Capítulo 33.

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Toco dos veces, mis nudillos blancos por el sobre esfuerzo y la madera blanca resonando tras el golpe. Escucho movimientos al otro lado y, cuando la puerta es abierta, doy la mejor de mis sonrisas. Pero es borrada cuando miro a quien ha abierto.

—No eres Henry —murmuro.

La mujer de cabello canoso y traje costoso me mira con el ceño fruncido.

—¿Disculpa? —cuestiona.

Miro de ella al número de apartamento, y como si todo fuese una broma, me digo que no me he equivocado, me digo con firmeza que, sin duda alguna, este es el número en el que se ha hospeda Henry todo el tiempo o al menos, las veces en las que lo he visitado.

—¿Se encuentra Henry Lawrence? —inquiero.

La mujer niega. Y no parece mentir, lo hace como si fuese lo más normal del mundo. No es una broma, pienso. No es Henry intentando huir de mí, no es Henry dejando claro que ya todo se acabó mientras yo sigo detrás de su rastro intentando que no sea así. No es Henry, nadie nunca lo será.

—¿Viene usted por la venta del apartamento? —añade la mujer.

Llevo una mano a mi pecho, y soy yo quien niega repetidas veces. Ella me mira, me analiza intentando entender el porqué de un pronto a otro he parecido no responder. ¿Cómo le explico lo inexplicable? ¿Cómo le explico que necesito a Henry como nunca antes lo he necesitado? Ella suspira, niega como si yo fuese un caso perdido y luego la puerta es cerrada en mi rostro.

Me quedo ahí, con la vista puesta en la madera blanca y en medio del pasillo totalmente desolado. ¿Esto se trata de que Henry se ha ido? ¿Dejó el país y ni siquiera me lo dijo? Respiro hondo cuando retomo el camino hasta el ascensor.

He venido en vano, y junto a ello, he dejado caer toda esperanza de mirarlo y contarle la verdad. Esta mañana, después de pasar toda una noche en vela, me ha venido al cuerpo la fuerza justa para ver al rostro a Henry y contarle todo aquello que he logrado investigar. Sé que me engaño diciéndome que necesito contarle todo esto, porque en realidad, lo que necesito es mirarlo al rostro, abrazarlo y decirle cuán enamorada estoy de él: dejar nuestros pasados atrás de una vez por todas.

Bajo del ascensor, salgo del apartamento y miro a la calle sin saber qué hacer.

Tengo el día libre, y la única persona con la que desearía pasarlo ha desaparecido.

Me siento miserable en estos momentos.

—¿Destiny?

Sostengo la mirada en la calle por unos segundos, cuando reparo de lleno en la voz que ha mencionado mi nombre bajo la mirada y me agacho de hombros. No. No. No. No lo hagas, No lo hagas, Destiny. Levanto el mentón, con las manos hechas un puño y los dedos temblándome. Es como si cada vez que lo escuchara hablar yo me reprimiera y sintiera inferior a todos.

—¡No puede ser! ¡Eres Destiny!

Cierro mis ojos y es cuando sus manos tocan mis hombros que me sobresalto y los abro.

—Tú... —saber que aún tiene este efecto en mí es tan aterrador, tan horrible y deprimente.

—Dime que no me has olvidado, sería una lástima.

Me toma de la barbilla y me hace mirarlo. Deseo gritarle que olvidar su rostro, olvidar su voz y tacto es imposible. Porque lo revivo gran parte de mis días en mis ataques de ansiedad, en mis recuerdos; en todo momento en que algo me recuerde a él. Quisiera gritarle que por su culpa me he perdido de muchas cosas en mi vida, que por su culpa regresar a casa me es un martirio, pero no puedo, mi voz no cede y lo único en lo que pienso es en querer llorar.

Hasta el Final #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora