Capítulo 16.

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Henry.

( ¿Todo bien por allá? )

Envío el mensaje.

No puedo jurar que todo irá bien, jamás puedo. Hay cosas que se me escapan de las manos, soy humano, tengo el derecho de fallar. Realmente no sé quién es ella, aunque pensándolo bien, tampoco me debe importar. Pero hay algo que va más allá del simple hecho de mantenerla a salvo para quitarme un peso de encima; hay algo, que no logro explicar con todas las palabras que existan... es un algo que va más allá de todas mis convicciones, y sé que tiene mucho que ver con la reconfortante manera de saber que por fin tenía algo por lo cual no tirar la toalla.

Hoy es domingo por la noche, y el segundo partido de la temporada ha acabado con varios home run a nuestro favor. Hay reporteros de camino a los vestidores, todos ellos son esquivados por la seguridad y mis guardaespaldas. Me apresuro a tomar un baño y vestirme para salir de ahí lo más rápido posible.

Se supone que debería sentirme tranquilo con el hecho de traer seguridad hasta por el cuello y de tener a Wilson protegiendo de Destiny, pero al salir del estadio entre el gentío lleno de aficionados y llegar al parqueo aturdido por los gritos; hay una sensación que me hostiga en la boca del estómago y que no hace más que mantenerme alerta.

No quiero parecer paranoico, pero siento que me persiguen.

—¿Todo bien, señor?

Asiento en respuesta a uno de mis guardaespaldas.

—Síganme en el auto, manejaré solo —les indico.

Los dos acatan mis órdenes al instante y salen en busca de su auto para seguirme en el camino. Reviso mi celular, no hay señales de Destiny.

Quiero una respuesta fiable que me explique el por qué me siento así. Llevaba años sin sentirme de este modo; paranoico, nervioso, hasta un poco aterrado. No sé si se trate del hecho de que ahora tengo que vivir alerta por los hombres que persiguen a Destiny o si solo, estoy en uno de esos episodios de mi vida en los que revivir el pasado me era fácil, muy fácil para mi mal gusto.

—¿Henry Lawrence?

Levanto mi rostro del celular, tengo los latidos de mi corazón al mil. Pero me tranquiliza un poco el hecho de encontrarme a una pareja y un niño sonriéndome.

—Soy yo —les contesto.

El auto de mis guardaespaldas se detiene detrás de mí.

—¿Podría darnos un autógrafo? Nuestro hijo es un buen aficionado suyo—dice el padre, acariciando con cierto orgullo el cabello de su hijo.

Con un gesto indico a mis hombres que me esperen fuera del parqueadero.

—Claro, no es problema.

El niño de unos diez u ocho años extiende a mí una bola de béisbol junto a un rotulador negro. Lo tomo entre mis manos, autografiando gran parte de la bola.

—Nos costó dar contigo, todos parecían rodearte —el niño sonríe al tomar la bola— ¡Genial!

Declino a una fotografía cuando la madre así me lo pide, me alegra el hecho que lo entiendan, por eso, cuando se despiden agradecidos por el autógrafo, no me limito y les sonrió de regreso. Había olvidado lo bien que se sentía ser abierto al público, sin huir.

Camino hasta de mi auto, tomo las llaves de mi bolsillo y quito la alarma.

—Henry Lawrence.

Pienso encontrarme con otro aficionado, pero en vez de ello doy con dos hombres montando un Jeep negro. Logro reconocerlos.

Hasta el Final #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora