Capítulo 6.

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Entro a mi piso de trabajo, saludo a Austin con una sonrisa, al igual que al resto de mis compañeros. Esta mañana he despertado tarde, por lo cual no he podido tomar mi aventón con Lorraine y mucho arreglar mis cosas ante de venir. Añadiéndole a eso mi desayuno quemado y la mancha de salsa que traigo en mi camisa blanca. Esta, sin duda alguna, debe ser la peor de mis mañanas.

Encuentro a Lore en mi camino, ella al verme me hace señas hacia mi oficina, y luego alza sus pulgares alentándome, debo suspirar hondo para lo que está por venir, porque los pulgares arriba solo significan una cosa: el jefe en mi oficina.

—¿Hace cuánto? —cuestiono. Lore me ayuda con la mancha en mi camisa y el desorden de mi cabello.

—Lleva ahí el tiempo que tienes de retraso.

Diez minutos, bien, no lleva tanto tiempo, al menos no es una media hora. Miro hacia mi oficina nuevamente, encontrándome reflejada en el gran ventanal de la entrada. Me regreso a Lorraine.

—¿Qué tal me veo? —cuestiono. Con mi mano libre peino mi cabello mientras intento no quejarme por el terrible dolor de cabeza y las náuseas insistentes en el borde de mi garganta— ¿Parezco una mujer que está por fracasar en su trabajo?

Lore hace una mueca de disgusto, sus labios rojos se contraen y sus cejas se arrugan. Bien, si Lore lo piensa quiere decir que mis posibilidades de quedarme con el trabajo con nulas.

—Date un punto —me dice, intentando, como siempre, animarme— por lo menos no te ves como una desempleada.

Asiento ante sus palabras, luego vuelvo a suspirar y camino hasta mi oficina, el repiquetear de mis zapatos resuena por todo el lugar. De un pronto a otro todo es tan silenciosos que no me queda más que llenar mi mente de pensamientos ante lo aterrador que me parece llegar al umbral de mi oficina. Me asomo un poco, como si fuese una invitada, y contengo una mueca de angustia. En efecto, un hombre alto y de cabello canoso me espera de pie ante mi escritorio.

Cuando se regresa la puerta y me mira, sonríe. Tan solo espero no ser despedida.

—Destiny, que gusto verte —abre sus brazos de par en par, como si me pidiese entrar— pensé que te habías enfermado o algo así.

Sonrío nerviosa, entro por completo a mi oficina y esquivo alguna de las cajas que Lorraine aún no me ayuda en ordenar. Cuando llego hasta mi escritorio le pido tomar asiento.

—Veo que te estás instalando muy bien, me agrada que te sientas en casa.

—Estoy en proceso de ello —bromeo. Y mi jefe, el cual se llama Donovan, ríe un poco.

Los dos miramos a nuestro alrededor, él lleno de curiosidad y yo comiéndome las ansias por culpa de las cajas, los libros y carpetas que nos rodean. Al acabar su recorrido se centra en mí, y con una sonrisa asiente.

—¿Qué tal tu entrevista con Lawrence? —es directo, y eso me produce un poco de ansiedad.

El que se cruce de brazos, me mire serio y expectante, reaviva mis nervios. Además de ello, esta mañana, mientras me quejaba por mi desayuno quemado y recordaba el sinfín de estupideces que dije la noche en que me encontré con Henry en la discoteca, decidí dejar de una vez por todas la entrevista, porque 1) No tengo rostro para mirar a Henry Lawrence de frente, mi vergüenza rebasa los límites, y 2) Por nada del mundo lograré sacarle información, es el mejor esquivando las preguntas, aun cuando dice darme algunas respuestas.

He llegado a la conclusión de que, entre más me esfuerce por sonsacarle respuestas a Lawrence, más tonterías terminaré haciendo. Y yo, Destiny Maher, no me lo puedo permitir.

Hasta el Final #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora