D I E C I N U E V E

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Wos; 

Estaba caminando por las calles de Neuquén, hace más de una semana que estaba acá para visitar a mis abuelos, los cuales vivían hace un par de años en esta ciudad. No sabía que los chicos venían para acá, recién me enteré cuando vi la historia del Duki. 

Supe al instante que el pelo rubio detrás de él no era nada más ni nada menos que Lola. Me ponía nervioso el solo hecho de pensar que los dos siempre estábamos en el mismo lugar, sin buscar una excusa para estarlo. 

Neuquén es grande, y sé que, no me la voy a cruzar por ir a un super o lo que sea, no tenía posibilidades, pero cuando algo se trata de ella, todo es posible. 

Entré a la casa de mis abuelos y vi como mi abuelo miraba la tele, específicamente el partido de Argentina. Le gritaba concentrado y no pude evitar sonreír, lo quería y me sentía orgullo de poder seguir viéndolos así. 

-¿Abue? ¿Estás?- Pregunté entrando en la cocina. 

Estoy en esta ciudad porque no los visitaba hace más de seis meses, y además, necesitaba mi aire y momento de privacidad, y acudí a mis abuelos; Nadie sabía que tenía abuelos viviendo en Neuquén. 

Es una buena manera para que los hincha huevos de la prensa no me jodieran a cada rato, como últimamente lo hacen apenas me ven caminando por la calle. 

No era por presumirme, pero sucedía y más con la fama repentina que creció. 

-Estoy acá, Valen

Caminé hasta donde provenía la voz y vi a mi abuela sentada en su característica silla frente a la ventana, mirando hacia afuera mientras tarareaba una canción. 

La misma canción que me cantaba cuando mis padres peleaban.

-¿Qué hacías?- Indagué mientras me sentaba en la esquina de la cama, mirando hacia ella. 

Tardó segundos en responder y yo mientras tanto la miraba. Mi abuela siempre fue mi referente, y la persona que estaba siempre ahí, siendo yo un pequeño niño de seis años viendo como sus padres peleaban a cada segundo. 

Ella estuvo ahí cuando Lola se fue. 

-Nada, recordaba cuando eras chiquito, ¿te acordas? Vos y tu hermano siempre fueron unos chiquitos rebeldes- Dijo con aires de nostalgia. 

Y sentí una punzada en el pecho al oírle nombrar a mi hermano. Lo necesitaba más que nadie, y no sé donde está. Desapareció un día con esperanzas de "encontrar algo mejor", se fue de la casa y nadie lo volvió a ver. 

Desde ahí mis padres se separaron y mi mamá pasa cada minuto de su vida intentando encontrar alguna pista de mi hermano. En cambio, mi viejo no pierde la fe de que algún día volverá, y dejó de buscar; Se casó y ahora tiene dos hijos, abandonando por completo a mi familia. 

-Me acuerdo- Dije con la voz entrecortada. -Cada macana nos mandábamos. Me acuerdo cuando un día casi incendiamos la cocina, ¿te acordas? La cagada a puteadas más grande de mi vida me la diste vos- Reí. 

Recordar a mi hermano me hacía querer romper todo, pero al mismo tiempo, esa pequeña fe de que volverá sigue en mi, y apoyo a mi madre en su búsqueda, dando lo poco que queda de Valentín Oliva. 

Mi abuela rió y siguió sin despegar la vista de la ventana. Estaba seria, pero lograba ver como de a poco su mirada se volvía acuosa. 

-Lo extraño- Dijo sin más. 

Yo la miré sin saber que decir. Nunca supe que decir cuando alguien lloraba, y nunca tuve las palabras correctas. 

Un "yo también" valía, pero no lo suficiente. 

Marta, mi abuela, lo quiso como su hijo. Fue el primer nieto por parte de mi mamá, y mi tio en ese momento no tenía aún hijos. 

Y puede que al principio mi hermano haya sido el desastre de la familia, ya que mi madre lo tuvo bastante joven, pero con el tiempo, se convirtió en un amor y orgullo. 

Extrañaba a mi hermano yo también, pero no se comparaba al vacío que sentía mi familia, ese vacío tan grande. Aunque yo lo viví bastantes veces, no se comparaba. 

-Yo también abuela, yo también- Repetí sin saberle que decir. 

Ella se paró de su silla y se metió al baño que compartían con mi abuelo en su misma habitación. Bufé frustrado y me tapé la cara con las manos. 

Al tocarme el cachete, la superficie está mojada y sin darme cuenta, volví a llorar. 

Que feo extrañarte, hermano.

Me paré de la cama y me metí en la habitación de invitados que hasta la próxima semana sería mía. Me tiré en la cama, tapándome la cara y lloré en mis manos. 

Me sentí el pequeño Valentín que lloraba cuando no entendía que pasaba. Ese pequeño niño indefenso que no sabía que realmente su ídolo estaba perdido y lo había abandonado para siempre. 

Se fue apenas tenía ocho años, y él diecisiete. Era un adolescente revolucionario que buscaba cambiar su realidad, y una gran parte de mi, conociendo lo que era en aquella época, asegura que él se fue a otro país, no soportaría estar viviendo en la miseria que ahora mismo vive Argentina. 

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Desperté por el sonido de mi celular, estaba desconcertado y tardé más de unos segundos en comprender que me había quedado dormido mientras lloraba por mi hermano. 

Suspiré y atendí la llamada, era una voz temblorosa y miré asustado el número. 

"Lola Benardi"

Me froté los ojos y volví a mirar la pantalla. Estaba alucinando, estoy completamente seguro. 

-¡Valentín! Veni, por favor- Dijo y yo sentí el nudo en mi garganta. 

No sabía que decir, y tampoco entendía como ella sabía siquiera que yo estaba en la misma ciudad que ella y Modo diablo. 

-Bueno- Fue lo único que me salió y escuché gritos atrás de ella. -¿Dónde estás? Pasame ubicación, dale- Dije calzandome. 

Agarré las llaves del auto que estaban encima de mi mesa y salí rápido de la casa, intentando hacer el menor ruido posible.

-No cortes la llamada, ¿ta? Así voy a estar seguro de que estarás bien- Dije con mi voz lo más calmada posible. 

Pero estaba nervioso, eufórico. Tenía miedo de que algo le pase a Lola, y si algo sucedería, no sería capaz de perdonarme, nunca. 

Ella respondió con un "si" incapaz de entender. Conducí hasta la ubicación que ella me había pasado, y me sorprendió el hecho de que estuviera tan cerca. En todo el camino intenté calmarla con mis palabras, y cada vez que lo lograba, un grito hacia que ella volviera a llorar. 

-¿Dónde estás, Lola?- Le pregunté entrando a la casa. 

El olor a porro y alcohol mezclados eran impresionantes, y me hicieron tapar la nariz al segundo. Y si, yo tomo y fumo, pero no era capaz de aguantar el olor que había en esa casa. 

-E-estoy arriba- Dijo temblorosa. 

Asentí sin que pudiera verme y subí las escaleras. 

Corrí hacia el primer cuerpo que vi, hecho una bolita en una esquina con una mano sosteniendo el teléfono contra la oreja. 

Era ella. 

La abracé mientras intentaba calmar sus llantos y  mientras tanto, miraba el panorama y vi a lo lejos lo que ocasionaba tanto revuelo; Duki y Neo peleando. Más otras personas peleando a su alrededor, entre ellas Tomás. 



Storm ; WosWhere stories live. Discover now