jugando y haciéndole trenzas aprovechando el largo del rubio. 

-El martes- Dos días. 

Le sonreí y él me miró fijamente. 

-Tenemos pa' despedirnos, ¿o no? - Le dije con ánimo. -¿Noche de pelis?- Propuse indecisa. Él asintió feliz. 

Yo sonreí y sentí que todo el miedo se había ido y el problema con Valentín dejaba de tener importancia mientras estuviera con Paulo. 

Pusimos El Rey León, una de nuestras películas favoritas de la infancia, una de las tantas en las que coincidimos. 

Recién eran las once de la noche, y sabía que las noches de películas con mi mejor amigo duraban hasta que el sol saliese. Por lo tanto, tenía un par de horas para disfrutar sin estar pensando en lo mal que estaba yendo todo. 

Estaba feliz por Pablo, pero me aterraba pensar que estaría sola y podía recaer en cualquier momento. 

-Te quiero, ¿sabes?- Me dijo mi amigo sonriendo a mi lado. 

-Yo más, cordobés- Le revolví el pelo volviendo mi vista a la pantalla de la computadora. 

Las siguientes horas me la pasé junto a Paulo, ambos teníamos los párpados pesados pero aún así intentábamos quedarnos más tiempo. Pero no aguantamos, y terminamos durmiéndonos en mitad de una de las tantas películas de Marvel. 

Antes de cerrar mis ojos, la viva imagen de Valentín me sorprendió. Otra vez pensando en él antes de dormir. 

¿Cuántas veces más iba a verlo?

Estaba cansada ya, pero no podía controlar mis sentimientos.  

Storm ; WosWhere stories live. Discover now