Capítulo 23.

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Soy un manojo de nervios, el corazón retumbándome contra el pecho, la respiración agitada y mis manos temblando en medio de un miedo extraño que no logro explicar. Le añado a ello el desastre de cabello húmedo, ropa prestada y frio dentro de la habitación. No me muevo, me quedo en un solo lugar, mirando como Henry se mueve de un lugar a otro en su habitación. Murmura cosas por lo bajo y de vez en cuando se detiene a mirarme, como si se cerciorara de que no salga huyendo.

Sé que se le dificulta mantenerse concentrado, pero aun así no se detiene buscando quién sabe qué en los cajones de los muebles. Afuera se escuchan los gritos de Alexandra Taboa, y el como forcejea con los guardas espaldas, hecha una fiera.

Me encojo de hombros, me siento ansiosa y muy temerosa de lo que sea que pueda suceder. Recuerdo muy bien la amenaza que Alexandra hizo hacía mí, y sé con claridad que la estoy irrespetando, que estoy haciendo lo contrario a alejarme de Henry.

—Bien —dice al fin.

Lo miro caminar hasta mí; su cabello igual de húmedo que el mio, pantalones de chándal y una mueca de dolor por el esfuerzo que hace al mantenerse en pie. Llega hasta mí, me toma por las manos y deja en ellas un celular. Enarco mis cejas, confundida.

—Si sucede algo, lo más mínimo que te ponga en peligro; llamas al único numero registrado. Y vendrán por ti.

Un nudo se instala en la boca de mi estómago.

—¿Quién lo hará? —me apresuro a preguntar.

No me responde. Camina hasta un perchero cerca de la puerta y toma un jersey. Luego, sin tan siquiera mirarme un poco, abre la puerta y se detiene bajo el umbral.

—Por nada del mundo salgas, ¿okay? —agacha la mirada, ladeando el rostro para verme de reojo.

Asiento. Él sale y cierra la puerta, escucho con exactitud como coloca el seguro. Bien, aunque quiera salir no podré hacerlo. Me levanto de la cama y camino hasta llegar a la puerta, recuerdo la táctica de Wilson para abrir cerrojos, pero soy fiel a un mandato, no pienso salir, mucho menos cuando es Alexandra quien se encuentra afuera.

Henry ya lo mencionó una vez: esa mujer es peligrosa.

—Te dignas a salir —escucho su voz, me acerco más a la puerta, pegando mi oreja en la madera para escuchar mejor— creí que seguirías escondiéndote como el miedoso que eres.

Me deslizo por la madera, buscando el lugar perfecto para escuchar la conversación sin problemas.

—¿Qué es tan importante como para que interrumpas en mi casa? —me detengo, escucho a Henry a la perfección— Hay reglas, Alexandra. No tienes por qué poner un pie aquí.

—Lo vi muy necesario, Lawrence —contesta ella entre dientes— ¿Dónde está Paul? No lo he visto ni asomarse en la cárcel.

Quiero alejarme, no deseo husmear y darme cuenta de cosas que no debo saber. Pero hay una vena de reportera que vive de saber más, y ahora mismo está hambrienta. Sé que puedo llegar a arrepentirme de todo esto, lamentarme de no desistir y dejar todo atrás. Soy débil, me cuesta convencerme de que hay cosas que están mal, y siempre, por más que lo niegue, termino hiriéndome por ser tan ingenua. Pero, aun así, y con todas las alarmas dándome señales de advertencia, sigo escuchando la conversación.

—Lo hablamos hace unas semanas, Paul hace su trabajo, tan solo espera. No veo necesario el que estés aquí.

Hay un silencio, nadie habla.

—¿Qué te detiene de hacerlo? —insiste Alexandra.

¿De hacer qué? El pecho me retumba, por un momento me hiperventilo en busca de aire ¿Qué es eso que tanto desea Alexandra como para sonar tan desesperada al pedirlo? No quiero llenarme la cabeza de preguntas innecesarias, pero en estos momentos su apellido está manchado por culpa de su padre, entonces ¿qué tanto pide ella a Henry?

Hasta el Final #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora